CLAUSURA DEL XII FESTIVAL DE MÚSICA CONTEMPORÁNEA.
En un concierto que recordó antiguos festivales, la Orquesta Sinfónica de Chile clausuró este festival número XII, que organiza el Departamento de Música y Sonología (DMUS) de la Universidad de Chile.
Con entrada liberada, el teatro se llenó de un público expectante, que sin duda tenía diferentes expectativas, primero, aquellos interesados conocedores del evento, los otros; una gran cantidad de jóvenes, que ante el anuncio de “música contemporánea” creyeron encontrar música cercana a los recitales de bandas populares.
Pero lo importante, es que tuvieron oportunidad de conocer, obras de autores chilenos de vanguardia; algo que desilusionó a algunos que trataban de llevar el ritmo con sus cabezas, algo nada fácil, con obras de ritmos tan libres, por ello al descubrir que no era lo suyo, abandonaron el recinto, concluida la segunda obra.
Dos estrenos absolutos, y dos “clásicos” estructuraron el programa, siendo dirigido diestramente por el maestro David del Pino Klinge, y contando con la más entusiasta respuesta de la orquesta.
Del prolífico Hernán Ramírez, se escuchó primeramente “Siete Preludios, Op. 142” obra para gran orquesta, debiendo demorar su inicio, producto de un verdadero “concierto” de celulares, que no finalizaba nunca, molestando bastante al maestro del Pino.
Los primeros, son bastante breves, pero muestran el oficio de Ramírez en el manejo orquestal, y en el uso de contrastes dinámicos y expresivos.
Contraposiciones temáticas, ostinato, pedales, uso y mezcla de timbres que crean atmósferas, alusiones al expresionismo, fragmentos canónicos, esbozos de jazz, etc. son solo algunos de los elementos de la composición, que nunca pierde su interés, debido a la cuidadosa mezcla de ellos, y la estupenda versión de David del Pino y la Sinfónica, mereciendo una respuesta mucho más entusiasta del público.
Igual “cortesía”, en aplausos, recibió “Estratos” del joven y talentoso Rodrigo Herrera, de quien conocíamos algunos fragmentos de una Misa para coro y solistas, obra de fuerte atractivo.
En “Estratos”, combina lo atonal y tonal, con fragmentos cercanos al expresionismo, con buen manejo de contrastes, por medio de una densa orquestación; esta es cuidadosa, salvo en una sección pizzicato en los violines, cuando el resto de la orquesta, toca forte, por lo que su efecto se pierde.
Posee momentos muy sugerentes, como aquel que confronta, un tema melódico en los bronces, mientras el resto muestra una vorágine sonora; así mismo triunfa en la creación de timbres, colores, que a veces enfrenta en breves diálogos.
Llama la atención, aquella frase para corno inglés, de hermosa melodía, en medio del atonalismo que debió en esta ocasión, tocar su padre, ¿pequeño homenaje?
El manejo de las tensiones fue muy logrado, y la obra no pierde su interés, hasta que al parecer se llega al final, en una notable progresión dinámica, que concluye en fortísimo, pero el joven Herrera, se engolosina con sus materiales, repitiendo recursos y esquemas, alargando la obra, sin mayor efecto.
De todas formas, permite aquilatar las bondades, que en el campo de la composición posee el talentoso Rodrigo Herrera.
En 1937 Jorge Urrutia Blondel, escribió su «Pastoral de Alhué« para pequeña orquesta, con guitarra, arpa y celesta.
En una época en que los compositores nacionales, estaban bajo fuerte influencia francesa, no extraña, que Urrutia Blondel, la escribiera como homenaje a Maurice Ravel, por lo que su bucólico lenguaje, que pretende describir el paisaje del lugar, suene en extremo impresionista.
La versión de del Pino, fue en extremo cuidadosa, logrando crear atmósferas muy sugestivas, la efusividad del público, fue en este caso más evidente.
Finalizaron con una gran versión de “Pájaros Exóticos” de Olivier Messiaen, obra para piano, dos clarinetes, xilófono, percusiones e instrumentos de viento.
Participó como solista Luis Alberto Latorre, de formidable desempeño, algo que no debe extrañar, pues se trata de uno de los mejores pianistas de nuestro medio.
Como su autor, ostentaba además el título de ornitólogo, no es raro, que haya dedicado gran parte de su vida, y parte de su producción, a la transcripción del canto de las aves, algunas de ellas, de remotas regiones.
Sus dificultades rítmicas, de timbre y colores, requieren de enorme precisión, en los permanentes juegos de contrastes, mientras que el pianista es exigido, en forma casi sobrehumana, del Pino, sus músicos y el soberbio Latorre, ofrecieron una versión que arrancó las más justas ovaciones.
Un gran final, para el XII Festival de Música Contemporánea de la Universidad de Chile.
Gilberto Ponce. (CCA)