SÓLIDA SINFONÍA RESURRECCIÓN DE GUSTAV MAHLER.

PAOLO BORTOLAMEOLLI Y LA SINFONÍA RESURRECCIÓN DE MAHLER.

No existe duda, que todo artista deja algo de sí en las obras que crea, y es en esa verdad donde radica la grandeza de su arte; sabemos que Beethoven se sentía obligado a exponer su filosofía de vida en sus obras; por ello no es extraño que otro de los grandes, Gustav Mahler (1860 – 1911), también lo hiciera, más aún, si tuvo una vida personal azarosa, que incluyó una constante búsqueda espiritual y religiosa, tanto es así que dejó muchas de estas inquietudes, dudas y certezas plasmadas en sus partituras, algunas de las cuales, y para ser más explícito aún, llevan textos que exponen o dan pistas sobre ello, con palabras pertenecientes a grandes poetas y pensadores, incluso de él mismo.

         Paolo Bortolameolli, en un momento de la Sinfonía. foto Patricio Melo

Una vida que se inicia en el seno de una familia judía, por ello con todas las discriminaciones propias de la época, tanto, que se sintió siempre extranjero en muchos de los lugares donde trabajó y vivió, probablemente, fueron razones que le llevaron a indagar en el panteísmo, el cristianismo, rozar los pensamientos de Nietzsche, hasta llegar incluso a bautizarse como católico. Esta heterogeneidad de ideas, nos muestran indicios de su permanente búsqueda, y han suscitado múltiples teorías para explicarlas, algunas, afirmando, que todo era producto de su ambición por el éxito, tanto como director de orquesta, así como compositor; en la vereda opuesta, otros concluyen que, toda esta incesante búsqueda, es fruto de su alma inquieta.

            El Director, en otro momento de la Sinfonía. foto Patricio Melo

La Sinfonía N.º 2 en Do menor, que se subtitula “Resurrección”, plantea sin ambages su mirada hacia la fe, desde el punto de vista católico-cristiano, y su afirmación en esta obra es tan rotunda que, ha llevado a muchos a considerar, que el haberse convertido al catolicismo, fue producto de una sólida transformación espiritual, y no, como algunos dicen, por el hecho de querer llegar a ocupar el cargo de director de la Ópera de Viena, pues afirman: no es posible fingir un sentimiento de esa profundidad; la elección de los textos y el desarrollo musical de los movimientos finales, que rozan lo místico, les confirma esa creencia.

Al igual que el resto de las obras de Mahler, esta sinfonía es un universo de imágenes, sentimientos, dudas y afirmaciones, por ello, abordarla supone un conocimiento mucho más allá de la partitura, debe existir, creemos, una mirada profunda desde la fe, sea cual sea esta, reconociendo que el hombre es una criatura de Dios, además, de entrar en el espíritu y los recovecos del compositor.

La Filarmónica de Santiago, el Coro del Teatro Municipal, las solistas Evelyn Ramírez (mezzosoprano), Yaritza Véliz (soprano) junto al director Bortolameolli. foto P. Melo 

Como vemos, nada sencillo de realizar, pero aún así, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que Paolo Bortolameolli, tiene la madurez y el conocimiento necesarios para enfrentar esta poderosa partitura.

Su versión, revela una aprehensión, que nos hace pensar que se está transformando en un gran especialista del compositor, algo que el público que asistió al estreno de la Sinfonía, en el Teatro Municipal de Santiago, comprendió perfectamente, ovacionando de pie por diez minutos a todos los participantes de la versión; hemos sabido, que algo similar ocurrió en el resto de las funciones.

      Parte de las Cuerdas y maderas, junto a una sección del Coro. foto Patricio Melo

Bortolameolli sabe lo que quiere, algo que concreta en cada uno de los movimientos, en cuanto al carácter que estos debieran tener; en el primer movimiento, llamado “Ritos fúnebres”, que plantea todas las dudas frente a la muerte, con su inmenso horror y la pregunta eterna: “existe vida después de la muerte”; este movimiento que en su extensión, lleva al auditor por las más diversas sensaciones, a través de lo heterogéneo de su material, en cuanto a melodías, ritmos y secciones contrastantes; recibió por parte de la batuta, un desarrollo lleno de contrastes dinámicos, progresiones dramáticas y una coherencia de correlato, de primer orden.

Las solistas Evelyn Ramírez mezzosoprano, y Yaritza Véliz soprano. foto Patricio Melo

La Filarmónica, muy atenta, respondió a cada uno de sus requerimientos con sólido sonido. Algo similar ocurrió con el segundo movimiento, que se aparta de los fúnebres pensamientos del primero, pues posee bastantes contrastes dinámicos y juega bastante con los timbres, aquí encontramos a las cuerdas y maderas desarrollando diálogos exquisitos, y no podemos dejar de destacar la sección en pizzicato de las cuerdas, de enorme gracia; solo que, a nuestro gusto, encontramos que tal vez esta parte fue llevada un poco rápido.

Los golpes de timbal que inician el tercero, nos llevan al siguiente, que parece aludir a las dudas en la fe, en el encontramos los típicos cambios de carácter de las obras de Mahler, con alusiones a lo grotesco, así como una serie de preguntas musicales, que insisten en las dudas primeras, la versión, la encontramos de primer orden.

La vuelta a la fe, reaparece en el cuarto, uno de los más profundos escritos por el autor, aquí utiliza un texto del ciclo de poemas “El cuerno maravilloso de la juventud” y requiere de la participación de una contralto o mezzosoprano, cantó en esta oportunidad Evelyn Ramírez, iniciando su participación con un impresionante pianissimo, dando un carácter casi místico a este “Urlicht o Luz prístina”, francamente conmovedor, la sección central, de afirmación en la fe fue sólida en carácter y musicalidad, la interacción solista, director y orquesta, mantuvo en vilo a los presentes.

    Plano general, todos los intérpretes en el escenario del Municipal. foto Patricio Melo

El quinto, otro de los grandes movimientos de Mahler, en el que, después de una extensa sección instrumental, que en cierta medida nos retrotrae a los movimientos anteriores, en cuanto a lo programático, y que en su heterogeneidad debe ser cuidadosamente enfocado, fue otro de los grandes triunfos de Bortolameolli, por la continuidad dentro de la diversidad, que le otorgó. Esta parte además consulta dos grupos instrumentales fuera del escenario, para aquella sección, de los llamados a la Resurrección, en esta oportunidad fueron ubicados detrás del escenario y en foyer del teatro, creando una sensación de fuerte impacto.

En la resolución del movimiento participaron las solistas, Yaritza Véliz soprano y la mezzo Evelyn Ramírez, ambas de estupendo y dramático cometido, además del Coro del Teatro Municipal (dirigido por Jorge Klastornick), cantando los textos del poema de Klopstock “Resurrección”, con frases como: ¡Resucitarás, polvo mío resucitarás, tras breve descanso!; ¡Vida inmortal te dará quien te llamó!; Oh, créelo corazón mío, créelo; lo que ha perecido resucitará; ¡deja de temblar! ¡prepárate a vivir”; ¡levantaré el vuelo hacia la luz que no ha alcanzado ningún ojo! ¡moriré para vivir!; ¡resucitarás, sí, resucitarás, corazón mío, en un instante! Lo que ha latido, ¡habrá de llevarte a Dios!

Las Solistas, el Coro y la Orquesta junto a Bortolameolli en el último movimiento de la Sinfonía Resurrección de Gustav Mahler. foto Patricio Melo

Toda esta sección, lleva a un apoteosis de increíble impacto, en una síntesis vocal e instrumental, de sólido lenguaje donde todo fluye y se desarrolla para desembocar en una afirmación instrumental, que cierra esta aventura espiritual.

    Evelyn Ramírez, cantando el emotivo «Urlicht» (Luz Prístina). foto Patricio Melo

La Filarmónica de Santiago, brillante, musical, de impecable afinación, hermoso sonido y musicales fraseos y articulaciones, las dos solistas, bellas voces, timbradas, perfectamente afiatadas, entre si y con el Coro, salvando todas las dificultades de tesitura y expresividad.

El Coro del Teatro Municipal (Jorge Klastornick), mostró una vez más su solidez, tanto en lo vocal como en expresividad; el increíble pianissimo de su entrada, quedará grabado como una de las intervenciones más hermosas que hemos escuchado, para luego durante el desarrollo, crecer hasta llegar hasta el poderoso fortissimo del final, que conmocionó a los presentes, quienes por más de diez minutos, ovacionaron la versión y a todos sus intérpretes, particularmente al director Paolo Bortolameolli.

Todos los intérpretes, agradecen las enormes ovaciones del público, luego de la estupenda versión de la Sinfonía Nº 2 en Do menor de Gustav Mahler. foto Patricio Melo

Gilberto Ponce. (CCA)

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