BEETHOVEN SEGÚN DOMÍNGUEZ.
La Orquesta Filarmónica de Santiago, inauguró el miércoles recién pasado, su Temporada 2014, ocasión en que la mejor noticia, fue la reapertura del hermoso y querido Teatro Municipal.
Nos habría gustado decir lo mismo del concierto, dirigido por José Luis Domínguez, iniciando el ciclo que ofrecerá las nueve sinfonías de Ludwig van Beethoven, obras de enorme convocatoria, que colmaron las sala en su primera presentación. En esta ocasión se interpretaron la Primera y Novena sinfonías del genio de Bonn, en versiones que dejaron planteadas muchas dudas.
Participaron una excelente Orquesta Filarmónica, el potente y musical del Coro del Teatro Municipal (director Jorge Klastornick) y cuatro sólidos solistas, razones más que suficientes, como para haber obtenido un resultado de gran nivel, lo que lamentablemente no se logró, debido a una dirección de José Luis Domínguez, que tal vez, y en busca de “novedades”, ofreció versiones algo desconcertantes y casi provocativas, bastante alejadas del espíritu de las partituras.
No pretendemos en ningún caso, que estas sean piezas de museo, y siempre serán bienvenidos los hallazgos, que descubren o resaltan aspectos nuevos de algunas obras, no obstante creemos fundamental, no apartarse del espíritu con que fueron concebidas.
Aquí radican las principales objeciones, a las versiones de Domínguez, quien ha cosechado éxitos en otras presentaciones; no obstante, no basta con introducir dinámicas, acentos o fraseos aparentemente nuevos, pues cualquier intervención debe necesariamente estar contextualizada, partiendo de las indicaciones de la partitura; bien se sabe que Beethoven fue muy escrupuloso, en sus indicaciones de tempo, pulso y dinámica, abundando en particular en la novena, aspectos de carácter para su interpretación.
Por ello, algunos de los elementos introducidos, nos parecieron gratuitos, sin otro fin aparente, que la búsqueda de lo “novedoso”; a manera de ejemplo, en la frase final del coro, antes del presto orquestal que finaliza la obra, existen indicaciones precisas, de retener (ritenuto) provocando un efecto expresivo de gran impacto, cuando insiste por última vez, en la idea de: “Alegría, todos los hombres son hermanos, bajo tus alas bienhechoras”. En este caso, el director lo hizo en tempo normal, anulando el efecto buscado por el compositor, comprendemos lo complejo que es dirigir este cambio de pulso, pero así debe hacerse, según la indicación de Beethoven.
Asimismo, cambiar la distribución orquestal para cada sinfonía afectó a la Primera, pues los violines primeros y segundos quedaron a izquierda y derecha de Domínguez, produciéndose varios desajustes entre ellos.
La Sinfonía Nº 1 en Do mayor, Op. 21, responde muy bien a las características del período clásico, no obstante, ya en ella se perciben algunas de las genialidades que desarrollará Beethoven posteriormente.
En la versión se apreció una hermosa introducción, con precisos contrastes y cuidadosas articulaciones, pero el desarrollo del primer movimiento, fue bastante plano, sin tensión expresiva.
El Andante, que sigue, lo consideramos su mayor logro, por el trabajo en la intencionalidad de fraseo y manejo dinámico en las familias instrumentales.
El tercero denotó falta de liviandad, además de un pulso muy irregular, provocando varios desajustes, que hicieron confuso su desarrollo, mientras Domínguez extremaba los contrastes dinámicos.
Las introducción lenta del cuarto, fue plana en intencionalidad, sin preparar el Presto, que viene, el que resultó muy confuso en las figuras de notas rápidas.
En general, a la versión le faltó transparencia, liviandad, y ese espíritu casi festivo que la envuelve, a favor mencionaremos el hermoso sonido logrado por los músicos filarmónicos.
La Sinfonía Nº 9 en Re menor, Op, 125 “Coral”, considerada un monumento de la creación humana, tanto por su valores musicales, como por su profundo contenido ético, manifesta la idea de Beethoven de una humanidad unida en un abrazo fraterno, apoyada en la fuerza espiritual entregada por el bondadoso Padre creador.
La introdución del texto de Schiller, permitió a Beethoven, no dejar dudas sobre el mensaje, pues cada frase musical tiene una intencionalidad, acorde a las palabras de Schiller.
El Coro del Teatro Municipal que dirige Jorge Klastornick, deslumbró en lo vocal, sólidos forte y expresivos piano, pero su natural musicalidad se vio afectada, por una serie de acentos y golpes indicados por la batuta.
Los solistas, Patricia Cifuentes, soprano, Evelyn Ramírez, mezzosoprano, José Azocar, tenor, y Christian Peregrino, bajo, ubicacados entre la orquesta y el coro, debieron doblegar esfuerzos vocales, para triunfar ampliamente.
Hermosos y musicales fueron los agudos y el canto de la soprano; la mezzosoprano aportó su prestacia; el tenor sólidos y hermosos agudos, además del bello timbre del bajo, que se repuso prontamente, de su dubitativo inicio.
La orquesta con el hermoso sonido de siempre, siguiendo cada una de las indicaciones de Domínguez.
En el primer movimiento, se observó un desarrollo plano y frío, con exceso de golpes y juegos dinámicos incoherentes, además de varios desajustes de pulso.
El Scherzo que sigue, tuvo un prometedor inicio, pero el balance sonoro entre las cuerdas con maderas y bronces, fue descuidado, diluyéndose el diálogo entre ellos, el trío fue demasiado rápido, perdiéndose el contraste planteado en esta parte.
El tercero, fue un logro en lo sonoro, con momentos muy expresivos. El cuarto se inició confusamente, un tanto estridente y desajustado, luego el recitativo de contrabajos que anuncia el del bajo, fue desconcertante en su sentido.
El nulo balance en la exposición del tema de “la alegría”, lo desperfiló, y la explosión de júbilo orquestal que lo culmina, fue solo discreta.
Llamó la atención, la dinámica para el coro en su ingreso, con acentos y articulaciones en exceso “novedosas”.
La marcha, fue estupendamente cantada por José Azocar y el coro masculino, sumado a un bello sonido orquestal; todo el resto en general fue más enérgico que expresivo, con demasiados golpes, que se intercalaron con fragmentos de gran belleza.
Sin duda una versión, que no le hace justicia a una obra fundamental, y deja en gran deuda a su director José Luis Domínguez.
Gilberto Ponce. (CCA)
Soy más «misericoridoso», no obstante coincidir en buena parte de los conceptos vertidos en la crítica.
El problema viene desde la idea de concebir un «Novenario al Revés», en cuanto es casi «escandalosa» la provocación de haber partido con la Novena (aún no hay fundamento académicamente sustentado respecto haber optado por este orden, máxime cuando esta obra es un perfecto símbolo del «término de un notable proceso creativo»). Algo similar recuerdo sucedió con la Sinfónica con el Novenario programado por Nesterowicz, disponiéndoal tambien al inicio. Además, absolutamente erróneo disponer de más de un director dentro del ciclo. Lamentablemente esto se ha dado reiteradas veces en Chile (con Nesterowicz, antes en la época de Cullell como titular de la Sinfónica a comienzos de los 90, luego con la titularidad de Veltri en la Filarmónica y ahora con Chudovsky). Antes, con el Novenario de 1979 de la Sinfónica, imperó el acertado criterio de haber convocado al recordado Volker Wangenheim para dirigirlo en su integridad, y me parece antes a Georg Ludwig Jochum a comienzo de los 60 (no sé si entremedio se programó otro). El punto es que una propuesta como ésta, «necesariamete debe concebírsela como un todo orgánico», y para ello es condición sine qua non que se tenga una sola visión (propuesta) artística, y consecuentemente se confíe su interpretación a un sólo director. Por cierto, en términos ideales, a los titulares de las orquestas, o bien a algún reputado maestro invitado (como Jochum y Wangenheim en su momento). Lo demás, es un ejercicio estéticamente pueril, divagatorio e ineficiente, es decir, una total pérdida de tiempo.
Ahora, eso no quiere decir que igualmente se mantenga el interés de presenciar la alternancia de directores dentro de un Novenario (según el director y la obra), pero como algo puntual y en abstracción del contexto convocado.
Respecto a las versiones de José Luis Domínguez en este programa, he tenido oportunidad de presenciarle antes las mismas obras, y con mejores resultados, especialmente en la Novena. El punto es que el exceso de acentuaciones, cambios arbitrarios de pulso y demás elementos (muy bien expresados por Gilberto), a la postre desdibujan el discurso musical en su globalidad, perdiendo coherencia interna.
Si bien se agradece impregar frescura de enfoques, el punto es que no debe perderse la «servicialidad al compositor», por sobre personalismos estéticos mal entendidos.
Rectifico: Veltri dirigió -felizmente- todo el Novenario (que fue interesante, no obstante irregular, pero al menos se agradece que un sólo director lo haya dirigido). Ocurre que después la Filarmónica programó otro Novenario, pero con diversas batutas. Me parece eso fue a comienzo del siglo XXI.
Excelente crítica, al fin alguien lo hace muy objetivamente sin tomar partido, en especial por el director.
Felicitaciones.