ÓPERA DE GLUCK EN LA USACH.

ORFEO Y EURIDICE DE GLUCK EN LA USACH.

Orfeo y Euridice, ópera de Christoff Willibald Gluck, primer paso en la reforma de la ópera barroca, es sin duda una las manifestaciones más hermosas en lo musical, debido a lo apolíneo de su estructura.

En este caso Gluck reduce la numerosa cantidad de personajes que posee el Orfeo de Monteverdi, a solo a tres, siendo el sustento de toda la obra el personaje de Orfeo acompañado a la manera griega por el coro.

Inicio de la ópera, a la derecha los mimos Euridice y Orfeo, al fondo la Orquesta Clásica USACH. foto Pablo González
Inicio de la ópera, a la derecha los mimos Euridice y Orfeo, al fondo la Orquesta Clásica USACH. foto Pablo Gutiérrez

El autor llamó a su trabajo ópera-pantomima, pues sería esa pantomima la que realizaría la alegoría del canto, en sus diversos interludios orquestales, esta proposición es desafiante porque debe equilibrar el protagonismo de los cantantes solistas, con la acción de bailarines o mimos.

Sin duda para el tiempo de Gluck, este aspecto permitió al publico comprender mejor aún lo cantado por los protagonistas, esto en cualquiera de sus versiones en alemán, francés o italiano.

Tuvimos la ocasión de presenciar la propuesta de los conjuntos de la USACH dirigidos por Nicolas Rauss, en una versión con muchas más luces que sombras, constituyéndose en un muy buen aporte a la difusión de la hermosa obra.

Otro momento del primer acto Euridice y Orfeo, cuando supuetamente él la busca desolado. foto Pablo González
Otro momento del primer acto Euridice y Orfeo, cuando supuestamente él la busca desolado. foto Pablo Gutiérrez

El concepto que Rauss tiene de la partitura, le lleva a una contenida y clásica contención, que bien puede sorprender en algunas de sus partes, no obstante logró de la Orquesta Clásica de la Universidad de Santiago, un sonido bastante homogéneo, brillantemente hermoso en las cuerdas que triunfaron ampliamente en su cometido, maderas y bronces algo disparejos en sonido, pero eficaces en el todo, no podemos dejar de destacar al primer flauta de la orquesta Diego Vieytes, que de memoria realizó una entrañable versión del famoso solo del tercer acto. Algunos ocasionales desajustes de pulso en la orquesta, particularmente en la Obertura, en nada empañaron el resultado total.

Tercer acto, el espíritu de Euridice se encuentra con su cuerpo amortajado. foto Pablo González
Tercer acto, el espíritu de Euridice se encuentra con su cuerpo amortajado. foto Pablo Gutierrez

Nos mereció dudas el que Rauss, haya llevado el comienzo del segundo acto siempre muy rápido en el coro y con un pulso muy lento y constante a Orfeo, cuando este dúo junto a la progresión del texto, incluso las indicaciones de la partitura indican cambios, tal vez se debió a la ubicación del coro, no lo sabemos.

El Coro de la Universidad de Santiago, que dirige Andrés Bahamondes realizó un interesante trabajo en lo musical, hermosas voces pero creemos que debe mejorar sustancialmente la fonética; sin duda algunos momentos de afinación poco precisa en el tercer acto, se debieron a su ubicación ( a un costado del escenario en las graderías) al no escuchar bien la orquesta, asimismo los desajustes con la orquesta en la primera escena del segundo acto, pudieron deberse a lo mismo, no obstante muy interesante resultó su gesticulación en el diálogo con Orfeo en esa misma escena.

El Coro USACH, en las graderías laterales. foto Pablo González
El Coro USACH, en las graderías laterales. foto Pablo Gutiérrez

El agotador rol de Orfeo lo cantó el experimentado tenor Rodrigo del Pozo, haciendo gala de enorme expresividad y musicalidad, él como experto en música antigua, enfrentó su papel con clarísima dicción otorgándole toda la sensibilidad necesaria. En sus dúos con Euridice cantada por Paulina González su voz se vio disminuida, pero no es problema de él, ya que la soprano posee una poderosa voz más propia de grandes roles en la ópera. Creemos que Rodrigo del Pozo tuvo uno de sus mejores momentos en la desoldada aria “He perdido a mi Eurídice” de exquisita expresividad.

Los solistas Rodrigo del Pozo (Orfeo), Paulina González (Euridice) y Carolina Grammelstorff (Amor), a la izquierda Nicolas Rauss el director. foto Pablo González
Los solistas Rodrigo del Pozo (Orfeo), Paulina González (Euridice) y Carolina Grammelstorff (Amor), a la izquierda Nicolas Rauss el director. foto Pablo Gutiérrez

Como dijimos el breve rol de Euridice (solo aparece en el tercer acto) fue cantado por la gran soprano Paulina González, poniendo al servicio de su papel todas sus condiciones histriónico-vocales, las que ha desarrollado en una gran cantidad de roles operáticos, su dúo con Orfeo cuando vuelven de infierno, fue de enorme expresividad.

Otro papel breve es el de Amor, presenta en el primer y tercer acto, lo cantó Carolina Grammelstorff, lo hizo con gracia y musicalidad, planteando un contrapunto con el resto de los personajes.

Tercer acto Nicolas Rauss dirigiendo hacia el Coro, en primer plano Orfeo. foto Pablo González
Tercer acto Nicolas Rauss dirigiendo hacia el Coro, en primer plano Orfeo. foto Pablo Gutiérrez

Participó además la Compañía Mimo Corpus Movens, que dirige Leopoldo Martínez, de la que se dijo haría más comprensible la historia, algo que en verdad solo en ciertos momentos fue logrado. Ellos utilizaron la desnudez propia de cuerpos pintados, y con solo tres mimos encarnaron a Orfeo, Euridice, Amor y una sola Furia, afortunadamente no se incorporó en escena el anunciado personaje “El Barquero”, mencionado en el programa, que no está en la ópera.

El Amor cantado (Carolina Grammelstorff) y en mimo (Daniela Pacheco). foto Pablo González
El Amor cantado (Carolina Grammelstorff) y en mimo (Daniela Pacheco). foto Pablo Gutiérrez

Creemos que los momentos más débiles de la puesta en escena correspondieron a los mimos; Orfeo (Gabriel Riquelme) es un héroe que lucha por recobrar a su esposa, aquí se lo mostró dubitativo y con movimientos más propios de una gárgola, encorvado y con expresividad plana, incluso cuando se recupera finalmente a su esposa, más parecía un padre con su hija, y sin mayor expresividad.

Orfeo y Euridice en el tercer acto. foto Pablo Gonzñalez
Orfeo y Euridice en el tercer acto, a la derecha Orfeo (Rodrigo del Pozo y Euridice (Paulina González). foto Pablo Gutiérrez

Euridice (Juliette Tillería) también fue plana en expresividad, y al comienzo al parecer era un alma que inquieta esperaba a su esposo, nos pareció que lo mejor de ella estuvo en la escena de los Espíritus, cuando se pasea entre la orquesta, y en el dúo con Orfeo cuando ambos viajan hacia la superficie. Amor y la Furia (Daniela Pacheco) fue en exceso sobreactuada, diferenciando poco sus dos roles.

En todo caso, es indudable el valor que tiene esta propuesta -a la que sin duda le faltaron los sobretítulos-, en particular por sus aspectos musicales encabezados por Nicolas Rauss, que fueron muy superiores a los escénicos.

Gilberto Ponce. (CCA)

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