OTRO TRIUNFO DEL TEATRO REGIONAL DE RANCAGUA.
Las Cuatro Estaciones, la famosa serie de cuatro conciertos de Antonio Vivaldi, sirvió de eje para el impecable espectáculo, presentado como uno más, de los grandes éxitos del Teatro Regional de Rancagua.
Nuevamente, en una virtuosa coproducción chileno argentina -que ya tenía como antecedente el éxito de Platée la ópera de Rameau, de comienzos de año-, se presentó ahora como Ballet; una puesta en escena del argentino Carlos Trunsky para Las Cuatro Estaciones, en la que participaron la compañía de danza argentina Los Hijos de Platée, que dirige el mismo Trunsky, y la Orquesta Barroca NuevoMundo, conjunto chileno que dirige Raúl Orellana. Contando además con la sugerente y hermosa escenografía de Germán Droghetti y el hermoso vestuario de María Albertinazzi.
La propuesta involucra un todo, fundiendo en el escenario a músicos y bailarines, que actúan bajo la precisa iluminación de Patricio Pérez, incorporando además textos y onomatopeyas dichos por los bailarines e integrantes de la orquesta, mientras suma a la obra principal, a manera de prólogo y epílogo, dos obras, se trata de la Sinfonía del Santo Sepulcro del mismo Vivaldi y el Passacalle Della Vitta de Stefano Landi.
Carlos Trunsky, deja muy en claro una vez más, un concepto vital y atrayente, que cautiva desde el prólogo, ya que, no solo se trata de la coreografía, pues además construye un orgánico que involucra a músicos y bailarines, manteniendo en todo momento una exquisitez visual.
Esta no es arbitraria, mira directamente al barroco, con guiños a Caravaggio, en la forma de crear imágenes, mientras que, en el bello vestuario de María Albertinazzi, se alude a otros maestros barrocos, la orquesta viste además ropajes de color neutro, fundiéndose en algunos pasajes, con el color del resto.
La línea argumental, si es que existe tal, muestra el enfrentamiento -a manera de parábola-, entre El Ángel Rojo, desde su nacimiento (La Primavera), con Las Cuatro Estaciones y Cuatro Ángeles, que son demasiado humanos en sus pulsiones; asimismo, se asimila a algunas constantes, propias del período, como lo fueron; Tanatos, Eros y Cronos, que en buena medida conducen cada parte.
El personaje que alude durectamente a Caravaggio, es El Ángel Rojo, tanto en su vestimenta como en asimilación de movimientos, que parecieran sacados de cuadros del pintor, el será objeto de todos los estados emocionales, que muestran sus oponentes; el rol lo bailó magistralmente Exequiel Etelechea, quien posee una figura que en su fragilidad poética, llena el espacio, y en lo dancístico es impecable, incluso en las breves alusiones a Nijinsky.
Su talento expresivo, le lleva naturalmente por todos los estados propuestos por el coreógrafo, desde que surge desde el foso de la orquesta, invitado por los arcos de los músicos hasta el emotivo final.
En el aspecto coreográfico, Trunsky es capaz de sintetizar armoniosamente la danza contemporánea con la clásica, con momentos de gran exigencia para los bailarines; queremos insistir en la creación de imágenes que logra, ya que perfectamente pueden recrear, pinturas de bóvedas o grandes cuadros barrocos, sin duda que ello incide, el armonioso, a la vez que contrastante vestuario de María Albertinazzi.
Hermosas, sensibles a la vez que sensuales, además de estupendas bailarinas, fueron Inés Maas, Betiana Pujol Cajal, Teresa Marcaida y María Eugenia Stanovnik, como Las Cuatro Estaciones, mientras que los Cuatro Ángeles, además de certeros en danza, transitaron por todas las pulsiones erótico-sensuales, propuestos por Tanatos, Eros y Cronos, además de declamar en forma perfecta los textos. El grupo de bailarines, no solo baila y recita, además canta, haciéndolo muy bien.
La Orquesta Barroca NuevoMundo, dirigida por Raúl Orellana, cumple una formidable performance, desde el Prólogo, con la Sinfonía del Santo Sepulcro, cuando solo se esboza la presencia del Árbol (de la vida), para luego en el más riguroso estilo, enfrentar con el virtuosismo requerido Las Cuatro Estaciones, aquí debemos destacar el estupendo desempeño como solista, de su director concertino Raúl Orellana, y como dijimos al final en el Passacalle Della Vitta, no solo tocan, también cantan.
Creemos estar frente a un meditado y maduro trabajo, donde queda en evidencia, la sólida formación de Carlos Trunsky, no solo en danza, también en Arte, y en conceptos de Estética, aspectos primordiales, para producir un espectáculo de la calidad, como el ofrecido por el Teatro Regional de Rancagua.
Gilberto Ponce (CCA)
Una obra espectacular. La recomiendo ; es una obra que libera el alma y te invita a soñar.
Tal como escribí en el comentario, estimo que es una obra superior.