MISA SOLEMNIS DE BEETHOVEN EN LA SINFÓNICA.
Bastante decepcionante, fue el primero de los dos conciertos programados, donde se interpretó la monumental Misa Solemnis de Ludwig van Beethoven, como parte de la Temporada 2013 de la Orquesta Sinfónica de Chile.
Sin duda alguna, su programación viene a reparar una injusta ausencia en las temporadas en nuestro país, no obstante este hecho es bastante comprensible, al considerar las enormes dificultades que conlleva su interpretación.
Esto nos hace valorar el hecho de programarla, reconociendo el inmenso trabajo para un coro de muchos amateurs, como es el de la Universidad de Chile, que solo cuenta entre sus filas a los 16 profesionales de la Camerata Vocal.
La Misa presenta todo tipo de dificultades para los solistas, coro y orquesta, por ello es imprescindible contar con un director que conozca en profundidad, no solo la partitura, pues debe sumergirse en el plan general de la obra, donde las claves no son del todo evidentes; además de su profundo sentido religioso, existen planteamientos cercanos a lo filosófico, incluso hasta un alegato ético en contra de la guerra, durante el Agnus Dei, mientras se canta “dona nobis pacem”, o sea “danos la Paz”.
Asimismo es preciso acentuar la relación texto-música, pues para Beethoven nada es arbitrario, lo exultante, lo íntimo, el fervor tanto como la oración a veces angustiosa se manifiestan con fuerza y claridad, por ello la expresividad es fundamental; cantar o tocar solo las notas, es apenas el primer paso para llegar a una interpretación sólida, pues estamos frente a una obra de exigencias que van más allá de lo puramente musical, hablamos de lo espiritual.
No olvidemos el epígrafe que el mismo Beethoven escribiera en su primera página: “Desde el corazón, para los corazones”, esto es; la obra no debiera escucharse o interpretarse superficialmente, pues fue escrita, desde lo más íntimo del autor, destinada para lo más íntimo de los intérpretes y oyentes, lo externo es el medio para llegar a comprender su significado.
Esto nos lleva a objetar el enfoque de Álvaro Albiach, que consideramos superficial, pareció solo preocupado de las notas, limitándose a concertar, dejando la expresión en un segundo plano.
Tampoco se apreció un concepto unitario, fueron fragmentos inconexos, incluso en cada una de sus partes, no siempre se apreció unidad.
Asimismo fue evidente que la versión, se presentó con una cantidad insuficiente de ensayos, pues solo en algunos fragmentos se observó tranquilidad por lo tanto musicalidad.
Al parecer la orquesta no recibió la suficiente atención, pues en general mostró sonido crudo, sin balances, con demasiados desencuentros en entradas y cortes, además de pulso y fraseos poco claros; pensamos que tal vez influyó en esto, la particular disposición determinada para el conjunto, dejando a los bronces muy alejados entre si, o sea sin referente sonoro, resultando una afinación poco certera y con pulso desajustado, siendo infructuosos los esfuerzos de los músicos por lograr un mejor resultado.
Los números que encontramos más logrados fueron el Kyrie y el Agnus Dei, en cuanto a expresividad, en ellos el Coro Sinfónico y la Camerata Vocal (Director Juan Pablo Villarroel) cantaron con hermosas y bien timbradas voces, en el caso de los solistas (Claudia Pereira soprano, Evelyn Ramírez mezzosoprano, Gonzalo Tomckowiack tenor y Arturo Jiménez barítono) cantaron con musicalidad, destacando la mezzosoprano y el barítono en el Agnus Dei.
El Gloria, de grandes dificultades de ritmo y tesitura para el coro, les mostró bastante exigidos, pero cantando en carácter y con musicales contrastes dinámicos, aunque en su desarrollo aparecieron los primeros desajustes de pulso con la orquesta.
Estimamos estupendo el desempeño del coro en la sección Quoniam tu solus Sanctus, tanto como la fuga In Gloria Dei Patris, que le sigue.
El complejo Presto que finaliza este número, tuvo varios desajustes de pulso entre orquesta y coro, pero destacamos el entusiasmo de los cantantes.
No sabemos la razón de hacer un intermedio antes del Credo, esto afectó la concentración general, redundando en una interpretación con demasiadas imperfecciones, sin duda fue el momento más bajo de la presentación.
El Sanctus, se inició con bastante expresividad en los solistas, pero no entendemos la razón por la cual la fuga coral Pleni sunt Coeli et terra, hasta el final, incluido el Osanna fue cantado por los solistas, ¿desconfianza en el coro?
De gran musicalidad fue el violín solista (Alberto Dourthé) en el Bendictus, pero la dirección no le perfiló lo suficiente.
El Agnus Dei, tal como mencionamos, fue bastante unitario y musical, con un gran desempeño del coro y los solistas, y en el caso de la orquesta superándose ampliamente.
Pensamos que la versión no se condice, con el currículo de Álvaro Albiach.
Gilberto Ponce. (CCA)
Gilberto:
Estuve el mismo día que tu en La Misa Solemnis.
Quedó en evidencia la falta de ensayos, con el objeto de afiatar mejor la mano del director con el mismo coro más en ensamble con la orquesta. Sabemos que el Coro Sinfónico es una agrupación que hace milagros para sacar adelante obras de envergadura, al ser ad-honorem y no profesional como el del Teatro Municipal. No dudo que se prepararon mucho, pero al final cuando llega el director concertador general y se dispone de alrededor de 3 ensayos de conjunto, especialmente con las dificultades bestiales de una obra como la Misa Solemnis de Beethoven, entonces lleva a preguntarse dónde están los criterios de los mismos programadores, donde no contemplen una pauta mayor de ensayos de conjunto.
Recuerdo vivamente las tres veces que he presenciado esta obra: En 1990, con Francisco Rettig, luego con Michelangelo Veltri en el Municipal y después con David del Pino hace unos 12 años, y todas con magníficos resultados, tanto en visión musical de tales directores, y ante todo con un nivel de ejecución impecable de los conjuntos y solistas.
Por eso, no sé si cabe cargarle toda la culpa al maestro Albiach de los resultados vistos el día viernes. En todo caso, supe que el sábado salió ostensiblemente mejor. Ojalá pudiera disponerse de una grabación de ese día, para corroborarlo.
Entonces, todo esto obliga a re-plantear profundamente la pauta de ensayos dispuesta al momento de programar una obra, pues situaciones como la ocurrida no deben volver a ocurrir. Más vale invertir en disponer de un director por más tiempo ensayando que someterlo a una presión inorgánica de tiempo, con el objeto de minimizar el riesgo de tener resultados insatisfactorios. Al respecto, y citando nuevamente los resultados de Rettig, Veltri y del Pino, no me cabe duda que dispusieron de todo el tiempo precisado en ensayos, pues, después de todo, a la sazón ellos eran titulares de las orquestas que programaron la obra, y por lo tanto con residencias más prolongadas para trabajar sin mayor presión de tiempo.
Mis atentos saludos,
Jaime Torres Gómez
Estoy en completo acuerdo con el comentario, que confirma lo planteado en la crítica.
Muchas Gracias.
Gilberto,
si bien las imprecisiones fueron notorias, no creo que Albiach haya carecido de concepto o profundidad. Su enfoque fue muy respetuoso y acertó en rescatar la italianidad que posee esta música: Cherubini se notaba en su lectura que a ratos sonaba como Pequeña Misa Solemne. En este sentido las partes corales asumidas por los solistas no fueron un error, sino un modo de corroborar el microformato de esta Misa (con 50 músicos en la orquesta). Por otra parte, hubo instantes en que los diálogos de la cuerda estuvieron muy bien logrados, precisamente en el Agnus Dei, muy bien resuelto.
Sin duda, el gran enemigo de las obras sinfónico-corales es la penosa acústica del Teatro de la Universidad de Chile. Si uno oye la grabación de ese día (afortunadamente puedo contar con ella), a la cual se agrega algo de eco y calidez tonal, la lectura se revela con más logros que defectos.
Germán Reyes Busch
Estimado Germán; Estimo que tenemos coincidencias, pero me cuesta pensar o creer en un microformato de esta misa, ya que el mismo Beethoven en algunas cartas y notas, la piensa en universal, y no es menor el hecho que el autor haya determinado en la partitura que el coro cantara determinadas frases, lo que genera que se escuche a manera de contraste con los solistas, además sigue el carácter del texto, cuestión que a Beethoven le importaba mucho reflejar en música.
No olvidemos que Beethoven tiene una particular mirada para el Sanctus, en sus dos misas, es reconcentrado y se inicia piano, al revés de lo que ocurre con casi todos los demás compositores, pero en ambas pide el forte en la frase «Pleni sunt coeli et terra».
Completamente de acuerdo con el Agnus Dei.
En cuanto a la acústica, los directores deben evaluar y balancear, de acuerdo a las características de la sala, así lo han hecho muchos, logrando grandes resultados, y para Albiach, ese era su segundo programa; yo me debo remitir a lo que se escucha en la sala misma.
Agradecido por los comentarios.