MAYERLING, SE DESPIDE UN GRANDE.
Con una gigantesca ovación recibió el público del Teatro Municipal, a Luis Ortigoza, cuando este salió a recibir los aplausos, al finalizar la función estreno de Mayerling, el ballet de Sir Kenneth Macmillan, con arreglos de música de Franz Liszt.
Una función cargada de emoción, en la que cada integrante del Ballet de Santiago. dio lo mejor de sí mismo, para que esta, la primera de la serie, con que el Primer Bailarín Estrella de la compañía cierra su brillante y exitosa carrera, la misma que le ha acarreado, legiones de admiradores, tanto en nuestro país y en el extranjero.
En Ortigoza, se funde una estupenda técnica, con una extraordinaria sensibilidad como actor, asumiendo en plenitud cada uno de roles en que participa, y conste, que no se ha encasillado solo en el ballet clásico, donde brilla sin contrapeso, ya que realizó, apabullantes muestras de profesionalismo, en la danza contemporánea, recordemos solo Spaceman y El Joven y la Muerte, de asombrosos resultados.
Además, es sabida su gran generosidad con las bailarinas, a quienes ha acompañado, en diversas coreografías, convirtiéndose en el partenaire ideal para las consagradas, y el gran soporte, para aquellas que están iniciando su carrera.
Pero no solo eso, su inquietud artística, le llevó a incursionar con señalado éxito, como coreógrafo, La Bayadera, es una muestra palpable de ello.
Decíamos, que Ortigoza, asume en plenitud sus roles, incluso se puede afirmar que se transforma en ellos, con una emocionalidad que le brota espontáneamente, conectándolo con los espectadores, este aspecto fue tangible en este Mayerling, en el que se transformó en un personaje casi sicótico y obsesivo con la idea de la muerte, mientras pasa de una a otra conquista.
El ballet, requiere de un gran contingente de bailarines, no solo como cuerpo de baile, pues son muchos los personajes que intervienen, en roles semi solistas, particularmente, las diversas amantes de Rodolfo, tanto como sus amigos más cercanos, incluidos sus padres; y para abundar en personajes, incluso requiere de un pianista, que acompañará a una mezzosoprano en una canción.
Podemos afirmar, que el Ballet de Santiago, cumplió una de sus grandes presentaciones, donde no fue novedad la gracia y perfección del cuerpo femenino, ya que los varones, mostraron disciplina y técnica ejemplares, a lo anterior debemos sumar las virtudes de todos aquellos, que cumplieron roles solistas; sin duda que este éxito se debió al trabajo del repositor Karl Burnett, tanto como a la preparación previa de Marcia Haydée, directora de la compañía.
Fueron magníficas algunas de las escenas de Ortigoza (Rodolfo), con su esposa, como con sus amantes, a modo de ejemplo: el desenfado de sus coqueteos en la fiesta de su matrimonio, luego cuando la aterroriza, con el revolver, antes de consumar el matrimonio; el pacto suicida con Mitzi la prostituta; el encuentro de Rodolfo con María, cuando le ruega que ambos se suiciden; la borrachera de Rodolfo con su amigos, y por último la desgarradora escena en que Rodolfo asesina a María, para luego suicidarse.
Natalia Berríos fue una excelente María Vetsera, mostrando tanto su ingenuidad como su angustia ante la obsesiva conducta de Rodolfo; asimismo Katherine Rodríguez mostró su talento como Stephanie la esposa.
Maite Ramírez, María Dolores Salazar estupendas como Marie Larisch y Mitzi la prostituta.
El cuarteto de oficiales húngaros, con gran prestancia escénica y sólida técnica fue bailado por Lucas Alarcón, Agustín Cañulef, Sebastián Vinet y Germán Esquibel.
Gran simpatía y presencia escénica se vio en Ítalo Jorquera como Loschek el valet de Rodolfo; no podemos olvidar la severa presencia de Cyril de Marval y Romina Contreras como los padres de Rodolfo, y emperadores de Austria. Evelyn Ramírez cantó con su profesionalismo acostumbrado, su canción en la fiesta, acompañada musicalmente por Jorge Hevia.
El resto de los personajes muy en sus papeles, en la hermosa escenografía y vestuario de Pablo Núñez, con la estupenda iluminación de José Luis Fiorruccio; la Orquesta Filarmónica de Santiago dirigida por José Luis Domínguez, tuvo un correcto desempeño, en una partitura que posee momentos muy débiles en los arreglos de John Lanchbery.
Gilberto Ponce (CCA)