VERSIÓN INTERNACIONAL DE LOS PURITANOS DE BELLINI.
El segundo título de la Temporada de Ópera 2014 del Teatro Municipal, nos llevó de llenó al epicentro de Bel Canto, con la puesta en escena de Los Puritanos de Vincenzo Bellini.
El estreno planteó varias virtudes, al tiempo que algunas dudas referidas a la parte musical.
Emilio Sagi, hace una propuesta simbólico-conceptual, a la vez que atemporal, salvo en el exagerado vestuario de la Reina Enriqueta, abiertamente barroco; la escenografía de Daniel Bianco bastante sencilla, consistente básicamente en un cubo negro con puertas laterales y traseras además de secciones que suben, por los costados y en la parte posterior, para dar una mayor amplitud, y permitir que el coro, aparezca, a la manera del coro griego, este factor permite salir del claustrofóbico cubo, al iluminarse fuertemente.
Las 28 lámparas de lágrimas, que bajan o suben, crean al inicio del acto II un espacio onírico, al estar muchas de ellas en el suelo, con sillas volcadas y flores rojas, que aluden a la pasión de Elvira, a nuestro parecer, este es el momento más logrado en cuanto a escenografía, por el simbolismo implícito.
La iluminación de Eduardo Bravo, bastante eficaz en la mayoría de las escenas, en otras le faltó relieve, el vestuario de Pepa Ojanguren, muy irregular, los soldados en un híbrido, entre traje de calle y algo símil a lo militar; en los protagonistas demasiado plano, salvo en Arturo, a quien solo le faltó el clavel verde, para recrear a Oscar Wilde.
En Elvira, siempre de blanco, hermoso al comienzo, y como corresponde a todas las locas de la ópera, bata de cama y descalza, en su escena de la locura.
La régie, de Sagi, no consiguió demasiado de sus cantantes, generalmente estáticos, o bien con movimientos ampulosos, muy fuera de lugar; a este notable director de escena, le hemos visto trabajo mucho más convincentes.
La dirección musical recayó en el español José Miguel Pérez-Sierra, quien tiene un gesto plano, limitándose a marcar tempo y pulso, sin acentuar expresión alguna, pero más grave nos parece, los numerosos accidentes, entradas o cortes poco precisos, en particular en la primera parte.
Sin duda, no es un buen aliado de Bellini, que requiere de un director que acentúe lo dramático, obviando aquellos fragmentos de orquestación poco felices; él se limita a acompañar, haciéndolo en general bien en las arias.
El Coro del Teatro Municipal, de Jorge Klastornick, descollando, como es su costumbre, sólidos, musicales y con gran prestancia escénica.
La soprano Nadine Koutcher, fue el lo vocal una extraordinaria Elvira, posee un facilidad extraordinaria para coloraturas y agudos, pero su actuación es externa, no obstante su trabajo vocal, le hizo merecedora de sonoras “pataditas” de aprobación, que se sumaron a las ovaciones.
Shalva Mukeria el tenor, que cantó Arturo, tiene todos los agudos necesarios, canta muy bien, con una voz que no gusta a todos, pero su actuación, no pasa de ser una sucesión de estereotipos, para nada convincentes.
El barítono Zhen Zhong Zhou, tiene poca proyección vocal, y su canto y actuación son rígidos, por ello su personaje no convence, a pesar que tiene prestancia escénica.
Giorgio Valton, el tío de Elvira, fue muy bien cantado ya actuado por Sergey Artamonov, el tiene mucha convicción actoral, lo único que se podría objetar, sería, el que no fue caracterizado como un hombre mayor, siendo notoria su juvenil presencia.
Evelyn Ramírez, cantó su breve rol de Enriqueta de Francia, con el profesionalismo de siempre, mientras que, Pablo Castillo y Exequiel Sánchez fueron muy solventes como Gualterio y Bruno.
Una producción bastante interesante, con algunos reparos, bastante exitosa en el canto, no así en lo referido a la actuación, la que no obstante dejó encantados, a todos los amantes del Bel Canto.
Gilberto Ponce (CCA)