EL BRILLO DE LA VIUDA ALEGRE CON EL BALLET DE SANTIAGO.
Se entiende perfectamente el éxito que el Ballet de Santiago ha obtenido con sus presentaciones del ballet La Viuda Alegre, coreografía que con arreglos de la música de la opereta del mismo nombre de Franz Lehár, ocupó el escenario del Municipal de Santiago en días pasados.
Música hermosa en arreglos muy bien concebidos, por John Lanchbery, con vestuario y escenografía de Peter Docherty que a pesar de provenir del estreno en 1975, conserva vigencia y belleza, y una compañía que confirma el porqué es una de las más importantes de America Latina, con un sólido cuerpo de baile y solistas en plena madurez danzística, justificando las largas ovaciones al final de espectáculo.
Creemos que uno de los grandes aciertos de Marcia Haydée su directora, es el de permitir a los solistas que además de respetar la coreografía, pongan su impronta personal en los roles, esto consigue versiones de gran potencia expresiva, en cada uno de los elencos que suben a escena.
Nos correspondió presenciar dos de ellos, lo que confirma lo dicho en el párrafo anterior, haciéndonos ver un notable relevo entre los solistas principales.
La Viuda Alegre, que es una comedia de equivocaciones de la mejor escuela, requiere no solo técnica, debido a que utiliza una cantidad enorme de complejos pasos y figuras, agreguemos que deben tener capacidad actoral particularmente en comedia haciéndolo con espontaneidad y fino humor, algo no menor pues muchas cosas suceden en el escenario simultáneamente, sin parecer extemporáneas, factor que se dio perfectamente, además el cuerpo de baile debe interactuar con cada elenco, como si lo hicieran siempre; elementos que fueron ampliamente logrados, justificando el suceso conseguido.
En esta oportunidad la Orquesta Filarmónica de Santiago fue dirigida por Pedro Pablo Prudencio, que se ha posicionado como un gran valor entre el público, razón que explica el caluroso aplauso con que fue recibido al ingresar en ambas funciones, él condujo con gesto claro y firme, realzando fraseos y articulaciones mientras que rubato y acelerando fueron de extrema pulcritud, acentuando aquellos temas que se encuentran casi en el inconciente colectivo por lo entrañables, que decir de la sutil finura del emblemático vals. Algo que redunda en la compañía y los solistas que bailan con tranquilidad, potenciando la calidad de cada uno de los bailarines.
La coreografía de Ronald Hynd, remontada en esta ocasión por Lyn Vella-Gatt, permite que el público comprenda perfectamente la seguidilla de enredos del argumento, que nos introduce en el mundo sofisticado de la socialité de fines de 1800 en el imaginario Pontevedro.
El país está en la ruina, y solo los impuestos que pagaría Hanna la Viuda al casarse con un pontevedrino, los salvaría, ese el eje de la historia cruzada por el romance de la infiel Valencienne con Camille, en una corte desesperada por casar a Hanna con el pontevedrino Danilo antiguo prometido de ella.
El primer elenco lo encabezó Natalia Berríos como Hanna en una poderosa creación de su personaje, altiva y señorial pues bien sabe que todos dicen amarla, pero solo quieren su dinero, no obstante no disimula su coquetería con Danilo, a quien ama de verdad; con técnica sobresaliente y perfecta, saltó desde la noble viuda a la campesina de antaño en la hermosa escena del sueño de Danilo, pasando por diversos estados emocionales en la escena de jardín y en la de Maxim´s, donde culminó en la excelencia en su pas de deux con Danilo, en el reencuentro. En ella todo fluye naturalmente, haciendo de la técnica solo un medio para lograr la emoción de su personaje.
Danilo el pontevedrino demasiado aficionado al alcohol, permitió a José Manuel Ghiso mostrar en plenitud su carrera en ascenso, su estupenda y segura técnica copa el escenario, transitando desde el despreocupado ebrio, hasta el desesperado enamorado que lucha por recobrar su antiguo amor; mostrando además la prestancia de un noble, que inútilmente trata de disimular su ebriedad, hasta el arrebato cuando trata de batirse a duelo con Camille, mostró muy bien el impacto al reencontrarse con Hanna, fue sutil en la escena del sueño y arrobadoramente romántico en la escena final, él y Natalia Berríos forman una de las grandes parejas en el ballet.
La coquetería desfachatada en su infidelidad, fue asumida plenamente por Maite Ramírez, al bailar como Velencienne creando un personaje de enorme simpatía, volcando en el toda su segura técnica, sus pas de deux con Camille fueron de gran factura.
Conocemos muy bien las dotes de comediante de Rodrigo Guzmán, que asumió en esta oportunidad como el seductor Camille, rol que calza muy bien a su personalidad permitiéndole mostrar su sólida técnica.
El marido de Valencienne, el engañado Barón que bailó Miroslav Pejic, fue dotado de un porte noblemente diplomático, primero suspicaz y al final con una dignidad de la mejor estirpe, donde las emociones no se traslucen a la sociedad.
Njegus el secretario del Barón fue caracterizado con divertida prestancia por Edyson Araya, quien actuó en ambos elencos.
El segundo elenco estuvo encabezado por Andreza Randizeck como Hanna, quien una vez más demostró el porqué ha llegado al lugar que ocupa actualmente en la danza, con su impecable técnica dotó su personaje de exuberante elegancia, con una enorme levedad en la escena del sueño con Danilo y en las escena finales donde se reencuentra con su verdadero amor; mostró además su prestancia al superar con soltura un cuasi accidente, con el grupo de varones que debía subirla en el final de una de las escenas.
Gabriel Bucher asumió un recio Danilo, tal vez no tan dado a la comedia, pero sí manifestando todas emociones por la que transita su personaje, es un gran partenaire, por lo que sus escenas con Hanna fueron muy convincentes y casi ensoñadas.
Pensamos que a su hermosa técnica de Katherine Rodríguez, le sumó una picardía que a ratos llegó al más fino humor bailando como Valencienne, la infiel esposa del Barón, nos parecieron estupendas sus escenas con Camille, que bailó con gran elegancia Emmanuel Vázquez, él dotó a su personaje más bien de un aura de juvenil candor romántico, en su enamoramiento sin límites por Valencienne, es otro de los bailarines que da firmes pasos para llegar a ser una gran figura.
El Barón fue asumido por Cyril de Marval, con un enfoque definitivamente más teatral, convirtiendo al marido engañado en un ingenuo personaje, al que su amor por su esposa le lleva a aceptar con dignidad su engaño, además jugó mucho mas a la comedia.
Los roles más breves a cargo de Gustavo Echevarría, Cristopher Montenegro, Fabrizio Montenegro, Romina Contreras, Elizabeth Espinoza, Noelia Sánchez y María Lovero, además de Emmanuel Vásquez alternándose en ambos elencos, lo hicieron con gran solvencia.
Sería injusto no mencionar la disciplina ejemplar del cuerpo de baile.
Dos elencos que dieron vida a un delicioso ballet, que encantó al público que aplaudió sin reservas a cada uno de sus participantes.
Gilberto Ponce. (CCA)