DEBUT DE YOAV TALMI CON LA SINFÓNICA.
En el último concierto de la presente temporada de la Orquesta Sinfónica de Chile, debutó el director israelí Yoav Talmi, de vasta carrera internacional, con un programa que abarcó tres obras de muy diferente factura y época, entre ellas el estreno en Chile de una obra de Schnittke.
Una de las partituras, que podríamos considerar de repertorio de la orquesta, abrió el programa, nos referimos al poema sinfónico Una noche en el Monte Calvo, de Modest Mussorgsky, obra que sin duda, debido a lo conocido por los músicos, no recibió la atención adecuada, tal vez por las dificultades, de las dos restantes.
Es así, que en ella se percibió solo bastante fuerza, sin mayores sutilezas, con bastantes desajustes y ostensibles desafinaciones, por ello preferimos no ahondar mayormente.
Posteriormente se estrenó, el Concierto Grosso Nº 1 para dos violines, clavecín, piano preparado y 21 instrumentos de cuerda, de Alfred Schnitteke, en el que participaron los hermanos Lorena y Marcelo González, solistas de los violines segundos de la sinfónica.
La obra, a través de sus seis movimientos, es una contundente muestra de eclecticismo, permitiéndose su autor realizar una verdadera travesía, no solo de estilos, desde el barroco hasta el tango, pasando por varios otros, además de secciones bastante experimentalistas, circunstancia que obliga al director, a tener una sólida visión de la obra, para que esta no pierda coherencia, algo que Talmi demostró con largueza.
Aunque se la define como Concerto Grosso, creemos que más bien se ajusta a un concertante con algún cierto sentido de variaciones, en el que los ostinato, ocupan lugar preeminente, además de entregar a la pareja de violines, fragmentos de gran dificultad, los que fueron entregados en una excelente performance, por los hermanos Lorena y Marcelo Gonález, mostrando gran afiatamiento tanto en diálogos como en imitaciones, en algunos de ellos además, haciéndolo con gran carácter y musicalidad. Luis Alberto Latorre, que tocó el clavecín y el piano, lo hizo con su habitual profesionalismo; señalaremos aquellas partes para teclado con los solistas, por su sensibilidad en la interpretación; el conjunto de cuerdas respondió con precisión a los claros gestos de la batuta; la versión fue recibida con gran entusiasmo por los asistentes.
Finalizaron con la Sinfonía Nº 2 en Do menor, Op. 17 de Piotr Ilich Tchaikovsky, obra llamada “Pequeña Rusia” como se aludía a Ucrania en esos tiempos.
Su autor que fuera implacablemente acusado por otros compositores rusos, de ser muy “occidentalizado”, además de otros términos similares, sin duda desconociendo objetivamente el hecho que Tchaikovsky, recurra invariablemente al folclor ruso, para incorporarlo en sus obras.
Esta característica es meridianamente clara en esta sinfonía, en la que canciones y bailes son ejes de sus movimientos; la versión ofrecida por la Sinfónica, fue sin duda, de menos a más, ya que su primer movimiento, fue bastante irregular, con entradas poco precisas -a manera de ejemplo, el acorde inicial-, algunos desajustes de pulso y demasiados sonidos crudos, que se contrastaron con secciones muy logradas. Destacaremos en contraste la musicalidad del corno y fagot solistas.
Desde el segundo movimiento en adelante todo mejoró ostensiblemente, pues desde su inicio se obtuvo gracia en maderas y cuerdas, en su juego con el timbal, el desarrollo fue musical con hermosos fraseos.
El tercero, fue bastante logrado, en particular el trío que es la sección central de esta parte.
Brillante fue el cuarto, desde su luminoso comienzo, de extrema precisión y mucho carácter en el fugado, durante el desarrollo destacaron las poderosas progresiones, así como la claridad de articulaciones en las cuerdas; Talmi consiguió un triunfo en el preciso contraste, al presentar el tema cantabile.
Toda la sección final, por su fuerza expresiva, consiguió enormes y merecida ovaciones del público, tanto para Yoav Talmi, como para cada uno de los músicos de la Sinfónica.
Gilberto Ponce.(CCA)