ENCUENTRO DE GIGANTES EN LA FILARMÓNICA .
Asistimos al primero de los dos conciertos, correspondiente al séptimo programa de la Temporada de la Orquesta Filarmónica de Santiago, que dirigió su titular Konstantin Chudovsky, participando como solista en piano Alexei Volodin.
Los gigantes Johannes Brahms y Dmitri Shostakovich, se encontraron para mostrar diferencias y similitudes, en estilo y expresividad.
La introducción del Concierto Nº 1 para piano y orquesta en Re menor, de Johannes Brahms que abrió la velada, mostró como se puede obtener un resultado a la vez poderoso y dramático, con gran manejo de los contrastes orquestales, y una intencionalidad muy definida.
El ingreso del solista, pareció mostrar un mundo expresivo sereno y poético, que bien pudo ser una magnífica contraposición de carácter al presentado por la orquesta; no obstante en su desarrollo estas diferencias, no pueden eludir la férrea unidad que tiene la obra, y es en este punto donde planteamos algunas dudas.
Encontramos que en ciertas secciones el enfoque de Volodin, no fue lo suficientemente coherente con la visión que planteaba Chudovsky en la orquesta, aún más, cuando extrañamente, se produjeron algunos pequeños desfases de pulso, en particular en los enlaces solista orquesta.
Asimismo la poesía que insinuó Volodin al inicio, se diluyó, al tornarla demasiado concreta, incluso con algo de dureza; estas consideraciones están dirigidas a lo expresivo, en absoluto a los aspectos técnicos, donde el solista se mostró soberbio.
De gran expresividad por parte de Volodin fue el inicio del Adagio, luego algunas imprecisiones de pulso en la orquesta en relación al del solista, crearon alguna inquietud, aunque la belleza de esta parte termina imponiéndose sobre cualquier escollo.
Una perfecta unidad de enfoque se echó de menos en el Rondó final, aunque la sección fugada la encontramos totalmente lograda; la cadenza mostró las virtudes expresivas y técnicas de Volodin, tanto como la espectacularidad con que enfrentó el final, muy bien acompañado por Chudovsky y la orquesta.
En el Chopin que el solita ofreció como encore, evidenció su estupenda digitación y técnica.
Un mundo radicalmente diferente se ofreció con la versión de la Sinfonía Nº 6 en Si menor, Op. 54 de Dmitri Shostakovich, obra calificada de muy personal, que aparentemente, no muestra los conflictos de carácter político en que se vio envuelto su autor con las autoridades soviéticas, que calificaban su música de caótica y hasta pornográfica (¿?), bien se sabe que Stalin se mostró en un comienzo muy refractario a Shostakovich, hasta que el compositor logró hacerle creer que sí estaba componiendo, según los dictados del llamado realismo socialista.
Chudovsky logró crear en el primer movimiento, una atmósfera tal, que mantuvo en suspenso casi religioso al público, manejó en forma magnífica contrastes y sobre todo la dinámica pianissimo, de conmovedora expresividad.
Del mismo modo encontramos un logro absoluto, las progresiones dinámico expresivas, desde la nada misma, hasta el más poderoso fortissimo.
No dudamos de los contenidos programáticos de este movimiento, repleto de sugerencias que mantienen en constante tensión y expectativa a los oyentes, hasta su final, que en este caso fue de sobrecogedora belleza; es difícil categorizar el sobresaliente rendimiento instrumental.
La tremenda carga emocional planteada en el bellísimo primer movimiento, se transforma violentamente, en los dos restantes, cuyo carácter se ubica en las antípodas del primero, ambos son mucho más breves, y podemos considerarlos de lúdicos, y porqué no decirlo, hasta burlones, hasta podríamos aventurar una ironía hacia sus censores políticos.
El Allegro que sigue, mostró extrovertido carácter, mediante una total precisión de ritmo y pulso, en un juego genial de contrastes dinámicos; nos pareció soberbia la sección donde las cuerdas llevan un tema rítmico, que se contrasta con el cantábile de maderas y bronces.
El Presto final, mostró finísimas y precisas figuras, en medio del festivo ambiente, que no obstante trasluce algunas sombras; el cuidadoso balance instrumental destacó cada tema y figura, pero sobre todo derrochó musicalidad.
Las largas ovaciones premiaron con justicia, la gran labor de la Filarmónica y Konstantin Chudovsky.
Gilberto Ponce. (CCA)