MAL PASO SINFÓNICO CON FABIÁN PANISELLO.
Luego de una racha de exitosas presentaciones, la Orquesta Sinfónica de Chile, tuvo un severo traspié, en su programa 16, que fue dirigido por Fabián Panisello.
El programa, de singular atractivo, debido a la variedad de estilos que se abordarían, presentó demasiados problemas, tanto de enfoque, como desajustes y precisión de pulsos, a pesar de ello, el momento más alto del concierto fue la estupenda actuación de Luis Alberto Latorre, interpretando el Concierto para piano y orquesta, op. 42 de Arnold Schoenberg, obra que también se vio afectada por el acompañamiento orquestal, debido a los problemas señalados.
Latorre, estrenó hace varios años, este concierto con la Sinfónica de Concepción, confirmando ahora una vez más, que se trata de uno de los mejores pianistas de nuestro país, su enfoque es maduro, y técnicamente sólido, desentrañando cada una de las claves planteadas por Schoenberg, las que no solo quedan en la dodecafonía, pues en varios pasajes, se adentra en el expresionismo, esto involucra, hacer un acucioso estudio de los conceptos dinámicos, y el como abordar fraseos, que hagan más comprensible el discurso.
En este aspecto Latorre triunfó plenamente, no solo por la precisión en la digitación, su manejo en el peso coherente de ambas manos, los contrastes dinámicos, el preciso uso del pedal, y de las articulaciones, pero sobre todo en el carácter, de una obra nada fácil de desentrañar.
El acompañamiento de la Sinfónica, bastante irregular, algunos fragmentos muy logrados, y otros con severos problemas en el aspecto rítmico, asimismo pensamos, que a Panisello, no le preocupó el uso de contrastes dinámicos, solo manejó los pulsos para que la obra no se desbordara.
El reconocimiento que el público tributó a Latorre, le llevó a entregar como encore, un sereno y sugestivo Liszt.
La jornada se había iniciado con una muy débil versión del Vals del Emperador de Johann Strauss, muy alejada de su carácter elegante, sin gracia, y con varios desajustes de pulso, en particular en las transiciones temáticas.
En la segunda parte, abordó dos hermosas obras barrocas, pero extrañamente, el enfoque tanto para Antonio Vivaldi, como para Georg Friedrich Haendel, fue exactamente el mismo.
En esta parte, redujo al mínimo la orquesta, utilizando en casi en todo momento, solo dinámica, piano o pianissimo, algo que replicó en la Camerata Vocal de Juan Pablo Villarroel, desperdiciando la sólida preparación de su director.
El Credo de Antonio Vivaldi, tuvo su mejor momento en el Crucifixus, donde apareció por fin la relación texto música, con una Camerata Vocal cantando de acuerdo a experticia, el resto fue bastante plano.
Finalizaron con una selección del Foundling Hospital Anthem, de Georg Friedrich Haendel, que excluyó las partes solistas y el dúo antes de la conclusión.
No entendemos la razón, de esa supresión, que incluyó solo algunos de los números que Haendel presentó ante el grupo de benefactores, que aportarían fondos, para la terminación de la Iglesia, de ese hospital para niños pobres y huérfanos, puesto que la obra se estrenó públicamente, con las partes omitidas, interpretándose y grabándose de esa forma.
La versión fue poco expresiva, sin ningún énfasis mayor en el texto, algo que suponemos indicación de Panisello, a pesar de la solidez de los cantantes de la Camerata Vocal, incluso resultó desperfilado el Halleluia, del oratorio El Mesías, que el mismo Haendel incluyó, como medio de potenciar la obra, en la búsqueda de fondos.
Un concierto con demasiadas interrogantes, dirigido por el compositor y director Fabián Panisello, que no justificó en esta ocasión, para nada sus pergaminos.
Gilberto Ponce. (CCA)
Gilberto:
Totalmente de acuerdo con tu comentario. Se trató de un concierto muy débil no sólo por el resultado del director, sino además de un programa absurdamente concebido.
Si bien la idea original era enfocarse en una suerte de «evolución musical» -expresamente indicada «De Barroco a la Modernidad»-, de por sí es una fantástica conceptualización programática; sólo que es condición sinen-quanon que exista debida y lógica hilación de todos los elementos en juego.
Aquí se comenzó con el Kaiser Waltzer de J. Strauss, para luego continuar con el Concierto de Schönberg, y una segunda parte Barroca. El punto es que prácticamente había poca relación entre las obras (lo que podría no constituir mayor problema, aunque no deseable en sí mismo), y viéndose agravado irresponsablemente con una errada secuencia cronológica del orden dispuesto, y no cumpliéndose el objetivo del mismo programa, que era apreciar la «evolución»en cuestión, o sea, de lo Barroco a lo Contemporáneo… . Por cierto, si de alguna forma hubieran relaciones internas entre las obras (que no era el caso), quizás alterar las secuencias históricas no habría problema, pero en este caso, forzosamente había que optar por respetar la continuidad histórica, eso habría salvado decorosamente ( y así…) la globalidad del programa.
Siendo esta temporada muy bien diseñada en todos sus elementos, sin duda este programa demostró falencias insalvables en su concepción.
En cuanto al desempeño de Luis Alberto Latorre, no dudo que se trata del Mejor Pianista Chileno hoy en día… , demostró ser un Grande…
Y respecto a Fabián Panisello, suscribo totalmente lo expresado en la crítica, evidenciando no tener afinidad con otro repertorio que no sea sino el Contemporáneo, amén de no tener las mejores dotes de «director»… .
Mis cordiales saludos,
Jaime Torres G.