BILLY BUDD CONMOVEDOR E IMPACTANTE.
Es difícil comenzar los aplausos, luego de la última frase que canta en el epílogo el Capitán Vere, para finalizar Billy Budd la ópera de Benjamin Britten; difícil por la carga emocional que provoca la magnífica puesta en escena, de este estreno latinoamericano, que sin duda debe enorgullecer al Teatro Municipal y a los gestores de su presentación.
Inspirada en la novela de Herman Melville, Billy Budd es un verdadero manifiesto antidiscriminación, pues todo el drama se desencadena producto de la llegada al barco de guerra El Indomable, de un joven “distinto”, que goza la vida, ama su trabajo, aún más le divierte, cree en las personas, no tiene dobleces en su buena intención; lógicamente estas características provocan tanto admiración como rechazo, que finalmente le llevarán a la muerte.
Lo anterior permite establecer una relación con la tragedia griega, el sino trágico ha determinado el fin de Budd desde el comienzo, mientras el coro es testigo interviniente en ciertos momentos; al parecer tampoco es casual que el Capitán Vere, lea la historia antigua de Grecia en sus momentos de soledad, como que al igual que en la Ifigenia clásica, donde los hombres desesperan por no combatir, los marinos del Indomable, sienten lo mismo y se frustran cuando la niebla les impide el combate con los franceses.
El Capitán Vere, un sólido Roger Honeywell, es el poder, quien debe moverse muchas veces entre el bien y el mal; su decisión de no defender a Billy y condenarlo, lo enfrenta a su deber ser, como jefe que cumple las ordenanzas, a pesar de su deseo casi paternal por salvarlo. Roger Honeywell debe desdoblarse como el anciano que recuerda y se recrimina en el prólogo y el epílogo, para asumir luego como el Capitán en el drama; su respuesta vocal y actoral es del más alto nivel.
Claggart representa en cierto modo, las fuerzas del mal, en una relación ambigua con Billy, pues no soporta esa especie de aura angelical que posee el recién llegado; la escena –magníficamente representada y cantada por Andreas Bauer– cuando decide que en un futuro cercano eliminará a Billy Budd, es comparable con la de Yago, cuando canta su Credo del mal, en el Otello de Verdi.
Billy es la inocencia pura, no cree en la maldad de los otros, tiene una excelente disponibilidad ante todo, y hasta su tartamudez –que le jugará en contra, ante las acusaciones de Claggart– le genera simpatías, para colmo es hermoso, incluso algunos le llaman coloquialmente así, brilla en las escenas: cuando es condenado por matar a Claggart, y le pide al Capitán que lo salve, ya que él habría estado dispuesto a dar su vida por él, tanto como en la víspera de su ajusticiamiento, cuando canta esa especie de canción de cuna, ambas son conmovedoras, demostrando la capacidad actoral de Craig Verm, quien posee la voz adecuada para el rol.
El numeroso contingente que completa el reparto – 18 en total- , que mezcla extranjeros con chilenos, todos ofrecieron sobresalientes actuaciones tanto en lo teatral, como en lo vocal.
Brillante el Coro de Niños The Grange School, que dirige Claudia Trujillo, cantando y actuando con naturalidad; en cuanto al Coro del Teatro Municipal dirigido por Jorge Klastornick, se mostraron abrumadoramente perfectos, en voces y como actores, emocionando en cada ocasión; que decir de los momentos previos al frustrado combate, y el desgarrador lamento protesta, luego de la muerte Billy Budd; sin duda están en un momento estelar.
La dirección musical, no pudo estar en mejores manos, que las de David Syrus, conocedor profundo del mundo de Britten, que conjuga lo moderno con alusiones a las canciones populares, manejó en forma magnífica a la Orquesta Filarmónica de Santiago, tanto en lo grandioso, como en la sutilezas, destacando el instrumento preciso, y siempre con el mejor balance. Los interludios dosificaron la tensión entre las escenas, y el acompañamiento del epílogo fue magistral.
Destacaremos asimismo, la forma como concertó a la enorme masa en el escenario, entregando además de entradas y cortes, todas las intencionalidades.
La soberbia puesta en escena, corresponde a una equipo que ha cosechado grandes éxitos en el Municipal: Marcelo Lombardero en règie, la escenografía y proyecciones de Diego Siliano, vestuario de Luciana Gutman y la iluminación de José Luis Fiorruccio; el afiatamiento de este grupo es tal, que el todo pareciera responder a una sola persona.
La règie de Lombardero es ajustadísima al texto y la trama, logrando distinguir personajes, acentuar sus personalidades, logrando movimientos naturales y fluidos de todos los personajes en el cambiante escenario, al tiempo que desarrolla un arco dramático de gran fuerza, alejado de cualquier morbosidad –el tema se presta-, conmoviendo fuertemente en muchas escenas, un logro mayor, colocar al Capitán Vere ya viejo en la platea, como conversando coloquialmente con el público.
Muy hermosa la escenografía y las proyecciones de Siliano, que logran que el barco se “mueva” con las olas, mientras las nubes cambian de tonalidad según la hora del día, metafóricamente bella resulta la celda, en la que Billy espera, en la víspera de su ejecución bajo un infinito cielo estrellado, asimismo es sobrecogedora la imagen de Billy sumergiéndose en el mar, en el epílogo. Todo lo anterior está íntimamente ligado a la estupenda y certera iluminación de Fiorruccio.
El vestuario de Luciana Gutman es riguroso y ajustado a la época y de gran belleza.
Sin duda estamos frente a una de las mejores producciones de los últimos años, debido a que en ella todos los elementos se conjugan en pos de un producto de excelencia, que el público no se cansa de aplaudir.
Gilberto Ponce. (CCA)
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Muy de acuerdo, se trató de un importante estreno y con una producción de excepción.
Saludos atentos,
Jaime Torres
Excepcional la puesta en escena.