VIAJE A LOS ALPES POR LA FILARMÓNICA DE SANTIAGO.
Un enorme programa, fue el llamado “Viaje a los Alpes”, que la Orquesta Filarmónica de Santiago ofreció como parte de su Temporada 2024, bajo la dirección de Pedro Pablo Prudencio, pues no solo interpretaron la monumental Sinfonía de los Alpes de Richard Strauss, también se incluyó otra obra de gran magnitud, el Primer concierto para piano de Johannes Brahms.
Uno de los pianistas más importantes de nuestro país, estuvo a cargo de la interpretación, nos referimos a Gustavo Miranda, quien ha protagonizado jornadas memorables, con los más variados programas, compositores y estilos, razón que le ha significado gozar de una gran admiración, entre el público y la crítica, tanto por su musicalidad como por el profesionalismo del que hace gala.
No obstante, creemos que en esta ocasión no estuvo en uno de sus mejores días, y nos preguntamos, ¿a qué intérprete no le puede ocurrir lo mismo?, supimos que en la segunda función, fue el Gustavo Miranda de siempre aquel que todos admiramos; por ello es que tal vez para nosotros, fue un simple recordatorio de que él como intérprete, también es un ser humano y las circunstancias vitales que le rodean, pueden influir en el resultado de una presentación, lo que sin duda no resta para nada su calidad como artista.
El pianista Gustavo Miranda, durante la introducción orquestal del concierto. foto Patricio Melo
Este concierto de Brahms es una simbiosis entre solista y orquesta, donde ambos tienen la misma importancia, no nos encontramos con una orquesta que simplemente “acompaña”, aquí también es protagonista, con un carácter sinfónico de envergadura, recordemos solo los noventa compases de la introducción del primer movimiento, la que posee una gran fuerza dramática antes de la entrada del piano, con un tema de carácter más apacible, el que engarzará con los diálogos complementarios del desarrollo.
Si bien Miranda entró con su acostumbrada musicalidad, luego tendió más hacia lo espectacular, recordemos los trinos en octavas de una fuerza que consideramos excesiva, esta misma fuerza le restó musicalidad, cosa rara en él, y si ello sumamos algún ímpetu de velocidad que resultó peligroso en la concertación con la orquesta.
Gustavo Miranda interpetando y Pedro Pablo Prudencio dirigiendo la orquesta en Brahms. foto Patricio Melo
El sensible Adagio que sigue, nos reencontró con el musical y expresivo Miranda de siempre, aquí todo fluyó con la orquesta, para obtener un estupendo resultado. El Rondó allegro non troppo que sigue, cuyo tema ahora expone el piano, fue enfrentado por el solista, en forma agitada y aparentemente nerviosa, con tendencia, a nuestro juicio, a la espectacularidad, lo que significó algunos pequeños desencuentros con la orquesta y algún desliz en algunas frases tocadas con demasiada bravura. Para no abundar, nos habría encantado haber escuchado el concierto del día siguiente, donde según opinión unánime, el talentoso Gustavo Miranda volvió a ser el de siempre.
Gustavo Miranda y la Filarmónica, durante el concierto de Johannes Brahms. foto Patricio Melo
La orquesta tuvo un buen rendimiento, destacándose el hermoso sonido de las cuerdas y la musicalidad del corno solista, mientras que el acompañamiento de Prudencio, se ajustó al carácter impreso por el solista.
La segunda parte consultó una obra, que por sus dificultades y número de intérpretes, se ejecuta poco en nuestras temporadas, nos referimos a la “Sinfonía de los Alpes” de Richard Strauss que para ser precisos, se trata del último Poema Sinfónico que produjo el compositor, obra compleja en un solo movimiento que describe una expedición a una de las cumbres de los Alpes, en la que utiliza una enorme orquesta, que incluye además de tubas wagnerianas, una nutrida percusión, órgano, máquinas de viento, truenos y relámpagos, incluyendo un grupo de bronces desde fuera del escenario, material que le permite a Strauss, demostrar su maestría como orquestador, incluso el mismo Strauss habría dicho, refiriéndose a la obra: “Por fin he dominado completamente la orquestación”, y lo dice uno de los grandes maestros en la orquestación sinfónica.
La obra está estructurada en 22 partes o escenas, las que van mencionadas en la partitura, y su duración es variable; se inicia en la noche, luego deviene el amanecer y así sucesivamente sigue la ascensión, sus riesgos y visiones, la llegada a la cumbre, luego durante el descenso, una tormenta los acosa, para volver la calma, hasta la llegada con el crepúsculo; una aventura humana plasmada en música. No es sencillo enfrentar esta obra, ya que a las descripciones físicas se agregan emociones humanas.
Pedro Pablo Prudencio dirigiendo la monumental Sinfonía de los Alpes de Strauss. foto Patricio Melo
Sin temor a equivocarnos, creemos que Prudencio se mostró completamente empoderado de la partitura, por ello su versión fluye con naturalidad, las numerosas progresiones dinámico expresivas llegan a destino con el carácter preciso, su manejo de los contrastes dinámicos, fundamentales en la obra es notable, creando las tensiones necesarias, con destreza dirigió las pequeñas y grandes masas instrumentales, logrando crear imágenes y sensaciones.
La respuesta de la orquesta solo puede calificarse de soberbia, no creemos haber escuchado puntos débiles; las cuerdas con bello, musical y pastoso sonido, sus solos fueron brillantes, al igual que las maderas, cuyos solistas lo hicieron con sensible musicalidad. Los bronces, que esta obra no solo son numerosos pues cumplen un rol fundamental, simplemente asombraron en su perfección y exquisita musicalidad, la nutrida percusión, no se quedó atrás, transformándose en perfecto complemento y soporte para el resto de los instrumentos.
Las ovaciones que surgieron en un atestado Teatro Municipal luego del mágico final en pianissimo, donde la batuta mantuvo el vilo del público por largos segundos, premiaron la labor de cada uno de los integrantes de la Filarmónica de Santiago, que conducida por un inspirado Pedro Pablo Prudencio, lograron una magnífica versión de la Sinfonía de los Alpes de Richard Strauss.
Gilberto Ponce (CCA)
Yo asistí al ensayo general del día antes del estreno,por haber asistido a la tertulia previa nos regalan un ticket,y también asistí al estreno.Sólo soy aficionada y pero me atrevo a decir que me gustó más el desempeño del pianista en el ensayo que en el estreno ,son sensaciones que no puedo explicar,la música la siento,no la analizo,eso queda para el critico.La sinfonía de Strauss me impactó ,una maravilla,creo que no la había presenciado en vivo.Al tener más información previa,en la tertulia,fue posible para mi seguir bastante bien el desarrollo del relato musical de la ascensión a la montaña,la orquesta y la dirección del Maestro Prudencio fueron magníficos,grandes ovaciones fueron el justo premio para los artistas.