BRILLANTE SEXTO CONCIERTO FILARMÓNICO.
Otra jornada brillante, se vivió en el sexto concierto de la Temporada de la Orquesta Filarmónica de Santiago en el que se escucharon obras de Brahms y Shostakovich bajo la dirección de Konstantin Chudovsky.
El conjunto de la calle Agustinas sigue mostrando una calidad y hermoso sonido que sin duda son producto del gran profesionalismo que muestra cada uno de sus integrantes, y por supuesto de la responsabilidad de los maestros a cargo de las presentaciones.
En la primera parte se escuchó el hermoso y complejo Concierto para violín y orquesta. Op. 77 de Johannes Brahms, en el que participó como solista el concertino de la Filarmónica Richard Biaggini.
Considerado como uno de los grandes conciertos para violín, el concierto de Brahms superó ampliamente algunas controversias ocurridas con motivo de su estreno, asentándose como un gran desafío para todos los violinistas a través del tiempo.
La versión que escuchamos evitó objetivamente toda grandilocuencia, que muchas veces atenta contra el lirismo presente en el, y es en este concepto donde la dupla Biaggini Chudovsky logró uno de sus mayores éxitos, pues la sensible dirección fue el sustento para el lirismo tanto íntimo como a veces extrovertido que impuso Biaggini, es así que la batuta logró un balance sonoro que realzó cada uno de los diálogos con algunos instrumentos a solo.
El noble sonido del solista y su musicalidad se acrecentaron con cortes y ataques perfectos de la orquesta, que decir del exquisito manejo dinámico del violín y su expresividad, así como la perfecta fusión entre los pequeños acelerando y retardando entre el conjunto y el solista.
La cadenza del primer movimiento permitió al solista hacer gala de su virtuosismo técnico y expresivo con sutiles pianissimo y sólidos forte.
Destacaremos el desempeño del oboe solista al inicio del adagio en su sensible introducción, este encontró su réplica en el violín que cantó con su instrumento en un movimiento que emocionó a los espectadores.
El tercero mostró al comienzo un sugestivo o pequeñísimo retardando en solista, al final de su primera frase, que acentuó el carácter un tanto zíngaro que tiene este movimiento; en su desarrollo podemos destacar una vez más los diálogos solista-orquesta y el manejo de las expresivas tensiones como en las progresiones, la estupenda versión provocó las más entusiastas reacciones del público que obligó a Biaggini a entregar fuera de programa un virtuoso Tzigane que ratificó todo su talento y musicalidad.
En la segunda parte interpretaron una soberbia versión de la Sinfonía Nº 5 en Re menor, Op. 47 de Dmitri Shostakovich, que creemos se convertirá en un referente en cuanto a versión, pues un Chudovsky inspirado acertó plenamente en el carácter dramático descriptivo que la sinfonía tiene, el que da luces sobre la controversia que se generó luego del estreno de su ópera Lady Macbeth del distrito de Mtsensk, que sirvió para que la dictadura de Stalin prácticamente prohibiera a Shostakovich, este según los dictados del “realismo socialista” había trasgredido las normas que debían construir el nuevo hombre, la respuesta del compositor vino con esta sinfonía donde sin apartarse de su estilo, aparentemente volvía a los oficial, el dictador se dio por satisfecho, por supuesto en su ignorancia musical no captó la ironía expuesta por el compositor.
Poderosos chelos y contrabajos dieron comienzo a la obra con gran musicalidad en la primera frase, que da paso a un desarrollo lleno de sugerentes contrastes, en su carácter dramático, destacamos la intencionalidad de los perfectos fraseos que contribuyó a una espléndida claridad en el cruce de los diferentes temas.
Nuevamente chelos y contrabajos iniciaron perfecta y musicalmente el segundo movimiento que nos conduce a su irónico desarrollo, donde no podemos dejar de señalar la sutileza de los pianissimo y la perfección de los pizzicato, este fue otro de los triunfos de la versión.
El dramático, oscuro e intenso tercer movimiento alcanzó cimas expresivas, no podemos olvidar el bello sonido de las cuerdas en especial los violines, así el como la orquesta logró increíbles pianissimo que mantuvieron en vilo a los presentes, para luego concluir en el emocionante final del esta parte, que lleva a esa fanfarria gloriosa que da inicio a la cuarta parte y final, aquí Chudovsky logró perfectos acelerando y contrastes, en un continuo de progresiones dinámicas y expresivas, que al culminar en el poderoso final, logró que el público se pusiera de pie a ovacionar por más de cinco minutos a la Filarmónica de Santiago y a su director Konstantin Chudovsky, agradeciendo la magnífica interpretación.
Gilberto Ponce. (CCA)
Brillante, no profundo.
Saludos.