ESTRENO DE ARIADNA EN NAXOS EN EL MUNICIPAL.
Las expectativas, frente al estreno en Chile de “Ariadna en Naxos” de Richard Strauss, quedaron relativamente satisfechas, debido fundamentalmente a una puesta en escena que plantea muchas dudas, una dirección musical, solo correcta, alejada del espíritu melódico y dramático planteado por Strauss.
Afortunadamente en el ámbito de los solistas, se contó con un elenco de gran solvencia encabezado por Christine Goerke cantando como “Ariadna” y la “Prima Donna”, imponiéndose con su bellísimo y poderoso timbre, por cierto que no debemos olvidar su presencia escénica, su primera “aria” y el dúo final fueron sobresalientes, a pesar de la régie, que en el dúo final hizo lo posible, porque diluyera su fuerza e interés.
“Zerbinetta”, el contrapunto con Ariadna, lo asumió
Ekaterina Lekhina, quien dio sobradas muestras, de cómo se cantan las coloraturas, que son casi sobrehumanas, agregando una simpática presencia escénica, su descomunal aria “Grossmächtige Prinzessin” fue soberbia.
Richard Cox como “Baco” y el “Tenor”, mostró un manejo vocal muy bueno en el Prólogo, pero como Baco, su volumen fue insuficiente, en particular en el dúo con Ariadna.
Poderosa voz y gran presencia escénica mostró la soprano Gundula Schneider, asumiendo muy bien el papel del “Compositor”; Leonardo Neiva fue un excelente “Profesor de Música”, tanto en lo vocal como en actuación.
A pesar de la deplorable dirección escénica, Patricio Sabaté, se impuso vocalmente como “Arlequín”, así mismo Gonzalo Araya, David Gáez y Leonardo Pohl, hicieron lo suyo para sus personajes, “Scaramuccio”, “Truffaldino” y “Brighella”, Pohl cantó y actuó además muy bien al “Maestro de baile”.
Con enorme profesionalismo fueron representados; el “Peluquero”, un “Lacayo” y el “Soldado” por Pablo Jiménez, Pablo Oyanedel y Claudio Fernández.
Párrafo aparte merece Romanus Fuhrmann, como el “Mayordomo” el único rol solo hablado, con gran proyección vocal y estupenda actuación.
Las “Ninfas de Ariadna” fueron asumidas magníficamente por Pamela Flores, Evelyn Ramírez y Andrea Aguilar, aunque curiosamente la régie, las transformó en personajes cómicos.
La dirección musical de Rani Calderon, fue a nuestro juicio muy débil, al no entrar en el gran arco expresivo de la partitura; en el desafiante Prólogo se debe dar unidad a la interacción de las partes habladas y las breves frases cantadas, Calderon más bien las fragmenta, restándole tensión, en la segunda parte, tampoco estableció diferencia entre la “ópera seria” y los comediantes, el manejo orquestal fue muy plano, sin destacar frases instrumentales, que son a veces complemento de lo que se canta.
No obstante, la respuesta de los músicos fue muy profesional.
La escenografía de Diego Siliano, que traslada la acción desde la Viena original, a un departamento moderno, funciona bastante bien en el Prólogo, no así en la representación de la ópera, al colocar un enorme y pesado escenario, más bien kitsch que barroco, que impide la interacción entre la ópera, con los personajes de la “Commedia dell´Arte” obligándolos a subir y bajar hacia los balcones adosados al escenario, o relegándolos a un segundo plano periférico, además las maquinarias propias del barroco, que introdujo en la escena, se anularon al ser tapados por los personajes y la escasa iluminación.
Marcelo Lombardero encargado de la Dirección Escénica (régie), ha obtenido resonantes éxitos, en otras producciones en este mismo escenario, Tristán e Isolda entre otros, ahora creemos que falla gravemente, al no solucionar una de las claves de esta ópera; específicamente el conflicto dialéctico, entre la ópera seria y la comedia del arte, planteando la sutil ironía de Hofmannsthal y Strauss, como una comedia total, a veces peligrosamente cercana al mal gusto.
Los comediantes, al convertirlos en rockeros, no se diferencian entre sí, haciendo solo gestos exagerados propios de esos músicos; las ninfas se lamentan de la situación de Ariadna, pero sus gestos provocan risas.
Creemos además, que los “tramoyas” que entran y salen, ponen focos, pasan micrófonos o desmantelan el escenario en la última escena, distraen innecesariamente y anulan lo musical.
El vestuario de Luciana Gutman, no destaca mayormente y parece reírse de las representaciones barrocas, como en la vestimenta de Baco.
Se agradece el estreno de Ariadna en Naxos, pero tal vez habría sido importante realizarla, según el plan de su autor, ya que se trataba de la primera vez que se representaba en nuestro país.
Gilberto Ponce. (CCA)