APERTURA DE LA FILARMÓNICA.

APERTURA DE LA TEMPORADA 2015 DE LA FILARMÓNICA DE SANTIAGO.

La Orquesta Filarmónica de Santiago, celebrará este año los 175 años del nacimiento de Piotr Ilich Tchaikovsky, razón por la que sus programas, estarán marcados con la presencia de sus obras.

Konstantin Chudovsky, director titular de la Orquesta Filarmónica de Santiago. foto Patricio Melo
Konstantin Chudovsky, director titular de la Orquesta Filarmónica de Santiago. foto Patricio Melo

Ocasión propicia para que, Konstantin Chudovsky su director titular, ofrezca su visión de la música de uno de los compositores, de mayor popularidad, en todas las latitudes; y de acuerdo a lo escuchado en esta primera jornada, no defraudó, cosechando las más ruidosas manifestaciones de entusiasmo.

Otra de las características de esta Temporada, es que en cada concierto, se incluirá alguna obra de autor chileno, por ende el programa se inició con la Suite para orquesta de cuerdas, Op. 14 de Domingo Santa Cruz, una de las grandes figuras  de nuestro país, ya que a la composición, sumó su invaluable acción como fundador de instituciones señeras para la cultura nacional.

Domingo Santa Cruz Wilson. foto memoriachilena
Domingo Santa Cruz Wilson. foto memoriachilena

La Suite, abarca dos mundos aparentemente opuestos, que Santa Cruz sintetiza; algo del Concerto Grosso, barroco, inserto en el lenguaje moderno propio de su autor, donde la influencia de Hindemith, es indudable, en particular, en las secciones homófonas (melodías a unísono en todos los instrumentos), y en aquellas contrapuntísticas, donde incluso aparecen algunas pequeñas fugas.

Chudovsky, fue en extremo cuidadoso en el ensamblaje, destacó tanto líneas melódicas, como diálogos o imitaciones, resaltando aquellos fragmentos a grupo pequeño en contraste con el grande, algo típico del concerto grosso; al tiempo que manejó muy bien los balances y contrastes dinámicos; las cuerdas de la Filarmónica, dieron cuenta de un excelente rendimiento.

Luego Kotaro Fukuma, que debutó con enorme éxito en el Ciclo Grandes Pianistas, del año 2013, confirmó sus atributos, en una versión de extremo virtuosismo del celebérrimo Concierto Nº 1 para piano y orquesta en Si bemol menor, op. 23 de Piotr Ilich Tchaikovsky, en una versión de gran coherencia de carácter entre el solista y el director.

Piotr Ilich Tchaikovsky. foto theguardian
El joven Piotr Ilich Tchaikovsky. foto theguardian

Aludimos al virtuosismo del solista, pero es justo decir también que en la orquesta, se produjo lo mismo, en particular en el tercer movimiento, donde las articulaciones, acentos e inflexiones, fueron de asombrosa perfección.

Ya en el primer movimiento, se apreció en Fukuma, tanto el peso sonoro, como su musicalidad en el manejo dinámico; la respuesta de la orquesta, a pesar de todas sus bondades, fueron perceptibles algunos sonidos de menor calidad, en particular en las maderas.

También fue llamativa la velocidad, de algunas secciones llamadas de bravura, las que a pesar de lo riesgosas, fueron salvadas en forma brillante por Fukuma, y el acompañamiento de Chudovsky, y su orquesta.

Hermoso canto se apreció en la flauta al inicio del segundo, el que fue replicado por el solista, mientras que las maderas se alejaron en momentos de su habitual excelencia, a la vez que el tema en el corno y los chelos, fue muy sensible. La sección rápida, fue brillante.

Kotaro Fukuma. foto commons
Kotaro Fukuma. foto commons

El tercer movimiento, que presenta monumentales desafíos, técnicos y rítmicos, para el solista y la orquesta, los encontró en el mejor pié, mencionemos los constantes cambios de pulso, de gran perfección, en esta parte Fukuma, fue asombroso en su digitación, en el peso de ambas manos, en la maestría del manejo dinámico, en una fusión perfecta con la orquesta.

Sería mezquino no mencionar, que en varias secciones, lograron emocionar intensamente; por ello no extrañó la reacción enfervorizada del público, llevando a Kotaro Fukuma a ofrecer como encore, una bellísima versión de una canción tradicional japonesa, en homenaje, a las víctimas del Tsunami, cuyo aniversario, se recordaba ese día.

La brillante jornada finalizó, con una poderosa y bella versión de la Sinfonía Nº 5 en Mi menor, Op. 64 del mismo Tchaikovsky, en la Konstantin Chudovsky realizó una progresión que se inició con los oscuros acordes del inicio del primer movimiento, para finalizar con el glorioso y apoteósico final.

Como decíamos, el dramático y pesante inicio a cargo de los clarinetes, que deja luego el “canto”, al resto de las maderas, condujo a una expresiva progresión dinámica, en la que, los contrastes de carácter fueron claramente definidos; todo lo anterior envuelto en un bellísimo sonido orquestal, que fue la constante de la jornada.

El drama expresado por las cuerdas bajas, presentó el segundo movimiento, allí el tema central a cargo, primeramente, en el corno solista -de sobresaliente desempeño-, el que es replicado luego, por una serie de instrumentos solistas, como el clarinete y el fagot, junto a los chelos, todo de gran musicalidad.

Destacaremos además, la sección en pizzicato de la cuerdas con el oboe, de emotiva belleza.

Piotr Ilich Tchaikovsky. foto visionescriticas
Piotr Ilich Tchaikovsky. foto visionescriticas

El tempo de Vals, que sigue, mostró claros diálogos entre familias, a la vez que los rubato (retenciones o aceleraciones de tempo), fueron de extrema naturalidad, creemos geniales los fraseos de la segunda sección y hermosas las figuras melódico-rítmicas.

En el movimiento final, que conduce finalmente a esa explosión de luz y optimismo, fue manejado certera y emotivamente, graduando inteligentemente la llegada al clímax final, que arrancó las más justas ovaciones.

Pensamos que una mención especial, merece el extraordinario desempeño del timbal solista, fue certero y musical, por ello, mereció el reconocimiento entusiasta del público; sin duda, una gran apertura de Temporada.

Gilberto Ponce. (CCA)

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