CUMPLEAÑOS 75 DE LA ORQUESTA SINFÓNICA DE CHILE.
Una de las orquestas más prestigiadas de nuestro país, y que a la vez es la más antigua, la Orquesta Sinfónica de Chile, está cumpliendo juveniles 75 años, y lo decimos así, porque el espíritu que le dio origen se mantiene inalterable, mientras sigue recibiendo a sus nuevos y jóvenes integrantes, que reemplazan, a los que se han retirado.
Ante un Teatro de la Universidad de Chile (Ex Baquedano) desbordante, la celebración se inició con algunas intervenciones algo informales de autoridades de la universidad, y con uno de ellos, leyendo un artículo publicado en El Mercurio, de ese mismo día, y lo peor, pronunciando bastante mal, los nombres de algunos de los maestros que la dirigieron; afortunadamente cerró las intervenciones, el concertino Alberto Dourthé, sobre la misión de la orquesta.
El programa se llamó; Noche Italiana, pues incluyó, coros, arias, dúos y algunos fragmentos orquestales de óperas; si bien el programa es de éxito de público, creemos que la orquesta, no fue el eje del programa, no obstante ser el concierto en homenaje a ella.
La dirección del programa fue de François López-Ferrer, asistente de Leonid Grin, que cuenta solo con 25 años, por ello creemos que ser asistente y alumno de Grin, le entregará la experiencia, para llegar a convertirse en más que una promesa, como lo es ahora.
Su gesto, no siempre es claro, implicó que se produjeran varios desajustes de pulso y carácter, que afectaron algunas de las obras, además creemos, que todavía no tiene la experticia necesaria para un programa de estas características, como es una selección de fragmentos de ópera, que varía demasiado en carácter y estilo.
Esto incidió en que en varias ocasiones, tanto los solistas, como el coro y la misma orquesta no se vieran completamente sumergidos en las obras.
Dos de los grandes cantantes de nuestro país, Paulina González y José Azocar, enfrentaron hermosas y conocidas arias y dúos, mientras que a los Coros Sinfónico y Camerata Vocal de la Universidad de Chile (Director Juan Pablo Villarroel), de excelente desempeño, le correspondieron los fragmentos corales.
El programa se inició con una versión fragmentada y muy plana de la obertura de “La Fuerza de Destino” de Verdi, donde destacaron los solos del oboe, flauta y clarinete.
Desajustes orquestales y poca tensión dramática las voces, caracterizó el “coro de los Gitanos” de El Trovador; el aria de la misma ópera, fue cantada bellamente por Paulina González, y en su segunda sección creemos que el director acertó plenamente en el acompañamiento. Posteriormente, muy sensible fue la versión de la orquesta, para la obertura de La Traviata.
No podemos concordar, con la versión que López-Ferrer hace de «Va pensiero» de la ópera Nabucco de Verdi, en exceso liviana, y peligrosamente cercana al «vals», restándole todo el dramatismo y profundidad, incluso el público reaccionó bastante frío.
Luego vino “Si, mi chiamamo Mimi”, de la Bohème de Puccini, de errático inicio instrumental, debido a la batuta, que incidió en una pasajera, pero notoria desafinación de la soprano, que al superarse durante el desarrollo, maravilló por su progresión dramático expresiva. El dúo de soprano y tenor de la misma Bohème, que cantaron Paulina y José Azocar, fue expresivamente dramático, superando algunos desbalances orquestales.
Uno de los puntos altos, fue el Coro a “Bocca Chiusa” de Madama Butterfly, bellamente cantado y tocado por la orquesta.
Una demostración de la potencialidad de López-Ferrer, se vio en su versión de la obertura, “Las Vísperas Sicilianas” de Verdi, mostrando buen manejo de contrastes y en carácter, reeditando la Sinfónica su habitual hermoso sonido.
Insinuando algo de escena, se cantó el dúo del primer acto de Tosca de Puccini, en una deliciosa versión de los solistas, luego Azocar cantó dramáticamente la hermosa “E lucevan le stelle”, que se inició con el estupendo desempeño del clarinete.
De Mascagni vino entonces, el famoso “Intermezzo” de Cavalleria Rusticana, en una certera versión, que se complementó con la estupenda y dramática versión del coro con soprano solista “Inneggiamo”, de hermosa fusión vocal e instrumental, en otro de los grandes momentos.
De Leoncavallo, José Azocar, cantó una formidable y dramática versión de “Vesti la giubba” de I Pagliacci.
Tres fragmentos de Verdi, cerraron la velada, primero un desajustado coro de Otello, “Fuoco di Gioia”, en el que solo en pocos momentos, López-Ferrer consiguió fusionar a voces e instrumentos, por su gesto ambiguo en pulso.
Azocar cantó posteriormente un exultante “Celeste Aída” y el coro y la orquesta, acometieron, “Gloria all Egitto”, destacaremos la sección central de las danzas, por el bello sonido orquestal.
El público obligó al inevitable “Brindis” de La Traviata, que cerró una jornada, que celebró el 75 cumpleaños de la Orquesta Sinfónica de Chile.
Gilberto Ponce. (CCA)