VIVALDI Y KHACHATURIAN SINFÓNICOS.

SEGUNDO PROGRAMA DEL FESTIVAL DE VERANO DEL CEAC.

Alejandra Urrutia, volvió al podio de la Orquesta Sinfónica de Chile, en el segundo programa del Festival de Verano que organizó el CEAC de la Universidad de Chile, ocasión en que se contrastaron dos estilos diametralmente opuestos, en un programa de gran interés.

Alejandra Urrutia, dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Chile. foto ceac
Alejandra Urrutia, dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Chile. foto ceac

Aunque sin duda la obra que llevó la mayor cantidad de público, fue Las Cuatro Estaciones de Antonio Vivaldi, algo que quedó muy en claro, pues un importante grupo de espectadores, abandonó el teatro al finalizar la popular obra.

Lo que resultó muy injusto, para la Suite del ballet Espartaco de Aram Khachaturian, que recibió una muy buena interpretación.

No habría gustado decir lo mismo, de la versión de las celebérrimas Cuatro Estaciones, pero sus resultados distaron de la excelencia, a pesar de contar como solista, con el experimentado y talentoso concertino de la sinfónica, Héctor Viveros.

Antonio Vivaldi. foto wikipedia
Antonio Vivaldi. foto wikipedia

Una de las primeros aspectos que llamó la atención, fue que la dirección no resultara evidente, pues ni Viveros, ni Urrutia asumieron en propiedad la labor; en algunos casos el solista, marcaba el pulso al inicio, en otras lo hacía Urrutia, mientras que en el desarrollo, no quedaba claro, a quien seguir, razón por la que a la versión, le faltó la necesaria unidad.

Creemos que Héctor Viveros, tiene un concepto bastante diferente al de Alejandra Urrutia; el del solista, es bastante libre, utilizando bastante el rubato, particularmente en las partes lentas, no obstante, este factor no fue bien comprendido por el chelo del continuo, quien para uniformar pulso, abusó del forte y los acentos, en el caso del clavecín, su débil sonido, no logró uniformar el pulso en los tutti, que resultaron desajustados en demasiadas ocasiones.

Héctor Viveros, solista y concertino de la Orquesta Sinfónica de Chile. foto ceac
Héctor Viveros, solista y concertino de la Orquesta Sinfónica de Chile. foto ceac

Las bondades técnicas de Viveros, no fueron suficientes en el abordaje de las partes rápidas, viéndose superado en algunas ocasiones, asimismo, sus fraseos o acentuaciones, no encontraron en el tutti orquestal la respuesta adecuada, perdiéndose unidad en la interpretación.

Si bien para los tutti, aparecieron algunos fraseos y articulaciones interesantes, esto solo llegó hasta ahí, resultando descontextualizadas, sin que fuera evidente su sentido, en una versión que fue bastante plana y poco expresiva.

Pero un aspecto imperdonable, fueron las continuas desafinaciones, que afectaron gravemente varias secciones.

Bien sabemos, que la Sinfónica no tiene hábito de hacer música barroca, esto significa que su abordaje, requiere de estudio mucho más acabado, que el necesario para las obras de repertorio, y aunque tocaron de pie, a la manera barroca, esto no fue suficiente para lograr el éxito, que se merece la obra.

Incluso al finalizar el brillante movimiento final del Invierno, con que finalizan Las Cuatro Estaciones, el público, solo atinó a aplaudir, después que la directora hizo el gesto de agradecer a los músicos; clara demostración de la falta de tensión de la versión.

No nos cabe duda, que Héctor Viveros tiene que haber quedado muy disconforme, sobre todo porque, no respondió a sus muy bien ganados y justos pergaminos.

Retrato de Aram Khachaturian. foto freeclip
Retrato de Aram Khachaturian. foto freeclip

Bastante diferente, fue la versión para orquesta completa de la Suite Nº 2 del ballet Espartaco de Aram Khachaturian, cuyos resultados fueron muy exitosos.

Ahora sí, Alejandra Urrutia asumió con vigor la dirección, de una obra que al parecer, se aviene mucho con su personalidad, y que abordó con gran sentido dramático.

La orquesta le respondió bastante bien, salvo en seguir con mayor dedicación, sus indicaciones de dinámica piano, pero este aspecto pasó a segundo término, por el hermoso sonido general conseguido, y el entusiasmo evidente de casi todos los músicos, por la obra y la versión.

Alejandra Urrutia. foto unosantafe
Alejandra Urrutia. foto unosantafe

El inicio un tanto dubitativo, dio paso al famoso tema, que fue enfocado de estupenda forma por los solos instrumentales, donde destacaron con luces propias el oboe, clarinete y posteriormente los chelos, a ellos se fueron sumando con igual éxito, el resto de las cuerdas y al fin toda la orquesta, todo gracias al manejo estupendo de los conceptos dinámicos, y en particular de los rubato que señalaba la batuta de Urrutia.

En el segundo número, se apreció carácter y buen fraseo, sobresaliendo los solos de las maderas.

El remate del número final, con su frenético ritmo, fue muy bien resuelto, consiguiendo las más merecidas ovaciones del público, que obligó a su repetición.

Un concierto, que dejó muchas dudas en su primera parte, pero que cosechó rotundo éxito en la parte final.

Gilberto Ponce. (CCA)

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