LA TRAVIATA EN EL TEATRO MUNICIPAL DE LAS CONDES.
Luego de haber presenciado la primera función del segundo elenco el viernes 10 y la segunda del primer elenco el 11, nos queda meridianamente claro la necesidad que los cantantes chilenos tengan la oportunidad de foguearse en desafíos grandes, no existe otra forma de alcanzar grandes niveles, es así que el primer elenco mostró ya la soltura necesaria y en el caso del segundo sin duda la alcanzará en las siguientes, la serie se convertirá en fuente de crecimiento artístico.
Por ello es que valoramos y con mucho entusiasmo, la iniciativa del Teatro Municipal de Las Condes de realizar una producción de una gran ópera como es La Traviata de Giuseppe Verdi, y no hacerlo como algo liviano, asumiéndolo con los recursos propios del teatro, y que resulte lo mejor posible, sin pretender competir con nadie, solo con la idea matriz que se llegue a la mayor cantidad de público posible, muchos de los cuales jamás han visto ópera, y de La Traviata cuando más solo conocen el celebérrimo Brindis.
Los organizadores deben estar muy satisfechos, se agotaron todas las entradas para las diez funciones, en la empresa recurrieron a la experiencia de Miryam Singer (Escenografía, vestuario, iluminación y régie) para montar una Traviata, que se apegara lo más posible a los deseos de sus autores, algo que en estos tiempos resulta casi una provocación, el objetivo fue que los nuevos “operáticos” se encontraran con el propósito inicial y no con una propuesta simbólica que muchas veces incorpora elementos perturbadores por lo ajenos. Por supuesto propuestas bienvenidas después de haber visto al menos un par diferente de ellas.
Es así que nos encontramos con una escenografía concreta para cada uno de los cuatro actos y un vestuario acorde al siglo XIX, y una dirección de escena (régie) con múltiples detalles que explicitan aún más el realismo de drama.
A manera de ejemplo, precisión de gestos y movimientos de invitados y sirvientes en el primer acto, o que los invitados se retiren en la madrugada bastante ebrios.
Las acciones cotidianas, que acompañan la acción del segundo acto en la casa de campo, la conmoción de Alfredo en sus diálogos con su padre; el leve desenfreno de los invitados en la casa de Flora, la caída de todas las mujeres cuando Alfredo lanza los billetes a Violeta, pues Alfredo ofende a todas las mujeres y la posterior incorporación (reparación) de estas ayudadas por los hombres; el manejo de movimientos y gestos en el acto final.
La escenografía es en colores pastel en al primer acto, con vestuario en gradaciones de esos colores para las mujeres, y una iluminación de extrema sutileza para destacar a los protagonistas; algo similar en iluminación ocurre en la casa de campo. Tal vez el rojo del tercer acto revele la pulsión sensual de la casa de Flora, mientras el vestuario femenino juega ahora con gradaciones en el mismo color y al negro de los varones se agregan elementos rojos en chalecos o pañuelos, en este acto es donde más se aprecian juegos de iluminación que destacan por ejemplo a gitanas y toreros, o bien la mesa del duelo de cartas, llevando el salón casi a penumbras en el dramático diálogo de Violeta y Alfredo, donde solo se realza la casi contenida pasión entre ambos. El lujo del primer acto se contrasta con la digna pobreza de Violeta en el acto final.
Eduardo Browne condujo la orquesta, a la que vimos en dos facetas, muy contenida en expresión y con sonido no siempre hermoso en la primera de las funciones del elenco dos, particularmente en el primer acto donde encontramos fría la dirección de Browne, aspecto que fue mejorando significativamente en el desarrollo, culminando muy expresivamente.
En contraste con el primer elenco, la orquesta fue un muy buen sustento de cantantes y de la continuidad de la historia, siempre con bello sonido y notable expresividad.
Consideramos estupendo al Coro, voces timbradas, expresivas y con movimientos certeros y naturales, aquí debemos consignar que un grupo de ellos debió internalizar al menos dos roles, ya que se alternaron el papeles comprimarios.
Violeta lo cantó en el segundo elenco Marcela González, ella tiene una gran presencia escénica, y muy bella voz, pero creemos que en el complejo primer acto manejó mal el volumen, siendo algo estridente en sus agudos, mejorando sustancialmente en los actos siguientes; fue emocionalmente natural en el segundo, donde no encontró correspondencia en los otros solistas, y conmovedora en casa de Flora tanto como la escena final.
El tenor Sergio Járlaz fue Alfredo, ese día no estaba en plenas condiciones vocales, pero fue mejorando hacia el final, aunque sin lograr la calidad de otras ocasiones, un aspecto que debe mejorar sin duda alguna, es la actuación, esta es muy poco natural siendo bastante rígido.
Cristián Lorca no estuvo bien al menos en esa función, la prestancia de Giorgio Germont no apareció en ningún momento debido a su esquemática actuación, y no sabemos si esto influyó en que su fraseo resultara demasiado elemental, por lo tanto inexpresivo, solo lo fue en momentos del segundo acto, crucial para el personaje.
Muy convincente en actuación y en muy buenas condiciones vocales estuvo María Constanza Dörr, como Flora creando un notable personaje.
Annina fue asumida por una estupenda Florencia Romero, con hermosa voz, muy musical y excelente actriz; Arturo Jiménez fue un certero Barón Douphol, tanto como Aníbal Fernández en el rol del Doctor Grenvil.
Muy solventes Francisco Espinoza (Gastón), Alejandro Vernal (Giuseppe y el Comisionario) y Cristián Moya (Marqués)
La segunda función del primer elenco, apreciamos indudables avances, con Eduardo Browne muy empoderado en relación a la expresividad y en su relación con los cantantes, logrando un hermoso sonido de la orquesta.
Pamela Flores fue una gran Violeta, con gran dominio vocal y excelente escena, construyó un emocionante personaje, no obstante consignaremos que en el primer acto, que es de enormes exigencias vocales para la soprano, Flores tuvo ciertas dificultades en las secciones más agudas, las que cantó pero en forma incómoda.
Su segundo acto mostró todo el dilema de la protagonista que se ve obligada a dejar a su amado Alfredo, en el tercero toda la duda y temor que le provoca haber llegado hasta la fiesta donde se encuentra Alfredo, en el cuarto cuando muere fue conmovedora.
Brayan Ávila el tenor fue un muy solvente Alfredo, con un estupendo y expresivo desarrollo actoral y muy hermosa voz, su segundo acto fue notable en la progresión dramática y en los contrastes de ánimo tanto con Violeta como con su padre, es así que luego del dolor al creer que Violeta le es infiel llega luego a la ira para seguirla a la fiesta.
El tercero lo mostró arrogante en el juego de cartas y conmocionado al arrojarle el dinero a Violeta, finalmente sinceramente emotivo el los dúos finales con Violeta.
Pablo Oyanedel fue Giorgio el padre de Alfredo, con una muy buena línea de canto, su aria “di Provenza” fue expresivamente hermosa, debido a que frasea muy bien, creó un noble y digno anciano, con apropiada gesticulación tanto al caminar como en el manejo de brazos al abrazar a Violeta. Sin destacar mayormente ni como actriz ni en lo vocal estuvo Jeanethe Munzenmayer como Flora.
Prestancia escénica y buena proyección vocal tuvo el Barón de Nicolás Suazo, y muy bien el Doctor de Pablo Santa Cruz, Annina lo cantó muy expresivamente Carla Paz Andrade y en general bien Alexis Valencia y Juan Claudio Contreras, en el resto de los comprimarios.
Una función largamente ovacionada, interrumpida por los aplausos en muchas ocasiones, mientras que a la salida una adolescente pedía: “papá quiero ver esto nuevamente”, si el objetivo era crear nuevas audiencias, sin duda, fue conseguido.
Gilberto Ponce. (CCA)