VADIM REPIN Y LA SINFÓNICA DE ESTAMBUL.
En la serie de Conciertos Internacionales que organiza CorpArtes en su estupendo teatro, se presentó el famoso violinista ruso Vadim Repin acompañado de la Orquesta Sinfónica de Estambul dirigida por Milan Turkovic.
Presentación marcada por la extraordinaria performance de Repin y la regular presentación de una orquesta, que creemos está bastante alejada de la calidad del violinista.
La Sinfónica de Estambul bajo la dirección de Turkovic, solo consiguió resultados satisfactorios en la obras de autores turcos, en las que demostraron mucho carácter, afinidad y entusiasmo, como ocurrió en la Suite Telli Tuma de compositor turco Nevit Kodalli, que plantea una buena síntesis entre lo oriental y lo occidental, mostrando buen manejo dinámico y certeros ritmos, algo que lamentablemente se diluyó en Sibelius y Dvorak.
Pero sin duda el eje del programa, estaba en la interpretación del bellísimo y complejo Concierto para violín y orquesta en Re menor, de Jan Sibelius, interpretado en el Stradivarius de Vadim Repin, obra en la que el solista realizó un extraordinario trabajo, demostrando ampliamente el porqué ocupa el lugar que tiene en el mundo de la música.
Precisamente en esta obra fue donde se produjo una suerte de divorcio entre solista y orquesta, con un director (Turkovic) que más bien se limitó a marcar pulsos, muchos de ellos lentos, tanto que el solista tuvo que gesticular con el arco para intentar apurarlos, no obstante estos inconvenientes Repin mostró toda su maestría y bello sonido, con estupendo fraseo y manejo de las tensiones, que en ese concierto en particular se presentan, no olvidemos que lo introspectivo juega un rol muy importante a lo largo de el. Su técnica le permite hacer escuchar con nitidez las diversas voces de las dobles cuerdas, tanto como los armónicos.
El primer movimiento plantea un diálogo solista orquesta, cuyo carácter fue respondido por el conjunto solo en algunas secciones, destacaremos en particular el duro sonido de los bronces. La cadenza de Repin fue verdadero lujo en musicalidad y virtuosismo.
En el Adagio di Molto consideramos que la orquesta se mostró errática en fraseos y pulsos, y particularmente con deficiente balance instrumental con el solista, quien no encontró respuesta en ellos a su poética y musical expresividad.
Asimismo el movimiento final Allegro, ma non tanto, fue iniciado por la orquesta difusamente en esa suerte de ostinato rítmico-melódico, mientras en Repin se evidenciaba molestia por ese hecho, no obstante el solista jamás perdió pulso ni musicalidad, adentrándose en los más profundo del espíritu que Sibelius imprimió a la obra.
Al final el público agradeció largamente la versión de Vadim Repin, para uno de los más complejos y hermosos conciertos para violín que se haya escrito, y que si duda merecía una orquesta mejor para acompañarlo.
Finalizó el concierto con la Sinfonía Nº 8 en Sol mayor, Op 88 de Antonin Dvorak, en una versión muy irregular, con fragmentos muy logrados contrastados con otros de afinación dudosa, balance instrumental descuidado, y sonido no siempre pulcro, algo llamativo pues sí hubo momentos muy hermosos en sonido, como en la fila de chelos, o en las frases cantabile de los violines.
Rescataremos lo que a nuestro juicio fueron los mejores logros de la Sinfónica de Estambul, el canto de las maderas en el segundo movimiento, replicado muy bien por los violines, la musicalidad de las cuerdas en general en el Allegretto grazioso, tanto como el carácter de la segunda sección.
Creemos que esta orquesta no respondió a los pergaminos adjuntos en el programa de mano, mostrándose distante de otros conjuntos que nos han visitado.
Gilberto Ponce. (CCA)