RINALDO ALESSANDRINI CONDUCE LA FILARMÓNICA. (Segunda función)
El inicio de la Temporada de la Orquesta Filarmónica de Santiago, permitió apreciar la potencia artística, de uno de los más experimentados directores en música barroca y clásica, nos referimos a Rinaldo Alessandrini, músico de vasta carrera, que nos visitara hace algunos años, conduciendo el famoso “Concerto italiano”.
En el remozado y siempre hermoso Teatro Municipal, la orquesta enfrentó un programa en base a sinfonías de Haydn y Mozart, repertorio que está abordando en este momento Alessandrini.
Una de las primeras consideraciones que debemos hacer, es el notable y bello sonido obtenido por el director, cercano a los conceptos propios del barroco tardío y del rococó, utilizando articulaciones y fraseos propios de la época; al limpio sonido agrega en ciertos momentos, efectos como las “notas soufflé”, o acentuaciones que pueden sorprender, pero correspondientes al concepto musical de Alessandrini.
En la primera parte se escuchó al inicio la “Sinfonía N° 38 en Do mayor” conocida también como “del Eco” de Franz Joseph Haydn, en ella Alessandrini otorgó especial importancia a la claridad de las voces, tanto como a contrastes y juegos dinámicos, fundidos en un brillante sonido, característica que se apreció en el primer movimiento.
Una verdadera joya fue el “Andante molto” siguiente destinado solo a las cuerdas, que fue de una finura exquisita en sus diálogos, tanto como en los “ecos” de inusitada perfección.
En algo poco usual, Haydn otorga en los movimientos finales un rol preponderante de gran exigencia al oboe, el solista tuvo un desempeño de gran calidad, en particular en el movimiento final; elegante fue el “Minueto”, cuidadoso en sus balances en lo exquisito de su interpretación, como algo novedoso, es en el “Trío” o sección central, donde el oboe es exigido notablemente, pensamos que el solista no resaltó lo suficiente su parte, en contraste al cuarto movimiento, donde sí logró un sobresaliente cometido.
El cuarto, los bronces lo iniciaron con precisión dubitativa y aunque el carácter fue muy logrado, en algunos momentos perdió cohesión: adjudicamos estos pequeños desajustes, a los imponderables de las versiones en vivo.
La otra sinfonía, la “39 en Sol menor” de Haydn que se interpretó al inicio de la segunda parte, mostró gran parte de los atributos de la N° 38, a ellos se agregaron a manera de ejemplo, el balance perfecto entre los cuatro cornos exigidos y el resto de los instrumentos, una versión con pocos preciosismos, pero de gran homogeneidad.
El “Andante” que le sigue mostró una cierta gracia irónica, hermoso juego con los silencios y musicales diálogos entre familias, el “Minueto” de gran precisión, siendo el ”Trío” de extrema gracia; el jubiloso y exultante final, que a ratos recuerda la sonoridad de Gluck, encantó por su musicalidad, en esta sinfonía, al igual que en las otras obras, el director optó por hacer finales cortos, es decir reduciendo la duración de las blancas o redondas, con las que finaliza cada movimiento, reviviendo la costumbre impuesta hace varios años, lo que resta efectividad a los finales escritos por el compositor.
Las versiones de las «Sinfonías N° 39 en Mi bemol mayor» y la «41 en Do mayor, Júpiter” de Wolfgang Amadeus Mozart, demostraron una vez más el sólido y hermoso sonido de la orquesta conseguido por Alessandrini, aún más, profundizó en una serie de preciosismos, que sin bien maravillaron por su perfección, restó nervio interior a las versiones, además introdujo una serie de cambios de velocidad, particularmente en la sinfonía Júpiter, llevándola a una lentitud peligrosa, que casi termina con la necesaria tensión impuesta por Mozart.
No podemos obviar el brillante desempeño de las cuerdas, así como el cálido sonido de las maderas y el buscado brillo sonoro de los bronces, sumado los perfectos cambios de pulso y contrastes.
Una tarde que se recordará, por el magnífico y solido sonido logrado por Rinaldo Alessandrini, en una Filarmónica tocando al más alto nivel.
Gilberto Ponce (CCA)