TIMOTHY CHOOI y LUIS ALBERTO LATORRE EN LA BEETHOVEN.
Continuando la brillante Temporada Internacional de Conciertos Fernando Rosas, que organiza la Fundación Beethoven, en el Teatro Municipal de Las Condes, se presentó el joven y notable violinista canadiense Timothy Chooi, quien actuó acompañado del estupendo pianista chileno Luis Alberto Latorre.
Impresiona escuchar a este joven de solo 20 años, en un repertorio tan variado como exigente, en el que muestra no solo una sólida técnica, pues es dueño de una natural musicalidad; tal vez más de alguien podrá decir que en alguna de las obras le faltó, mayor profundidad, pero creemos que esta, llegará con la madurez propia de la edad más adulta.
Ahora muestra, infalible afinación, hermoso sonido, en un amplio marco dinámico, muy certero en los estilos, y sobre todo, sin el menor aspaviento, dejando que su acompañante, también pueda mostrar toda su potencialidad musical.
No creemos equivocarnos, al sostener, que difícilmente se pudo encontrar mejor acompañante que Luis Alberto Latorre, quien siempre se convierte en una figura de tremenda autoridad musical.
Incluso podríamos asegurar, que en muchos debe haber quedado la impresión, que ambos artistas, venían tocando juntos desde hace largo tiempo, pues ese es el nivel de afiatamiento del que estamos hablando.
Estupendos contrastes fueron apreciables, en la versión de la Introducción y Rondó Caprichoso en La menor de Camille Saint-Saëns, con el que dieron por iniciada la presentación, en el Chooi mostró sonido sutil y poderoso, con articulaciones y fraseos que intencionaron el carácter de la obra, la estupenda técnica del violinista, encontró en el piano de Latorre, la perfecta contraparte.
Las muestras del extraordinario afiatamiento de ambos, se corroboró con la versión que ofrecieron posteriormente de la Sonata para violín y piano Nº 7 en Do menor, Op. 30 de Ludwig van Beethoven. La versión se caracterizó por lo cantabile, y los exquisitos diálogos entre ambos, junto a una gran expresividad, en su primer movimiento, luego el Adagio, lo convirtieron en un verdadero lied (canción), en el que el legatto del violín se contrastó con las articulaciones no ligadas del piano, invirtiendo sus roles en la segunda sección, mientras manejaban con destreza los contrastes y progresiones.
Jubiloso fue el Scherzo, en sus juegos rítmicos y contrastes dinámicos, con una gran intencionalidad en sus diálogos; el Allegro final, mostró una poderosa fuerza expresiva, no por ello menos cantabile, la que a ratos sonó casi como ira contenida, la Coda, fue brillante y de gran virtuosismo.
Las enormes dificultades de la Sonata Nº 2 en Re mayor, de Sergei Prokofiev, cuyo original fue para flauta y piano, fue un lujo de escuchar, debido al maestro manejo de contrastes dinámicos y el de las secciones rítmicas y cantabile, aquí, como en los otros movimientos, aparecen alusiones a su ballet Romeo y Julieta.
El Scherzo, repleto de desafíos, permitió a ambos intérpretes mostrar todo el virtuosismo del son capaces, como no mencionar la finura y expresividad del pizzicato del violín, y el acompañamiento del piano, en ese casi ostinato rítmico melódico.
La melodía irónica y expresiva del violín, del siguiente, se acentuó, con el acompañamiento del piano: geniales fueron las articulaciones y arcos de Chooi en el movimiento final , cuyo virtuosismo fue replicado por un brillante Latorre, en un juego en que cada dificultad encontró en ellos, la mejor respuesta.
El Tzigane de Maurice Ravel, cuya introducción es un gran desafío para el violín, mostró la excelencia y virtuosismo de Timothy Chooi, tanto en los armónicos como en glissando, con expresivos y hermosos pianissimo, luego las partes de corte más popular (gitanas), ya acompañadas del piano, fueron vertidas en el más perfecto estilo, tanto en las partes melódicas, como aquellas casi salvajes.
Las ovaciones, les llevaron a ofrecer como encore un sensible y exquisito Fritz Kreisler.
Una visita que colmó las expectativas de los presentes.
Gilberto Ponce. (CCA)