VIAJE A LO MÁS PROFUNDO DEL ALMA.
CUARTETO BORODIN INAUGURA TEMPORADA DE LA FUNDACIÓN BEETHOVEN.
Si se afirma que la música de cámara, es la expresión más profunda de los sentimientos humanos, es precisamente eso lo que hizo The Borodin Quartet, en su reciente presentación, al inaugurar la Temporada Internacional de Conciertos Fernando Rosas, que auspicia la Fundación Beethoven, al dar la más perfecta muestra de cómo interpretar, una de las formas más bellas de la música.
Ellos transforman sus instrumentos en verdaderas voces, mostrando ya sea con delicadeza o fuerza, estos verdaderos espejos del alma, como son las obras que interpretaron.
En su interpretación no existen dudas en fraseo, articulación y matices, sus ataques y cortes son precisos y de enorme musicalidad, cada voz fluye con naturalidad, entramando una polifonía de extrema belleza.
La primera de las joyas presentadas, fue el Cuarteto Nº 3 en Si bemol mayor, Op. 67 de Johannes Brahms, obra en la se mezcla la introversión con ciertos elementos de luz y optimismo, hablamos de un compositor en plena madurez, que está indagando en nuevas variables de la expresión, lo que a veces podría convertir sus obras en enigmas a resolver, siempre a través de su innegable genialidad.
El primero de sus cuatro movimientos lo enfocaron con bello fraseo, sensibilidad en las progresiones y contrastes, pero conservando el carácter semi lúdico que tiene. El Andante que sigue, fue a la manera de un dolido lied, pleno de emociones, donde no podemos dejar de destacar los soberbios pianissimo.
Un fantástico juego de arcos y articulaciones, marcó el tercero (Agitato) que no elude el carácter popular, acentuado por los exquisitos pizzicato.
A la manera clásica se inicia el cuarto, que presenta el tema que será objeto de variaciones, que adquieren gran vivacidad algunas, mientras que otras son íntimas y sensibles.
Sin duda la versión fue una de las más hermosas que hayamos escuchado, llegando a conmover a los presentes, que se rindieron ante ella.
Que mejor que escuchar obras rusas, por un conjunto ruso, en razón a la cercanía espiritual que tienen con el compositor, por ello es que la versión del Cuarteto Nº 3, en Mi bemol mayor, Op. 30 de Piotr Ilich Tchaikovsky, uno de los máximos representantes de la música rusa, la consideramos una versión memorable.
Desde su entrañable inicio, con esa inefable melodía que envuelve desde el primer compás, donde el primer violín o bien canta o se disuelve en el entramado del resto, para luego en conjunto resolver los verdaderos vericuetos melódico-rítmicos, que finalmente conducen al final de carácter elegíaco, cuando violín y viola sustentan la melodía.
En el segundo, que en algo se asemeja a un rondó, fueron exquisitos los juegos contrastantes, destacando el hermoso sonido de la viola, que en esta parte tiene gran presencia.
De sobrecogedora belleza fue el siguiente, con su ambiente de marcha fúnebre, en cuyo inicio el violín vuelve a ser predominante; en el desarrollo fueron inolvidables los pizzicato y perfectas las progresiones dinámico-dramáticas.
Que despedida más hermosamente dolida, tiene a cargo el violín segundo; detalle muy importante es que cada intérprete jamás busca un falso protagonismo, este surge en el momento justo, de acuerdo a lo expuesto por la partitura.
El último, tiene un carácter más optimista, en el los visitantes atacaron con precisión todos los desafíos de carácter rítmico, demostrando una vez más su enorme musicalidad.
Sin duda esta presentación del Cuarteto Borodin, será recordada como una de las más importantes, debido a su alto valor artístico.
Gilberto Ponce. (CCA)