THAÏS CLAUSURA TEMPORADA DE ÓPERA 2010.
Injustamente dejada de lado, por no contener, “la suficiente cantidad de sangre” según un espectador, es “Thaïs” la ópera de Jules Massenet, título que cerró la Temporada de Ópera 2010 del Teatro Municipal de Santiago.
En verdad, esta es una ópera donde la introspección juega un papel demasiado importante, en ella se encuentran contados momentos de arrebato emocional, no existen los dúos de amor y grandes escenas de masas corales.
Athanaël y Polemón en la comunidad Cenobita. Foto Teatro Municipal.
Sería demasiado pedir para una historia de conversión religiosa, a la que Massenet le otorgó la cantidad justa de emocionalidad, llevándola casi al ascetismo musical, pues una de sus constantes es la nula evolución sicológica de los personajes, que solo presentan diversos “estados” emocionales, como el deseo de Athanaël por convertir a Thaïs al cristianismo, la conversión de esta, y su posterior muerte debido al esfuerzo desplegado para llegar al convento en donde se recluiría, mientras su gestor descubre que estaba enamorado de ella, cuando ya es demasiado tarde.
Incluso la conversión de Thaïs está marcada por un fragmento instrumental, la famosísima “Meditación” que se convertirá en una suerte de leitmotiv hasta el final de la ópera.
Los aspectos señalados plantean entonces desafíos enormes al regisseur, que se ve ante una ópera bastante estática, cuya fuerza está en la interpretación musical, tanto como en el manejo de los tiempos de la régie.
En este sentido, creemos que las soluciones de Pablo Núñez, quien asumió Régie, escenografía y vestuario, fueron completamente exitosas y de buen gusto; escenografía limpia y sugerente de los espacios descritos, a manera de ejemplo, el contraste entre la comunidad cenobita y el palacio de Nicias, el vestuario de gran belleza y funcionalidad, aunque su mayor logro, está en la régie, cuidadosa hasta el extremo de mover a monjes o a los cortesanos de Nicias, según el ritmo de la música, es impresionante la escena de los cenobitas, tanto como aquellas escenas entre Athanaël y Thaïs, que a lo más deben sugerir los sentimientos del primero, salvo al final cuando ya es demasiado tarde.
Fiesta en la casa de Nicias. Foto Teatro Municipal.
Relacionado con lo anterior, está la dirección de Jan Latham-Koenig, que consideramos un total acierto, consiguió de la orquesta un sonido hermoso y musical, con balances que destacaron intencionalidades, la fusión lograda entre sus músicos, cantantes y coro es digna del mayor elogio, pues captó plenamente el espíritu de la obra.
Nos parece justo destacar el solo en violín de Hugo Arias, para la “meditación”, por su extrema musicalidad, base esencial en la conversión de la protagonista.
Cantantes.
Una espléndida Elizabeth Futral encabezó el elenco, a su belleza natural, aporta su voz con la que aborda estupendamente todas las dificultades del rol, sus forte sólidos, pianísimos de gran dulzura, junto a inflexiones que le hicieron recrear el personaje en forma inmejorable, las ovaciones del final fueron más que merecidas.
Athanaël fue cantado por Christopher Robertson, desafortunadamente el barítono se encontraba en la función del día 29, bastante enfermo, incluso se le vio toser en varias oportunidades, por lo que sería injusto hacer un juicio, solo señalar los ingentes esfuerzos realizados para poder cumplir, al final el público los reconoció, pero él señaló gestualmente que eso no era merecido.
Gonzalo Tomckowiack fue Nicias, demostrando en el breve rol, que tiene material vocal como para compartir con figuras extranjeras, en actuación debe adquirir mayor naturalidad.
Palemón fue cantado y actuado muy bien y en propiedad por Ricardo Seguel, mientras que en gran forma cantaron y actuaron como cortesanas Pamela Flores y Miriam Caparotta.
Lina Escobedo y Pablo Jiménez completaron profesionalmente el elenco.
Ahora, un lugar común, el Coro de Teatro Municipal dirigido por Jorge Klastornick en el soberbio nivel a que nos tiene acostumbrados.
La muerte de Thaïs en el covento de Albine. Foto Teatro Municipal.
Un estreno de nivel internacional, tanto por los cantantes, como por la hermosa puesta en escena, cuya responsabilidad recayó en Pablo Núñez.
Gilberto Ponce. (CCA)