LEONID GRIN DIRIGE LA TERCERA SINFONÍA DE MAHLER EN EL CEAC.
En el sexto concierto de la Temporada oficial de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, se escuchó una de las obras más monumentales de la historia de la música, nos referimos la Sinfonía Nº 3 en Re menor de Gustav Mahler, que Leonid Grin dirigió a una solista, la sección femenina de los Coros Sinfónico y Camerata Vocal de la Universidad de Chile y al Coro de Niñas del Colegio Almendral de La Pintana.
La vida de Mahler fue una verdadera odisea de carácter espiritual, pues a lo largo de ella el autor buscó intensamente en diversas fuentes un reposo trascendente, bien se sabe que desciende de una familia judía tradicional, no obstante se ve constantemente tensionado por el cristianismo, finalmente se bautizará como católico, pero sin abandonar ideas panteístas.
Sus obras reflejan este azaroso camino, dejando en claro la constante inquietud que en este ámbito vivió el compositor, tal vez esta sea la razón que le llevó a utilizar tanto la palabra en sus obras, recordemos que podemos encontrar textos orientales, cristianos y muchos de la tradición popular germánica, que se cruzan con algunos de Nietzsche o de Goethe.
Esta sinfonía es casi una síntesis de este vagar, y no es menor que haya llevado como subtítulo el de “La Gaya Ciencia” obra de Nietzsche y tome el Poema de la Medianoche de Así habló Zaratustra, para incorporarlo antes del movimiento donde utiliza un poema del ciclo El cuerno mágico del Juventud, en un vuelco a lo cristiano.
Incluso los nombres de cada movimiento nos hablan de esa mirada panteísta y religiosa; 1.- “El dios Pan hace su entrada triunfal”, 2.- Lo que me dicen la flores de la pradera, 3.- Lo que me dicen los animales del bosque, 4.- Lo que me dice la Medianoche, sobre el poema de Nietzsche, 5.- Lo que me dicen la campanas de la mañana, sobre una poesía de carácter religioso, para finalizar con el sexto; Lo que me dice Dios o el Amor, como vemos una aventura expuesta con una enorme orquesta, una mezzosoprano solista y dos coros.
La versión de Leonid Grin tuvo una serie de valores en particular el carácter que imprimió a los diversos movimientos, donde plasmó en gran medida su trasfondo, sin embargo para el logro pleno de sus ideas tuvo en contra la deficiente acústica del Teatro del CEAC, que amplifica los errores instrumentales e impide conseguir balances entre familias, además como se trata de un escenario pequeño los coros se ubicaron de forma tal que no fue posible esa suerte de antifonía entre el coro adulto y el de niños, y aún más, según nuestro parecer al colocar a las niñas entre las sopranos y las contraltos, sus timbres se confundieron sin el necesario contraste en sus voces.
Independiente de lo anterior es necesario consignar la estupenda preparación de ambos conjuntos, Juan Pablo Villarroel en el femenino y Marcela Serrano las niñas, que debieron tratar de suplir el timbre de los niños varones pedidos por Mahler.
Algo importante de destacar, es el enorme interés que provoca la programación de obras de Mahler, en esta oportunidad, al igual que en otras el teatro se encontraba atestado de un público ansioso de escuchar, particularmente esta sinfonía que ejecuta tan poco.
El extenso primer movimiento tuvo luces y sombras, con secciones de bello sonido y gran sentido del carácter, destacamos los unísonos de los cornos del inicio, poderosos y musicales, algún desliz de algunos en algún momento posterior no empañó el total, asimismo las partes del solista a lo largo de toda la obras, fueron notables.
Si bien habría que destacar la excelencia algunos de los frecuentes solos instrumentales, lo más sensible fue el sonido crudo de algunas familias en algunos fragmentos, tanto como una afinación dudosa particularmente en chelos y contrabajos, agreguemos un balance instrumental donde maderas y bronces excesivos en sonido tapando muchas veces a las cuerdas, que en general tuvieron un gran rendimiento, los solos del concertino fueron hermosos y musicales.
Las partes más íntimas del segundo movimiento fueron un gran logro destacándose el oboe solista, además a nuestro parecer este movimiento fue uno de los más exitosos, en el tercero se destacó la musicalidad de la trompa de caza, que toca desde fuera del escenario, logrando un instante de magia.
Una de las partes más hermosas es el breve cuarto movimiento donde una mezzosoprano canta el texto de Nietzsche, que fue cantado por Nora Sourouzian, ella tiene una hermosa voz, muy afinada y estupenda presencia, pero su interpretación la encontramos un tanto inexpresiva sin lograr la trascendencia del texto, pero esto perfectamente puede una apreciación personal.
En el quinto además de la solista cantan los coros, su carácter fue logrado y la conjunción solista coros plenamente conseguida.
El movimiento final, otro de los extensos, fue muy bien abordado por Grin desde la idea inicial que lentamente se desarrolla en expresividad para culminar en la gloriosa afirmación del sentido del Amor y Dios.
Una versión de la que se pueden objetar algunos elementos, pero que indudablemente refleja el sentido que Leonid Grin quiso darle de acuerdo a lo expuesto por Gustav Mahler.
Gilberto Ponce. (CCA)