SOBERBIA «TOSCA» ESTELAR.

En la última función de la ópera “Tosca” de Giacomo Puccini, se conjugaron muchos factores para hacer de ella un éxito de primera magnitud

En verdad, y tal como indica el nombre de la serie, se trató de una “función estelar”, dando cuenta de ello el público, que repletaba el Municipal, interrumpió en muchas oportunidades, para aplaudir con el mayor entusiasmo.

Las causas; a un notable equipo de cantantes, se sumó la dirección de Pedro Pablo Prudencio, que logró una simbiosis total entre lo ocurría en el escenario, y la música que provenía del foso de la orquesta.

Su visión de la ópera es unitaria, exponiendo un arco expresivo  desde su inicio, hasta el último acorde; su concepción, convierte a la orquesta en otro personaje, de exquisita musicalidad, haciendo sobresalir en el momento preciso, frases o intencionalidades, que complementaban lo que ocurría en el escenario.

La orquesta se contagió con el nervio impuesto por la batuta, logrando un resultado óptimo, al mismo tiempo, al seguir atentamente el director el canto de los solistas, logra una coherencia absoluta con los fines dramáticos.

El rol protagónico, estuvo a cargo de Marcela de Loa-Holzapfel, soprano chilena que tiene una importante carrera en Alemania y el resto de Europa, a su hermosa voz, solo algo débil en la zona grave, agrega una formidable intuición como actriz, por ello se impone en el escenario, otorgando a su personaje, una variedad de facetas que lo enriquecen, realizado siempre con gran elegancia, por ello su «Tosca» es: refinada, coqueta, celosa, acongojada y valerosa, rasgos con los que encanta y emociona.

Fue exquisitamente celosa en el primer acto, desgarrada y valerosa en el segundo, su “Vissi d´arte” conmocionó al público, que la ovacionó; del mismo modo, su trío con Scarpia y Mario, en ese mismo acto, fue avasalladoramente expresivo, en el tercero y final, la vimos confiada, amorosa y casi enloquecida antes del suicidio.

A Marcela de Loa Holzapfel, se le cree, algo similar ocurrió con el resto de los cantantes, Andrés Veramendi, hace de “Mario Cavaradossi” un pintor idealista y enamorado, que es capaz de comprometerse en causas mayores, consiguió sus primeras ovaciones, al inicio del primer acto, con “Recóndita armonía”, en el segundo realizó una espléndida evolución del personaje, y su desgarrado grito “victoria”, casi le quiebra la voz, en el tercero emocionó con su aria “e lucevan le stelle”, luciendo su bello timbre.

Homero Pérez-Miranda barítono chileno-cubano, creó un sádico refinado y lujurioso, con gran presencia escénica, que suma a su cálido timbre, espléndido fue segundo acto, haciendo odiable su “Barón Scarpia” por lo libidinoso y cruel. Creemos más que acertada la decisión de entregar estos roles, a este grupo de estupendos cantantes.

El Coro del Teatro Municipal que dirige Jorge Klastornick, espléndido en cada una de sus intervenciones, no solo cantando, también actuando.

David Gáez, perfiló con buena voz y muy bien al fugitivo “Angelotti”, al igual que Gonzalo Araya, como “Spoletta”, bastante débil la voz de Pablo Jiménez encarnando a “Sciarrone”, y con presencia escénica y gran voz, fue Arturo Jiménez como el carcelero, en esta ocasión, cantó sin accidentes Andrea Bettancourt como el pastor. Ya habíamos comentado la estupenda actuación de Ricardo Seguel como el «Sacristán».

Una vez alabamos la escenografía y vestuario de Pablo Núñez, tanto como la acertada régie de Pier Francesco Maestrini.

Una gran función, que el público no se cansó de aplaudir, debido a las excelencias mostradas sobre el escenario.

Gilberto Ponce. (CCA)