FORMIDABLE SEXTA DE MAHLER POR IZQUIERDO.
La ovación que recibió Juan Pablo Izquierdo, al ingresar al escenario del Teatro Municipal de Santiago, para dirigir su versión de la Sexta Sinfonía de Gustav Mahler, fue vaticinio de lo que venía.
Más de diez años transcurrieron, desde que el maestro Izquierdo dejara la titularidad de la Orquesta Filarmónica de Santiago, orquesta que había reestructurado, llevándola a un nivel internacional; ahora su retorno, conduciendo Mahler, causó enorme expectación entre los melómanos y fanáticos del compositor; expectativas que fueron satisfechas en abundancia, en uno de los mejores conciertos que hemos escuchado en los últimos tiempos, entre los cuales, varios de ellos son de la Filarmónica de Santiago.
Izquierdo mostró el más absoluto imperio en el lenguaje y espíritu mahleriano, manejando la enorme orquesta de ciento cinco músicos, con una maestría propia de un músico en plena madurez, donde cada gesto o indicación apunta a lo esencial de cada fragmento.
Las sinfonías de Gustav Mahler, no solo contienen mensajes implícitos, pues muestran gran cantidad de imágenes, sentimientos y reflexiones, a través de una orquestación genial, no olvidemos que el compositor, era un estupendo director de orquesta, por ello sabía perfectamente lo que quería que sonara, a eso apunta siempre su orquestación, no obstante, es obvio que muchas versiones, solo se quedan en la cáscara, con lo que brilla o suena más, pero en Mahler, es preciso llegar más allá, hay que penetrar en su espíritu, desentrañar sus claves, algunas herméticas, que dan cuenta de un hombre conflictuado, en permanente búsqueda del amor, la felicidad y la perfección musical, al tiempo que lucha con sus inseguridades, temores y presentimientos.
La Sexta Sinfonía en La menor, llamada Trágica, en sus enormes dimensiones -dura cerca de dos horas-, es de exigencia extrema para los músicos, y precisa de un director que tenga un concepto cabal de ella, abordando unitariamente los cuatro movimientos, que además en sí, proponen mundos aparentemente diversos, y como si esto fuera poco, debe desarrollar una progresión dramática que avanza desde los primeros compases hasta la última nota.
En esta ocasión se dieron todas las condiciones para un resultado asombroso, desde todo punto de vista; la orquesta, y lo hemos dicho reiteradamente, en un nivel superior tanto en sonido, como su musicalidad, siendo evidente el esfuerzo de cada integrante, por dar lo mejor de sí mismo.
Más de alguien comentó al final, a ratos parecía escuchar la mejor de las grabaciones, por ello debemos explicitar; el maravilloso, sensible y musical sonido de las cuerdas, al que responde el timbre y texturas de las maderas, como puente hacia los bronces, que son un verdadero lujo, brillantes, oscuros, sensibles, rematando con la exuberante percusión de impecable perfección.
Fue evidente el gran trabajo previo en los ensayos, debido a la pulcritud de los balances, la belleza sonora y el manejo de cada motivo, tanto como la perfección de los acelerando y retardando, que en Mahler son frecuentes, el manejo de contrastes, con sus musicales forte o fortissimo, así como el los conmovedores pianissimo.
El perfecto plan de Izquierdo, se inicia con la poderosa introducción, que nos lleva al intenso tema lírico, que según algún apunte de Mahler, describe el amor por su esposa Alma; que decir de la pasmosa claridad de las transiciones melódicas, y los pequeños diálogos entre instrumentos o familias, para marcar tanto lo extrovertido, en aquellas partes de carácter bucólico, como lo interior en las texturas de las cuerdas, creando verdaderos estados emocionales; o bien como describió el engañoso júbilo del final del primer movimiento.
El segundo movimiento, destacó por sus intencionados acentos de las cuerdas, para realzar los aspectos irónicos, mediante timbres y texturas, como los colores instrumentales, del resto de las familias, con sus contrastes dinámicos; como no mencionar los arcos, fraseos y articulaciones, y cada estupendo solo instrumental.
Bellísimo, cercano a lo poético, se planteó el tercero en los diálogos de las cuerdas, con la belleza sonora de las maderas, creando un mundo de magia interior, mientras crece en intensidad, no creemos equivocarnos al plantear que la genial versión de este movimiento se transformó en una verdadera experiencia emocional, destacando la sección en la que chelos cantan, con la respuesta de las maderas y la sensibilidad de los cornos, en uno de los clímax, que se diluirán para llegar al sensible pizzicato final de los chelos, que arrancó aplausos espontáneos en un sector del público.
El complejo y oscuro mundo del cuarto movimiento, es donde tal vez se manifiestan los más terribles presentimientos, en sus claves herméticas casi constantes, destacaremos el manejo exhaustivo de las voces, en las que apenas se avizoran luces; los diálogos entre familias, de la segunda sección, que muestran crudamente el gran tema central, de gran emocionalidad. Desagarradotes fueron los tres golpes de martillo (Mahler en el estreno optó solo por dos, pero los mantuvo en la partitura); podríamos decir mucho más sobre esta magnífica versión, una verdadera experiencia estética, que arrancó una gigantesca y justificada ovación, tanto para la extraordinaria Filarmónica de Santiago y para el Maestro Juan Pablo Izquierdo, que ratifica su poderosa vigencia.
Gilberto Ponce. (CCA)
Asistí al primer concierto (27 de abril). Concuerdo con su apreciación. Fue impactante, espectacular. Lástima sólo dos funciones de una obra que debe haber ocupado muchas horas de preparación con la orquesta. Ojalá, sobre todo ahora, con el cambio en la dirección del Teatro Municipal, podamos escuchar más asiduamente al maestro Izquierdo; no en uno, sino en varios programas durante el año: otra sinfonía de Mahler, los Gurrelieder de Schoenberg o alguna sinfonía de Bruckner (7ma, 9na), por pensar en obras para gran orquesta.
Creo que sería una excelente oportunidad, de gozar de la experiencia y sabiduría del Maestro Izquierdo.
Sin duda, fue un concierto memorable. Además, la lectura del maestro Izquierdo fue superior a la también excelente que hiciera en los 80. Hablé con el maestro Izquierdo y me dijo que no tiene reparos en dirigir la Séptima… ¿y qué tal si al fin se estrena Octava en Chile? Una deuda que ya no se justifica contando con mahlerianos de la talla de Izquierdo, sin contar a Rettig y Valdés, que también se llevan bien con el genio bohemio.
Totalmente de acuerdo con Germán y Humberto. Y precisaría que definitivamente al Maestro Izquierdo debiera confiársele no solamente la Séptima y Octava, sino al Novena, que alcanzó a programarla para 1987, pero que tras su renuncia a la Filarmónica a fines del 86, no fue posible concretar. Más vale tarde, que nunca…
Jaime Torres Gómez