LA SINFÓNICA RETOMA SU TEMPORADA.
Tener a mano la programación de la Orquesta Sinfónica de Chile, está resultando algo perfectamente inútil, pues debido a diversas contingencias, se ha cambiado fechas, directores y por añadidura la programación.
Esto ocurrió en el programa 19, asumido a última hora por Francisco Rettig, quien a su vez cambió dos de las obras que dirigiría Patricio Aizaga, director ecuatoriano que debutaría en Chile.
Del programa original, se conservó solo la obra del compositor nacional Roberto Puelma, programada al igual que otras, con motivo del Bicentenario, y que fue precisamente la que abrió la velada.
Su “Concierto en La menor para violín y orquesta” fue interpretado por Alberto Dourthé, en una gran demostración de profesionalismo, debido a que desentrañar las claves de su interpretación, no es sencillo, pues se trata de una obra bastante extensa, de estilo poco definido, con alusiones a muchos autores y una orquestación muy dispar.
Pareciera ser que en los cinco años que le llevó a Roberto Puelma su composición, bebió de tantas fuentes de inspiración, que terminó por convertir su concierto en un muestrario muy largo, aludiendo a muchos compositores, con muchas cadenzas, y reiterando temas sin mayores novedades, a lo más oponiendo la obra entre “concertante” para violín y orquesta, con fragmentos típicos de un concierto.
Posee momentos líricos bastante atrayentes, en los que Dourthé obtuvo grandes logros expresivos, al igual que en la cadenza -a la manera de Mendelssohn– del extenso primer movimiento. El segundo, “Nocturno” es melódicamente más atractivo, tanto como en su transparente orquestación, el tercero, bastante ágil vuelve a la errática forma, con melodías que no logran atraer mayormente la atención, incluso algunos maestros de la sinfónica, bostezaban con poco disimulo.
Alberto Dourthé, cumplió profesional y musicalmente, incluso transformando líneas poco atrayentes en interesantes, lo que es un mérito no menor, algún desliz en afinación no empañó en nada su estupendo trabajo, el acompañamiento de Rettig, fue cuidadoso, pero formal, para una obra que venía recién conociendo.
El público reconoció el trabajo del solista, quien como agradecimiento ofreció como encore, una obra breve de Enrique Soro maestro de Puelma, pieza de gran belleza, interesante, la que fue interpretada en forma brillante.
Una hermosa versión de la “Sinfonía N° 44 en Mi menor, llamada Fúnebre” de Joseph Haydn continuó el programa, la orquesta logró en el primer movimiento un sonido hermoso y cuidadoso, con claros fraseos y diálogos y expresivos contrastes.
Algo similar ocurrió con el «Menuetto» que sigue, del que destacaremos el trío de gran belleza, a pesar de un pequeño accidente en uno de los agudos en el corno.
En el “Adagio”, Rettig cuidó en extremo su dinámica y expresividad, además de un bellísimo sonido de las cuerdas, el brillante “Presto” final, confirmó las excelencias de la versión.
Nuevamente de memoria, Francisco Rettig abordó el monumental Poema Sinfónico“Muerte y Transfiguración” de Richard Strauss.
La orquesta en general tuvo un rendimiento estupendo, con cierta irregularidad en el sonido de los bronces, que alternaron entre sonidos crudos, con otros de gran belleza y expresividad, los numerosos momentos para instrumentos solistas, fueron del más alto nivel, no obstante en algunos ataques en los cambios de pulso, fueron poco claros.
Quisiéramos destacar la progresión dinámica y dramática del comienzo, el balance logrado en las secciones centrales, tanto como el impresionante final.
Terminó así exitosamente un concierto asumido para salvar una situación imprevista, por uno de los mejores directores chilenos de gran presencia en el extranjero, Francisco Rettig.
Gilberto Ponce. (CCA)