SINFONÍA LENINGRADO CON GRIN EN EL CA 660.
Un concierto de gran importancia, fue el último ofrecido por la Orquesta Sinfónica de Chile, en el CA 660, recinto que pensamos, está destinado a convertirse en una de las mejores salas de concierto de nuestro país.
Su acústica, que es de excelencia, le asegura este sitial; por ahora es prioritario, conseguir una mayor fidelización del público, para ello debiera señalarse muy bien la forma de llegar a el, a través del Metro o Locomoción colectiva, pues para quienes tienen vehículo, esto no constituye problema.
Además, señalar en el lugar mismo la presencia del Teatro, y sus accesos; a lo anterior debe necesariamente sumarse, una campaña de difusión de las temporadas, y los conjuntos que intervienen, tanto como enfatizar las bondades acústicas del recinto.
Volvamos al concierto y a su importancia, que radica en el significado casi ético de la Sinfonía Nº 7, en Do mayor, Leningrado de Dmitri Shostakovich, cuyo nombre y las circunstancias en que se escribió, la convierten en una de las obras más señeras de su autor.
Su abordaje, es de bastante complejidad, no solo por los aspectos técnicos, que abundan, ya que también son de vital importancia, aquellos relativos a su programa implícito, aunque debemos reconocer que existen asimismo, pasajes bastante explícitos.
La obra requiere de una visión unitaria, en su diversidad, que sepa mantener la tensión planteada por Shostakovich a lo largo de sus movimientos, tanto como conservar la férrea estructura, melódica, armónica y rítmica de su partitura.
La versión que ofreció la Sinfónica, bajo la dirección de su titular Leonid Grin, tuvo momentos de excelencia, mientras que en otros la tensión bajó más allá de conveniente, asimismo, en la orquesta hubo algunos desajustes, y fragmentos de afinación poco precisa, que se combinaron, con un balance sonoro estupendo, comparado a otros conciertos, en esta misma sala.
En todo caso, Grin demostró un cabal cocimiento de la obra, consiguiendo, en particular en los movimientos finales, toda la fuerza casi desgarrada que tiene, asimismo es justo reconocer, el hermoso sonido conseguido de la orquesta.
La obra estrenada un año después, de iniciado el sitio a la ciudad de Leningrado -el que duraría 900 días-, es un epítome de los pensamientos de Shostakovich, en torno a la brutalidad de todas las guerras, brutalidad en la que se mezcla, lo heroico con lo grotesco, el miedo con el valor; el autor se refiere a la brutalidad de Hitler, tanto como a la Stalin, en fresco sinfónico, donde el pueblo, y en el fondo, todos los pueblos acosados por dictaduras, se ven reflejados en la partitura.
Tal como lo planteamos, en el primer movimiento, se mezclaron momentos de excelencia con otros dudosos; débil en carácter el inicio, además de observarse varios desajustes en las cuerdas, que se contrastó con el logrado carácter de la segunda sección, y la poderosa progresión de la tercera, cuyos temas fluyeron con extrema naturalidad, culminando en el expresivo clímax. En la sección de carácter bucólico, destacaremos la musicalidad del oboe, el clarinete y el fagot.
Consideramos estupendo el fugato de las cuerdas, y su diálogo con el oboe, al inicio del segundo movimiento, tanto como el pizzicato de violines primeros con el clarinete, importante fue el carácter del forte, pero el pulso no fue suficientemente preciso, y la afinación hacia el final se resintió.
Los movimientos finales, que se interpretan sin interrupción, fueron muy logrados, teniendo como una constante, el hermoso sonido de cada una de las familias; brillantes los bronces, incluidos los invitados de la Banda Sinfónica de Fach, que culmina en el estremecedor final; no dudamos que el carácter, se consiguió plenamente en estos movimientos, evidenciando el fuerte compromiso de Leonid Grin con la obra.
Por ello, la justa mezcla de expresividad, carácter, musicalidad y hermoso sonido, lograron una justa y larga ovación, que premió el trabajo de Grin y la Sinfónica.
Gilberto Ponce. (CCA)
Gilberto:
Vi la función de sábado, con una apreciable -aunque todavía no ideal- cantidad de público, y sinceramente presencié una versión y ejecución de excepción. Nuevamente se confirmó la gran solvencia artística de Leonid Grin, quien hoy en día es un lujo que ejerza el titularato de una orquesta chilena, en este caso la decana sinfónica.
Me impactó el carácter, unidad conceptual y notable progresión interpretativa a lo largo de la obra. No dudo se trató de una impresionante experiencia.
Te saluda con toda atención,
Jaime Torres G.