ORQUESTA SINFÓNICA DEL ESTADO DE SIBERIA.
En la Temporada Internacional de Conciertos del CA660 (Corpartes), se presentó la Orquesta Sinfónica del Estado de Siberia, bajo la dirección de Vladimir Lande, su director titular, conjunto que goza de justa fama debido a su sólido y hermoso sonido, en general en sus programas asumen música rusa, aunque no eluden obras del repertorio universal.
En su presentación en Santiago, abordaron tres obras de compositores rusos, aunque el primero de ellos Mieczyslaw Weinberg, nació en Polonia, radicándose posteriormente en Rusia, incluso se nacionalizó y se convirtió del judaísmo a la iglesia ortodoxa rusa, los otros dos autores fueron Rachmaninov y Tchaikovsky.
Lo que más destaca en esta orquesta, es la sensible belleza sonora y musicalidad de las cuerdas, que resultan verdaderamente entrañables, las maderas son muy correctas, y los bronces brillantes, pero en demasiadas ocasiones, con exceso de sonido; tal vez la excelente acústica del teatro, juega en contra de ellos, pues al estar en tarimas por sobre el resto de la orquesta, su sonido tapa en ocasiones el sonido de las cuerdas; sin duda que el director, desde su tarima, tiene un referente sonoro distinto al del público.
No obstante, su presentación produjo el mayor impacto entre el público que llenaba el cómodo Teatro de Corpartes (CA660).
La Rapsodia sobre temas folclóricos moldavos, Op. 47 de Mieczyslaw Weinberg, que abrió su presentación, es una obra, que permite gran lucimiento de cada una de las familias, pues su autor entrega a cada sección, fragmentos de gran brillo. Posteriormente a lo largo del programa, la orquesta pudo exponer toda su potencialidad musical, debido a que Lande manejó diestramente diálogos y contrastes, transitando desde la potencia a lo sutil.
Luego, el extraordinario pianista Andrei Gavrilov, abordó el Concierto para piano y orquesta Nº 2 en Do menor de Sergei Rachmaninov, en una versión que se aleja objetivamente, de todo aquello que podría ser la tradición, incluso, nos atrevemos a decir, que es más cercana a la grabación que existe por el propio compositor; esto significa eludir un enfoque romántico casi meloso, que fue la costumbre establecida en algún momento, la que prevalece en muchos intérpretes; en todo caso, no restamos validez a esas versiones, entre las que se encuentran algunas verdaderamente notables.
En este caso, la versión es enérgica, pasional y hasta un tanto agresiva, pero sobre todo, con un pulso y tempo bastante rápidos, transformando su lirismo en algo casi heroico; sin duda que cierta parte del público se vio sorprendido, pero al final la versión conquistó plenamente.
El solista Gavrilov, posee una técnica sorprendente e impecable, en la que mezcla fuerza y pasión con lirismo, todo con un histrionismo, que no gusta a cierto público, pero creemos que tanto sus gestos faciales, como corporales, son naturales, no ficticios ni estudiados, razón por la que la mayor parte de la audiencia, termina rendida ante su presentación.
Nos pareció de recia sensibilidad la interpretación del segundo movimiento, en la que logró musicales y hermosos diálogos con los instrumentos que tocan a solo. En cuanto a los movimientos extremos, se debatieron entre pasión y vigor, donde nunca el piano, dejó de escucharse, agreguemos, la arrebatadora velocidad del tercero, en el que el virtuosismo extremo de Gavrilov, rivalizó con el de la orquesta, estupendamente guiada por Lande, no recordamos haber escuchado tal vertiginosidad, con la perfección de esta versión; las ovaciones del público, lograron de Gavrilov dos encore en los que no quedó duda, que estábamos ante un grande del piano.
La versión de la Sinfonía Nº 5 en Mi menor de Piotr Ilich Tchaikovsky, la consideramos lograda solo en sus movimientos finales, en los dos iniciales, afloraron desajustes, sobre todo en las transiciones temáticas, y falta de balance, factor que también estuvo presente en los dos finales, pero la musicalidad general mostró el calibre de estos músicos siberianos; queremos manifestar nuevamente, nuestra admiración por la belleza del sonido de las cuerdas.
Sin duda, una visita que nos gustaría escuchar nuevamente.
Gilberto Ponce. (CCA)