FRANCISCO RETTIG TRIUNFA EN LA SEXTA DE MAHLER.
Una clara demostración de la madurez alcanzada, fue la versión que Francisco Rettig, el director chileno de importante carrera en el extranjero, realizó de la “Sexta Sinfonía en La menor”, llamada “Trágica” de Gustav Mahler.
Se ha especulado mucho, y se seguirá haciendo, sobre la denominación que el mismo Mahler le puso: “Trágica”, aunque bien se podría calificar de premonitoria, por la seguidilla de acontecimientos trágicos que le sobrevendrían a su autor.
Bien sabemos, que muchas de sus obras son bastante autobiográficas, pero al parecer esta, una de las más oscuras, sería la que mejor reflejaría su controvertida existencia.
La sinfonía es un verdadero monumento, que trasciende más allá de puramente musical, es un mundo de ideas, muchas de ellas contrapuestas, que destilan siempre humanidad.
El porqué predomina la fuerza y lo oscuro, queda para la discusión, lo cierto es que se trata de una obra que no da tregua, al director, a los músicos y al público, que a lo largo de la hora y media que dura, es bombardeado por una verdadera batería de ideas musicales, que el auditor debe procesar, muchas veces en el momento, ocurriendo muchas veces, que antes de finalizar el proceso, vienen otras que complementan o contradicen las expuestas.
La sola audición, se puede convertir en una aventura, y es en esta aventura, donde Francisco Rettig y la Sinfónica, obtuvieron un gran triunfo.
Rettig demostró un acabado conocimiento de la partitura y del espíritu que la anima, nada fue al azar, todo respondía a un escrupuloso plan, que se fue armando a lo largo de cada uno de sus movimientos, durante los cuales, cada uno de los casi cien instrumentistas, son sometidos a toda clase de exigencias.
En este plano, debemos alabar sin reservas la respuesta de la sinfónica, pues cada intérprete, puso todo de sí para lograr, el estupendo resultado obtenido. Los múltiples cambios de tempi, dinámicos o de carácter, que a veces son imprevistos, exigen de cada músico en particular una atención permanente, en este sentido el desempeño fue ejemplar.
Rettig, plasmó coherentemente cada uno de los cuatro movimientos, buscando colores, timbres, acentuaciones y realzando los fragmentos líricos.
Poderoso sonido al inicio, contrastándolo con el tema lírico que fue expuesto con gran amplitud en una dualidad muy expresiva, del mismo modo la irrupción de las frases marciales, fueron insertadas naturalmente.
En el segundo se resaltaron los contrastes, en medio de gran heterogeneidad temática que
va desde la ironía a lo bucólico, llegando hasta lo metafísico.
El tercero mostró un hermoso diálogo entre las cuerdas, oboe y maderas de enorme sensibilidad en su desolación, que desemboca en una progresión casi dialéctica entre los temas planteados.
Aplausos para el primer corno, al inicio del cuarto movimiento, que tal vez sea el más oscuro, a pesar de los diálogos que muestran luz y sombra, la sección que a veces alude al primer movimiento, es de una tensión constante, que debe ser manejada con atención, para no anticipar el gran clímax, que llega justo antes del final, aquí Rettig afianzó el dominio sobre la partitura, llevando la obra hasta su conclusión, por los caminos casi tortuosos de su desarrollo.
Una gran noche para Orquesta Sinfónica de Chile, guiada por un maduro y certero Francisco Rettig.
Gilberto Ponce. (CCA)