SEIS COMPOSITORES Y UN CORNISTA DE LUJO EN LA SINFÓNICA.
Una amplia muestra de versatilidad ofreció Michal Nesterowicz, al dirigir el programa 20 de la Temporada de la Orquesta Sinfónica de Chile, oportunidad en el que la orquesta, volvió a mostrar las virtudes de excelencia, a que nos había acostumbrado.
Primero se escuchó la “Sinfonía 1964” del compositor nacional Tomás Lefever, obra muy breve dividida en seis partes, escrita para una gran orquesta, que se convierte en medio para que su autor indague, en la búsqueda de timbres sugerentes.
A veces lo logra con esquicios melódicos, que se contraponen a un ostinato rítmico-melódico, o bien con contrastes dinámicos o de carácter.
Como muchas de las obras compuestas en esa época, no elude alusiones a otros compositores o tendencias, usando inteligentemente combinaciones entre las diversas familias; Nesterowicz condujo con propiedad la obra, rescatando lúcidamente los valores que posee.
Enseguida se escuchó “Instantes” de Miguel Letelier, obra que también recurre a una gran orquesta, con un lenguaje cercano a lo podríamos considerar expresionismo.
En ella, con inteligencia maneja tanto contrastes dinámicos, como progresiones, así mismo su orquestación logra mantener siempre el interés; en su desarrollo, queda en evidencia el personal lenguaje de su autor, así como algunas alusiones a Stravinsky (Petroushka), o incluso hasta Penderecki.
Algo del mayor interés, radica en la coherencia en el uso de los recursos composicionales, pues nada parece ser producto del azar, o de un capricho intelectual, estas y otras razones, como la estupenda dirección de Nesterowicz, provocaron una entusiasta reacción del público.
Enseguida el público fue sorprendido con la musicalidad y calidad como intérprete de Matías Piñeira, el joven cornista de veintiún años, que ya es primer corno de la orquesta.
Piñeira triunfó ampliamente en su interpretación del “Concierto N° 1 en Mi bemol mayor, Op. 11, para Corno y orquesta” de Richard Strauss; por cierto que debemos reconocer, el sentido de cuerpo y profesionalismo, que la orquesta tuvo con el solista, de esta forma su trabajo encontró en la Sinfónica y en su director, la contraparte justa en lo musical, con sonido limpio, transparente o robusto, según se requiriera.
Bien sabemos, de la dificultad que representa interpretar el corno, en el que los accidentes sonoros, no son extraños, en este caso, Piñeira superó ampliamente los obstáculos de la partitura, y algún pequeño quiebre en el comienzo, mostró la prestancia del solista, para superar esos eventos.
Piñeira consigue de su instrumento un bello sonido, articula y frasea musicalmente, haciendo de la versión un goce de escuchar. El segundo movimiento fue cantábile, mostrando un gran manejo de contrastes dinámicos, el director y la orquesta acompañaron sensiblemente.
En el tercero, mostró su capacidad de virtuosismo, que llevó a los asistentes a ovacionar la versión.
Gratificante fue contemplar su satisfacción, compartida por sus compañeros de la orquesta; luego para agradecer, ofreció como encore, junto a uno de sus amigos contrabajista, una “Balada” de Thelonius Monk, en espléndido estilo, en el carácter justo de las improvisaciones del jazz, con extrema musicalidad, dándose el gusto de finalizarla con el tema inicial del concierto de Strauss. Sin duda un solista, con un futuro muy promisorio.
Las tres obras restantes, una selección de “La Arlesiana” de Georges Bizet, la “Suite N° 1 de Peer Gynt” de Edvard Grieg y “La Gran Pascua Rusa” de Nikolai Rimsky-Korsakov, fueron una fiesta de musicalidad y hermoso sonido, con Michal Nesterowiczmoviéndose a gusto, con los músicos poniendo todo su profesionalismo al servicio de estas obras, que a veces son vistas como menores, pero que requieren versiones como estas, apartándose de la ramplonería con que se enfocan en muchas oportunidades, para otorgarles el valor que poseen.
El sonido espléndido de los bronces, la certeza de la percusión, el cálido sonido de las maderas y versátil y bello sonido de las cuerdas, entregaron versiones que el público agradeció interminablemente.
Gilberto Ponce. (CCA)