BORTOLAMEOLLI DIRIGE STRAUSS Y SCHIDLOWSKY.
En la ascendente carrera del joven Paolo Bortolameolli, le cupo volver a dirigir a la Orquesta Filarmónica de Santiago, en el quinto concierto de la Temporada 2015.
Desde que nos correspondió asistir, a su debut con la Filarmónica, en un notable concierto dirigiendo La Consagración de la Primavera de Stravinsky, el joven director divide su carrera tanto en nuestro país, como en el extranjero; y en cada oportunidad, que le hemos visto, nunca defrauda, ya que se le reconoce como un serio y estudioso músico; en ocasiones podemos estar muy de acuerdo con su versiones, en otras, hemos manifestado diferencias, las que generalmente apuntan a enfoque, o a una mayor o menor profundidad en la obra, pero nunca por encontrar sus trabajos mal preparados.
Y las objeciones no deben alarmar, pues se trata de un joven muy talentoso, que en la medida en que alcance la madurez necesaria, para el enfoque de ciertas obras, estas, sin duda se convertirán en enormes éxitos.
Algo de lo anterior, se pudo observar, en el primero de los dos conciertos, que dirigió a la Filarmónica, en la que se incluyó un estreno mundial y tres obras muy diferentes y complejas de Richard Strauss.
No sabemos, con cuantos ensayos contó para preparar el programa, en el que debe necesariamente, haber ocupado bastante tiempo en Musical Landscapes de León Schidlowky, dejando en desventaja las obras de Strauss, que son cualquier cosa, menos fácil, particularmente en carácter.
Musical Landscapes, está escrita para gran orquesta, y es una sucesión de momentos que recrean atmósferas sonoras, llegando a asimilarse a la música programática o incidental, sus secciones no presentan demasiadas diferencias, al menos en una primera audición, y algunos de sus recursos, tienden a repetirse, bajando la tensión, asimismo la suma de complejidades, armónicas, rítmicas, así como la presentación de los esquicios melódicos, tienden a hacer perder la atención del oyente común, y como no existe una progresión clara, el final, llega intempestivamente, sorprendiendo y desconcertando a los oyentes.
Pensamos que Schidlowsky, tiene a nuestro juicio, obras de mayor peso e interés, por ello a pesar de la cuidadosa dirección de Bortolameolli, que marcaba, entradas tanto como sus énfasis, y de la profesional respuesta de la orquesta, el público, solo la recibió cortésmente.
Seguidamente y contando con la participación de la soprano Paulina González, una de nuestras más destacadas voces, particularmente en la ópera, se escuchó una de las obras más bellas de la historia de la música, la que Richard Strauss escribiera al fin de su vida, convirtiéndose casi su testamento musical, hablamos de sus Cuatro últimas canciones, con textos de Hermann Hesse y Joseph von Eichendorff, obra de sutil poesía, bañada de una profunda melancolía, cuyo acercamiento requiere de una constante y serena tensión.
Son cuatro lieder, en que la voz de la soprano se funde con la orquesta, con la sutileza íntima del lied.
Creemos que la voz de Paulina González, exhibió en esta ocasión un exceso de vibrato, sobre todo, en las dos primeras, y aunque las cantó de memoria, no siempre acertó con el espíritu de ellas, incluso, algo muy extraño en Paulina, calando en algunas entradas; pero su rendimiento subió notablemente, en la tercera, luego de la participación del solo de violín de Holly Huelskamp, de extraordinaria musicalidad y expresividad.
Bortolameolli fue certero al acompañar, aunque no siempre logró la necesaria fusión con la soprano, y en la última que recrea el trino de las alondras, este resultó un tanto extemporáneo.
En la segunda parte, vimos a un director mucho más empoderado, con su juvenil y vigoroso enfoque de la Danza de los siete velos, de la ópera Salomé, donde la sensualidad, dio paso más bien a la pasión desbordada de la heroína.
Al suite de la ópera El caballero de la rosa, también de Strauss, tuvo momentos brillantes, con otros menos logrados, debido a que se abusó de lo grueso, en cambio, aquellos fragmentos que aluden a lo sutil, Bortolameolli consiguió logros mayores, tenemos que mencionar la magia conseguida en “la presentación de la rosa”, o el Andante, antes del vals final, que por el fuste con que se presentó, sacó grandes ovaciones.
Es necesario puntualizar, el hermoso y musical sonido que en general mostró la Filarmónica, siguiendo atentamente las indicaciones de su joven director.
El público ha ido convirtiendo a Paolo Bortolameolli, en uno de sus directores favoritos, algo muy razonable, por la honestidad que transmite su batuta, y porque reconoce ampliamente su talento, que sin duda le llevará a grandes alturas.
Gilberto Ponce. (CCA)