MARTIN SIEGHART CONDUCE LA SINFÓNICA. (Segunda función)
Muy impactante es el currículo del director austríaco Martin Sieghart, que vino a reemplazar a Leonid Grin en el podio de la Orquesta Sinfónica de Chile, no obstante, en su presentación en la segunda función, del programa de Semana Santa, distó bastante de esos pergaminos.
Bien sabemos que, en toda actividad humana los resultados pueden ser variables, aunque se trate de la repetición de un mismo programa, pero creemos que a la Sinfónica de Chile, y a un director como Sieghart, se le puede pedir, siempre un nivel cercano a la excelencia, y en esta oportunidad, se produjeron algunas situaciones, que solo tienen la calificación de lamentables.
La Sinfonía en Si menor, Inconclusa de Franz Schubert, que abrió el concierto, se inició con un logrado carácter en la introducción, con bellos fraseos, que continuaron con una hermosa progresión en el tema central; destacándose los expresivos contrastes dinámicos, tanto como el buen rendimiento de las maderas, fundamentales en esta parte; pero, a esa altura ya fue evidente el sonido duro de los bronces, y una afinación dudosa en los contrabajos, sumándose una ostensible falta de balance entre familias.
Del mismo modo, las transiciones entre temas, no fueron siempre limpias, al igual que varios ataques de frases; algunas de las características anteriores, se replicaron en el segundo movimiento, aunque es justo reconocer el gran trabajo de los solos de flauta, oboe y clarinete, así como el bello sonido de violines, violas y chelos.
Una versión de marcados contrastes en cuanto a calidad, se apreció luego en la interpretación del Réquiem en Re menor, K. 626 de Wolfgang Amadeus Mozart, una de las obras paradigmáticas de toda la historia de la música, obra además muy querida por todos los públicos.
En los aspectos positivos, encontramos la estupenda preparación del Coro Sinfónico y la Camerata Vocal de la Universidad de Chile, preparados por Juan Pablo Villarroel, musicales, con intencionalidad en el canto, perfiladas las voces; el accidente en la primera fuga del Hosanna, fue un error del director, afortunadamente este fragmento es corto, el otro contratiempo, lo tuvieron las sopranos, debido a que el director ubicó a los contrabajos, junto a ellas, y como estos, generalmente tuvieron afinación defectuosa, ellas debieron luchar contra ese factor, haciéndolo exitosamente.
Momentos muy exitosos del coro, estuvieron el la sólida fuga del Kyrie, la fuerza del Dies Irae, el poderoso Confutatis, los hermosos contrastes del Domine Jesu y el Hostias.
Cantaron en el Cuarteto solista, la soprano Carolina García-Valentín, de buen trabajo, aunque se volumen excesivo en ciertos momentos, y cosa extraña en ella, que posee hermosa voz, tuvo una cierta tendencia a calar, en ciertas frases; Marisol Hernández la contralto, fue musical, y cantó con hermosa voz; muy musical, aunque con volumen vocal pequeño, estuvo Leonardo Polh, mientras que, con gran prestancia, musicalidad y poderosa voz, estuvo David Gáez, a él le correspondió sobreponerse al penoso solo de trombón, en el Tuba mirum.
En los concertados, el cuarteto fue muy homogéneo, debiendo luchar contra el desbalance instrumental, con trombones tocando forte siempre, o el gran volumen de las maderas, además salvaron muy bien, lo que pudo constituirse en un accidente mayor, ocurrió en la primera parte del Recordare, con una orquesta perdida en pulso, debido al gesto ambiguo del director.
En la orquesta, de responsabilidad del director Martin Sieghart, demasiados errores –absurdos para la Sinfónica-, generalmente con mal balance instrumental, ataques defectuosos en maderas y bronces, además de sonido crudo y poco musical en muchos momentos, en particular los bronces.
Creemos que Sieghart, quedó en deuda con Mozart y con el público, que aplaudió de todas formas la belleza de este Réquiem.
Gilberto Ponce. (CCA)