UN RÉQUIEM ALEMÁN DE BRAHMS.
Una de las obras sinfónico-corales más importantes, “Un Réquiem Alemán” de Johannes Brahms, fue interpretada, por la Orquesta Sinfónica de Chile, el Coro Sinfónico y Camerata Vocal de la Universidad de Chile, junto a dos connotados solistas, todos bajo la dirección de Juan Pablo Izquierdo, en el Teatro del Ceac, como parte de la Temporada oficial de la Sinfónica.
Ante un teatro, que no logró colmar sus aposentadurías, se escuchó una versión que tuvo luces y sombras, ya que al menos en la primera función, las cosas no resultaron, como seguramente todos desearon.
A nadie cabe duda, la solvencia y rigurosidad del maestro Izquierdo, pero es indudable, que a veces hasta los grandes, tienen días que no son los mejores, y con toda la admiración que le tenemos, creemos que este, fue uno de aquellos; seguramente, la segunda función mostró toda la potencialidad de Juan Pablo Izquierdo y de cada uno de los intérpretes
No sabemos si por falta de comprensión de los gestos del maestro Izquierdo, o tal vez qué, se produjeron varios desajustes de pulso en la orquesta, particularmente en las transiciones de tempo, algo similar ocurrió en dos breves momentos del coro, provocando una innecesaria tensión; en el otro extremo, hubo secciones de gran belleza y expresividad, para una versión que consideramos, más cercana a lo clásico, que a lo romántico, en la que, los rubato tan propios del estilo, casi no existieron.
En esta obra, la orquesta no es un simple acompañante, es parte del entramado polifónico que Brahms propone, por ello creemos que a la orquesta se le pidió, que tocara demasiado piano en muchas ocasiones, perdiéndose el sustento necesario, para cerrar el círculo expresivo con el coro, ya que en aquellas ocasiones, donde orquesta y coro lo hicieron con el volumen necesario, el resultado fue espléndido.
Asimismo, creemos que la Sinfónica respondió solo en algunas ocasiones, a su nivel, al conseguir un sonido musical, hermoso y afiatado, mientras que en otras, este fue plano y poco expresivo.
El Coro Sinfónico y la Camerata Vocal de la Universidad de Chile, realizaron un importante trabajo, preparado por su solvente director Juan Pablo Villarroel, mostrando gran seguridad y con exquisita musicalidad en algunas partes.
Las Sopranos, tienen hermoso timbre, son muy seguras, pero en momentos un tanto duras en el canto; el momento de afinación precario, ocurrido en el primer coro, se debió sin duda a que no escuchaban bien a las cuerdas bajas, recordemos que los violines, no intervienen en esta parte; las Contraltos, son sin duda un lujo para el coro, bellísimo timbre y singularmente musicales, Brahms entrega a esta cuerda, pasajes de gran importancia, desafío al que respondieron en forma brillante.
Los Tenores, son seguros, pero sus voces se desperfilaron en momentos claves, y en el último coro, algunos de ellos tendieron a adelantar la figura rítmica, en la nota sostenida de inicio del tema.
Los Bajos son musicales, pero pensamos que en varias secciones, les faltó timbrar mejor sus voces.
Claudia Pereira, es una de las hermosas voces en la cuerda de soprano, pero sucedió algo extraño en ella, ese día cantó con poca expresividad, y sin el más mínimo rubato, en su aria acompañada del coro.
Patricio Sabaté, se repuso rápidamente, de su entrada falsa en el número 3, para luego conmover, con su espléndido fraseo, fonética perfecta y su reconocida expresividad, algo similar ocurrió con el penúltimo número; en ambas partes Sabaté dio el pie expresivo, para el ingreso musical de coro.
El comienzo del primer coro, fue de enorme belleza y muy emocionante, luego decayó la tensión expresiva; el segundo (Porque toda carne es como hierba) fue en general expresivo, pero en la reiteración del tema inicial en forte, más bien fue formal y poco pesante en coro y orquesta; en la segunda parte de este coro, ocurrieron algunos desajustes con la orquesta.
Luego del inicio débil del barítono, todo mejoró notablemente en la tercera parte (Señor, enséñame), la transición a la fuga fue excelente, pero la fuga misma, no fue tan lograda, por la sensación de un pulso no tan claro; aquí brillaron la sopranos del coro, mientras que tenores fueron débiles.
El cuarto coro (Que amables son tus moradas), lo encontramos en exceso rápido, redundando en poca expresividad.
El siguiente, para soprano con coro, Claudia Pereira la solista cantó con cierta distancia, con irregular manejo del vibrato, y tal vez, pedido por la batuta, en tempo estricto, perdiendo expresividad, el coro muy bien, en esa especie de reflexión que acompaña el solo.
Un gran momento, fue el número seis, en el que interviene además el barítono, de excelente cometido, el coro tuvo tal vez su mejor intervención, entrañables las partes de las contraltos, y en el tutti, impresionantes las preguntas, que el coro formula a la muerte, y la fuga fue resuelta brillantemente.
El número final (Bienaventurados los muertos), fue en extremo medido en expresión, mientras que la progresión dramática, fue poco convincente, aunque esta, en ninguún caso debe ser explosiva.
Gilberto Ponce. (CCA)