JOVENES PIANISTAS EN LA SALA ARRAU. RECITAL DE CLAUDIO ESPEJO.
La Sociedad Federico Chopin de Chile, está realizando un ciclo de conciertos, en la Sala Claudio Arrau del Teatro Municipal de Santiago, correspondiéndole actuar en su segunda jornada al joven Claudio Espejo, quien se encuentra de vacaciones, luego de haberse graduado en el Instituto Eastman de la Universidad de Rochester, USA.
En esta oportunidad ofreció un programa concebido desde la espiritualidad, por ello, se alejó bastante de lo que podría considerarse, uno de repertorio, que le habría permitido mostrar toda su potencialidad frente al teclado.
No está demás decir, que fue una apuesta arriesgada, pues finalizó su recital con obras de carácter íntimo, minimalista, aún más en pianissimo, sorprendiendo a gran parte del público, que esperaba una obra brillante como cierre, y como, a pesar de los aplausos, no realizó un encore, quedó flotando una sensación de desconcierto.
Otra de las características del programa, fue que él mismo, quiso explicar el sentido de las obras, pero sin duda, que el exponer frente al público, no está entre sus fortalezas, habla muy bajo, y al parecer, quedan algunas ideas fuera de su explicación, que al parecer, él las supone, intuidas por el público.
El repertorio, muy ecléctico o misceláneo, mezcló desde Bach a Pärt, pasando por Chopin, Liszt, Debussy, Messiaen y Takemitsu, lo que involucra capacidad de síntesis y asimilación de estilos muy dispares, en esta aspecto, Claudio está muy preparado, pues fue bastante certero en los estilos de las obras.
Con cuatro arreglos para piano, de diversos autores, para fragmentos de Bach, dio inicio a su recital, todas ellas presentan la exposición de un coral, y al ser partes de cantatas, poseen figuraciones, algunas complejas.
Claudio Espejo demostró, bastante austeridad en su enfoque, aunque no deja de recordar a Glenn Gould, por la expresividad de ciertos momentos; consideramos las más logradas, la correspondientes a “los corderos pueden pastar en paz” y el celebérrimo “Jesús alegría de los hombres”.
Nos habría gustado escuchar completa la Sonata Nº 2 en Si bemol menor, de Chopin, de la que solo escuchamos, su Marcha fúnebre, debido a su lograda versión, desde el sutil manejo dinámico, que contrastó con la poderosa progresión, antes de la lírica sección central, en ella la expresividad fue lo distintivo.
En los tres fragmentos de Liszt, Claudio mostró mucho de sus notables capacidades pianísticas, manejando muy bien tanto lo descriptivo programático, como la expresividad, con elementos de virtuosismo, en la claridad en las escalas, y el peso variable en ambas manos.
Pensamos que a la famosa Catedral sumergida de Debussy, le faltó magia, fue demasiado concreta, al no observar un pulso más amplio, que entrara en la sugerencia.
Buen manejo de las resonancias y de los contrastes fueron evidentes en la Visión del Padre de Messiaen, en su dinámica entre mezzoforte y pianissimo.
Nos pareció estupendo el enfoque de Rain-tree sketch de Takemitsu, rescatando muy bien su espíritu, que podríamos definir, como “impresionismo a la oriental”.
El minimalismo de Pärt, se presentó en Para Alina, que se puede considerar, algo menos que una bagatela, donde la contención predominó en la versión, que finaliza en la nada.
Un recital, que desconcertó a muchos, pero no obstante mostró algo de la gran potencialidad, de Claudio Espejo, de quien nos habría gustado escuchar un repertorio más desafiante, para el que está más que preparado.
Gilberto Ponce. (CCA)