LA HISTORIA DEL SOLDADO EN EL MUNICIPAL.
Sin ser una de las obras más significativas de Igor Stravinsky, “La Historia del Soldado”, se enmarca en el rango de sus obras menores, no obstante ha tenido gran éxito y difusión, a través de los años.
Y fue precisamente esta obra, que en una arriesgada apuesta, de los programas de extensión del Teatro Municipal, se escogió para abrir la presente Temporada del llamado “Pequeño Municipal”, destinada a colegios y a la familia.
A juzgar por la respuesta del público, la apuesta fue bien ganada, el silencio total de un público desde los seis años hasta adolescentes, y la ovación para los intérpretes al final de ella, dan cuenta de su aceptación.
Escrita para pequeño ensamble instrumental, reúne las principales características de su autor, en cuanto a reiteraciones rítmicas y melódicas, así como los típicos quiebres, síncopas y alusiones a la música popular, usados por Stravinsky, aunque en este caso, incluso mira hacia el Barroco, al incluir una variación de un “coral” de Bach, en los bronces hacia el final de la obra.
El argumento está hilado por un relator, que va enlazando las diversas escenas, que constituyen la trama –un cuento popular ruso-, y su representación, no es fácil pues no tiene progresiones dramáticas o uno o más clímax.
Por ello hay que hilar muy fino, para desentrañar las claves a veces irónicas , o sarcásticas que se encuentran en la partitura; esto sin mencionar las reiteraciones melódicas, que desde el punto de vista de una puesta en escena, deben transformar algo más bien estático, en dinámico.
En el caso de la puesta en escena de Miryam Singer (escenografía, vestuario, régie, ideas multimediales), se introducen varias innovaciones, tal vez la más importante, sea que los tres personajes, bailarines o mimos, asuman parte de los textos del relator, convirtiéndolos en actores dialogantes de la historia.
El desempeño de estos, fue de sorprendente factura (presenciamos la última función), debido a que no es usual, que bailarines se conviertan en actores; ellos fueron: Nicolás Rojas (Soldado), de enorme prestancia escénica, representó muy bien al joven, que se atreve a desafiar al Diablo, Pablo Aharonian (Diablo), su gran experiencia le llevó a crear un personaje entre perverso e irónico, muy creíble, Ingrid Fuchloscher (Princesa) mostró toda la sutileza y candor de su personaje, con su gran técnica de bailarina.
Ellos se complementaron con seis jóvenes de la Escuela de la Escuela de Ballet del Teatro Municipal (Sebastián Bravo, Lucas Moya, Sebastián González, Jason Megías, Gonzalo Vera y Jean Paul Bauer) quienes dieron profesional vida, al Monstruo o espíritu del Diablo.
Es de justicia señalar, que Pablo Aharonian, fue el creador de las acertadas coreografías.
Con el profesionalismo acostumbrado y con hermoso vestuario Magdalena Amenábar, fue la Relatora, solo al comienzo, sus textos no se entendieron muy bien, tal vez producto de algún defecto del micrófono.
Los siete instrumentistas, fueron encabezados por la sólida violinista Holly Huelskamp, Jorge Levin clarinete, Jaime Marabolí fagot, Rodrigo Arenas trompeta, Mauricio Arellano trombón, María Teresa Molina contrabajo y Diego Marabolí en percusiones, sin bien su desempeño solo puede ser calificado de muy profesional, creemos, que habría sido positivo contar con un director, para mantener la precisión de pulso y la tensión expresiva.
El marco escenográfico, estuvo dado por algunos elementos (mesas, sillas, cama, etc.) envuelto en una hermosa y creativa multimedia, que en momentos recordó “La Linterna Mágica de Praga”, al hacer entrar o salir de sus paisajes a los personajes, mientras esta se iba transformando en los diferentes lugares de la acción.
Una vez más el equipo que comanda Miryam Singer, dio muestras del más grande profesionalismo, en un espectáculo que encanta.
Gilberto Ponce. (CCA)