PAUL TAYLOR DANCE COMPANY DESLUMBRA AL MUNICIPAL
La presencia en el escenario del Municipal de Santiago de la Paul Taylor Dance Company, será recordada como uno de los grandes eventos del año, compañía que sigue mostrando su vigencia invariable a lo largo de toda su existencia.
En el grupo no existen las estrellas, todos lo son debido a que cuentan con una técnica perfecta que hace que el espectador sienta la sensación que todo lo que se ve es de una naturalidad y facilidad enorme.
Si tuviéramos que definir su presencia, esta es al mismo tiempo de una levedad a ratos poética, contrastada con fuerza y vigor, todo complementado con su soberbia presencia escénica.
Sus desplazamientos copan y cierran espacios en un continuo de movimientos o pausas que asombran en su plasticidad, saltos y caídas incluido desplazamientos a ras de suelo son de inusitada perfección, es como si respiraran todos juntos insertos en un solo organismo.
Paul Taylor en su modernismo no abandona lo clásico y esto se traduce que sus coreografías son siempre novedosas en pasos y soluciones grupales, y a pesar que podría pensarse que se trata de danza pura, Taylor incluye algunos mensajes explícitos con los que transmite sensaciones y emociones, las que se complementan para una cabal comprensión, con una breve introducción argumental en el programa de mano, creemos importante señalar que tanto a mujeres como a varones se les exige lo mismo, diferenciándose solo en los acercamientos de parejas que requieren algunas coreografías.
También podemos afirmar que en sus coreografías la danza se convierte en un todo con la música, siguiendo sus tensiones y relajaciones, agregando otro elemento que aporta perfección a la presentación.
Todo lo anterior se complementa con el vestuario y la iluminación así como con algún elemento escenográfico que contribuye a explicitar las ideas coreográficas agregando magia adicional.
Esplanade fue la primera de las coreografías obra que cautiva por su energía juvenil, esta fue creada a partir de un mínimo incidente callejero nos lleva un poco a la vertiginosa actividad de una ciudad fijando la vista en algunos de los múltiples personajes que pululan en ciudades y parques, el vestuario de John Rawlings se complementa perfectamente con la iluminación de Jennifer Tipton.
Con apoyo de un gran panel de sugerente color pastel y una serie de simples lámparas colgantes creado por Santo Locuasto que también realizó el pertinente vestuario, la compañía nos presenta luego Piazzolla Caldera, la que basada en la partitura del músico argentino expones la génesis del tango en los burdeles de Buenos Aires a comienzos del siglo XX.
La fusión música danza propuestas resultan de gran atractivo tanto por la fuerza arrabalera de la coreografía, en su perfecto manejo de conjuntos, dúos y un singular solo femenino, que atraviesan este cruce de pulsiones amorosas, que arrebató al público.
La coreografía final Promethean Fire, que utiliza los arreglos orquestales de Leopold Stokowski para obras de Bach, fue una perfecta fusión entre danza, música e imagen, la compañía vestida de negro con líneas grises en trajes similares para mujeres y varones, crearon fascinantes imágenes con el auxilio de la precisa iluminación que cierra o abre espacios, mientras los bailarines resuelven todo tipo de figuras algunas de gran dificultad.
El contraste entre vestuario con el color de la piel de los bailarines que se realza con la iluminación (Jennifer Tipton), se transforma en un todo de carácter hipnótico tanto por los mensajes implícitos como explícitos del hilo conductor, logrando mantener casi en vilo a los espectadores, los que al finalizar ovacionaron sin cansarse a cada uno de los integrantes de la Paul Taylor Dance Company, en una velada que será recordada por mucho tiempo como de lo mejor en el campo de la danza.
Gilberto Ponce. (CCA)