LEONID GRIN Y LUIS ALBERTO LATORRE SINFÓNICOS.
El director ucraniano Leonid Grin, condujo el primero de sus dos programas frente a la Orquesta Sinfónica de Chile, en el se apreciaron tanto sus virtudes, como aquellos factores, que debieran remediarse, para obtener los resultados a que aspira.
No cabe duda que la orquesta, no está acostumbrada a un maestro que no maneja batuta, tanto como a sus gestos casi imperceptibles, lo que explicaría muchos desajustes producidos a lo largo de la presentación.
No nos cabe duda, que Grin tiene conceptos claros en relación a las obras, pero, mientras la orquesta no se acostumbre a su gesticulación, estos conceptos solo se intuirán; por ello es que aún, debemos esperar su segunda presentación para formarnos un juicio más definitivo.
No obstante, es nuestra obligación analizar este primer concierto, donde se escucharon tres obras.
“Fratres” de Arvo Pärt, para cuerdas y percusión, es una obra de extraordinaria expresividad, a pesar de los mínimos elementos utilizados, que se apoya en un arco dinámico, que se inicia y concluye en la nada, y sobre este esquema, el director debe manejar la progresión dinámico expresiva.
Consideramos que en este aspecto Grin, consiguió de sus músicos, increíble belleza en sus pianissimo, graduando sabiamente los volúmenes, que es sin duda su mayor logro, pues mantuvo expectantes y suspendidos a los asistentes; no consideraremos, los pequeños desajustes del comienzo, en virtud del logro total.
Luego Luis Alberto Latorre, ofreció una estupenda versión del “Concierto Nº 1 en Re bemol mayor, para piano y orquesta” de Sergei Prokofiev.
Latorre, que es uno de los mejores y más completos intérpretes de nuestro país, confirmó una vez más, no solo su seguridad y técnica, también dio sobradas muestras de musicalidad y virtuosismo.
El solista interpretó certera y brillantemente los movimientos extremos, mientras que el central fue de serena musicalidad
Nos habría gustado que sus pulsos, hubieran encontrado una mejor respuesta del acompañamiento orquestal, que en varias ocasiones los atrasó, solo en contadas ocasiones Grin, observó al solista para ajustar pulsos.
Tampoco existió demasiada correspondencia de pulso entre las cuerdas, maderas y bronces, y el balance sonoro no siempre fue cuidadoso.
Los mejores momentos de la orquesta, se dieron en el diálogo cuerdas, clarinete del segundo movimiento, que antecede el ingreso del piano; también lo fue el musical pizzicato, en juego con los bronces al inicio del tercer movimiento, pero no debemos desconocer aquellas pasajes muy acertados, de las partes extremas.
Finalizaron con bellísima y contundente “Sinfonía Nº 5 en Re menor, Op. 47” de Dmitri Shostakovich, obra en la que existieron mundos contrapuestos; momentos de inusitada belleza sonora y expresiva, como el tercer movimiento “Largo”, con secciones casi suspendidas y tremendamente expresivas, o la progresión final del cuarto movimiento, que se movió entre lo desgarrador y lo glorioso. Mientras que en otros fragmentos, el sonido no siempre fue pulcro, con demasiados desajustes en pulso y algunos accidentes instrumentales, poco frecuentes en la orquesta.
Consideramos como lo más acertado de toda la sinfonía, el “Allegretto” -segundo movimiento-, por su compacta coherencia, musicalidad y belleza sonora.
El primero, lo encontramos disgregado, desajustado en pulsos, y de sonido no siempre pulcro, algo similar ocurrió en la primera parte del movimiento final.
Ante los contrastes entre momentos brillantes, que se contraponen con otros que merecen dudas, es que pensamos que el concepto de Grin, no fue lo suficientemente asimilado, tal vez, al estar demasiado atentos los músicos, al gesto del director que muchas veces resultó poco claro.
Creemos que su segunda presentación, será completamente exitosa, pues los músicos, se habrán acostumbrado a la gesticulación del maestro Leonid Grin.
Gilberto Ponce. (CCA)