PAGLIACCI DE RUGGERO LEONCAVALLO EN RANCAGUA.
Rancagua, ciudad que había impactado al mundo lírico con sus producciones de ópera, todas realizadas en su hermoso Teatro Regional que posee condiciones acústicas y técnicas notables; afortunadamente y luego de un receso, volvió con una propuesta para una de las óperas favoritas del verismo; Pagliacci de Ruggero Leoncavallo, demostrando que las ganas y calidad pueden hacer un muy buena dupla si se tiene un equipo solvente a cargo.
El tema de la infidelidad y los celos son atemporales, por lo que este drama de viscerales personajes bien puede ser ambientado en diversos lugares y épocas; en esta oportunidad se ambientó en la ciudad de Sewell, de gran importancia para Rancagua, contando con una muy buena escenografía de Marianela Camaño, que permitió desarrollar fluidamente la acción, incluyendo la Comedia que presenta la compañía de payasos, del mismo modo el vestuario (Loreto Monsalve) y maquillaje representó con propiedad los años 50 del siglo pasado, la iluminación de Ricardo Castro cerró el círculo virtuoso de la puesta en escena.
Rodrigo Navarrete fue el responsable de la régie, en la que acentuó el carácter verista, tanto para las escenas colectivas como aquellas de interacción entre personajes, realzando las pasiones simples y directas de los protagonistas, derrochando cierta violencia y sensualidad, por ello es que nos pareció adecuada la escena entre Nedda y Silvio, que semi desnudos realizan un estilizado acto sexual, para nada chocante y con buen gusto.
Un cambio importante fue el hecho que Canio al final no asesina por celos a Nedda su esposa, pues dispara, matando a otro personaje y luego se suicida, y como creemos que tampoco trasgrede la esencia, funciona y bien; en cambio a pesar de los muchos aciertos, creemos que faltó a la dirección de escena diferenciar mejor los movimientos de los personajes en la Comedia de Colombina y Arlequín, que resultaron similares al resto; ahora no sabemos si por la dirección de escena o por falla en actuación, algunos de los momentos de duda de Nedda, resultaron poco convincentes, pero estos aspectos no empañan para nada el éxito logrado.
El Coro Polifónico de Rancagua dirigido por Eduardo Díaz y Eleomar Cuello, tanto como el Coro Infantil de Rancagua de Geraldine Palma, muy sólidos en canto y actuación.
La Orquesta Sinfónica Juvenil de Rancagua que dirige Eduardo Díaz, quie también lo hizo en esta ocasión, fue sorprendente, se sabe que la obra es compleja, por ello alabamos su musicalidad y entusiasmo, algunos detalles en filigranas no desmerecen su estupendo desempeño, y creemos que se les avisora un gran futuro.
En el rol de Canio el payaso enceguecido y con razón por los celos, recayó en el experimentado José Azocar, quien a través de su hermosa voz perfiló estupendamente su dramático papel, bien sabemos que él asume perfectamente sus personajes, por ello creemos que su escena final fue de enorme y convincente emocionalidad.
Marcela González fue Nedda la infiel esposa de Canio, quien se sabe deseada por muchos y por supuesto goza la situación, ella lo hizo explotando se bella voz, con gran expresividad vocal, pero no siempre convincente en actuación, en particular en el papel de Colombina, algo que atribuimos a la régie, pues ha demostrado ser una gran actriz.
Las ovaciones que se llevó al final Matías Moncada, fueron más que merecidas, en primer lugar –en una acierto de la dirección de escena– como El Prólogo, que inicia la escena desde la platea, desplegando una sólida actuación y magnífica voz, después asumió como Tonio el libidinoso y deforme personaje, que desea a Nedda, denunciándola al no ver correspondido sus deseos.
David Rojas tiene una hermosa voz y actuación mejorable, asumiendo como Beppe, su buen desempeño fue estropeado por los agudos en su Serenata a Colombina cuando actúa como Arlequín.
El breve pero importante papel de Silvio fue cantado con solvencia por Eleomar Cuello.
En síntesis una muy buena producción, que fue ovacionada por los asistentes, confirmando al menos que en cuanto a ópera, existen lugares más allá de Santiago, donde campea la calidad.
Gilberto Ponce. (CCA)