LA FILARMÓNICA ENFRENTA DEBUSSY, SAINT-SAËNS Y BARTOK.
Ante el enorme interés generado por el programa ofrecido en el octavo concierto de la Filarmónica de Santiago, dirigida por Konstantin Chudovsky, asistimos a sus dos funciones pues se interpretaron obras que escasamente se escuchan en nuestro país.
Es así, que en esta doble audición se nos ratifica el notable momento por el que pasa la orquesta, así como el profesionalismo con que enfrentan todas las obras, pero debemos consignar que en el segundo concierto se subsanaron algunos pequeños desajustes o ripios escuchados en el estreno.
El Preludio a la siesta de un Fauno de Claude Debussy que abrió la jornada, recibió a nuestro juicio una versión que se ajusta perfectamente a los propósitos del autor, enfatizando lo melancólico descriptivo, jugando en muchos momentos con tempos melifluos acentuando su carácter, algo ya presente desde la libertad en el ingreso de la flauta y otras maderas al inicio de la obra tanto como en otras secciones, de manera tal que los fragmentos melódicos preponderantes fluyeron naturalmente en cada familia o instrumento a solo.
La leve y a ratos atmosférica versión mantuvo expectante a la audiencia, que agradeció entusiastamente la entrega de Konstantin Chudovsky y sus músicos.
Una de las leyendas vivientes del piano, Jean-Philippe Collard llenó el escenario con su poderosa y a la vez discreta personalidad, que con una sencillez impactante abordó el complejo y hermoso Concierto Nº 5 en Fa mayor, para piano y orquesta, Op. 103, llamado “El egipcio” de Camille Saint-Saëns.
La obra que ratos pareciera emular rapsodias presenta desafíos importantes no solo para el solista, también lo hace con la orquesta, haciéndolos dialogar en medio de grandes complejidades rítmicas, algunas de las cuales, en el estreno no tuvieron la resolución perfecta, que sí se lograron en la segunda presentación.
Collard con fuerza y musicalidad, impuso su sonido incluso en aquellas secciones a toda orquesta en forte, mostrando un virtuosismo arrollador, mientras hacía gala de un excelente uso del rubato, encontrando su correspondencia perfecta en la orquesta. Esta característica se replicó en el manejo de las progresiones dinámicas y expresivas.
El segundo movimiento que en su aire oriental, recuerda a ratos la música de Manuel de Falla transitó entre fragmentos melancólicos y otros de carácter misterioso, que insinúan los ambientes exóticos que Saint-Saëns quiso recrear.
De inusitada perfección (en el segundo concierto) fue el tercer movimiento, que requiere de enorme virtuosismo tanto del solista como de la orquesta, pues en el aparecen continuas trampas rítmicas y de contraste, aquí el trabajo del solista y de la batuta logró una expresividad y musicalidad tal que el público casi enloqueció de entusiasmo.
Finalizaron con una obra icónica para cualquier orquesta, pues así es considerado por los instrumentistas el Concierto para Orquesta de Béla Bartók, debido a que no se conoce otra obra que plantee un protagonismo tan grande para una orquesta, sus familias como para los instrumentos a solo.
El encargo hecho a Bartók por la Fundación Koussevitzsky en USA, cuando el compositor huyendo de las consecuencias de la II Guerra Mundial llevaba solo tres años de haber emigrado, le entusiasmó de tal forma, que producto de ello surgió esta obra, sin duda una de las más originales escrita para una orquesta, que desde su estreno ha sido un desafío no menor para cualquier conjunto.
No solo se deben resolver problemas rítmicos de toda naturaleza, asimismo se debe acertar en el carácter de cada una de sus cinco partes.
Es en este punto donde creemos que Chudovsky logra un triunfo mayor en la segunda de las presentaciones, donde los señalados ripios de concertación o sonido, en las partes más rápidas, ocurridas en el estreno, se resolvieron completamente.
Nos quedamos con la progresión dinámica del primer movimiento y las diferencias de carácter de cada una de sus partes, destacando el comportamiento brillante de los bronces. La gracia del diálogo de las maderas con su irónico juego dinámico del segundo movimiento y la musicalidad del “coral” de los bronces de esta misma parte.
En el tercero el carácter sugerente dado por maderas y cuerdas tanto como el dramatismo de los contra temas, que configuraron un arco expresivo del mejor nivel; en el cuarto el famoso Intermezzo interrotto, captó todos los contrastes que llevan al auditor desde la danza, la ironía y la sutileza; para finalizar con el casi solemne inicio del quinto, que da paso al presto que exige preciso virtuosismo de cada uno de los músicos, el arrollador final simplemente enardeció a los asistentes, que aplaudieron sin cansarse la versión.
Gilberto Ponce. (CCA)
No puedo estar si no completamente de acuerdo con la crítica,yo asistí a la segunda presentación.El director Chudovsky y la Orquesta denotan un gran entendimiento cuyo resultado es notorio en cada una de sus presentaciones,su labor como director titular le ha hecho muy bien a la Orquesta,y también el hecho de la llegada del maestro Prudencio como asistente.Estos factores,además del profesionalismo de sus músicos y su entusiasmo ha llevado a la Filarmónica a un nivel muy bueno.Esperemos que siga así,aunque siempre hay más de algún comentario mal intencionado,lógico que a no todo el mundo le puede gustar un director o una orquesta,pero seamos constructivos por favor.