CORO CRECER CANTANDO CANTA LA NOVENA.
En un concierto extraordinario de la Orquesta Filarmónica de Santiago, José Luis Domínguez dirigió la Sinfonía Nº 9 en Re menor, Op. 125, conocida universalmente como Coral.
Probablemente el hecho más importante de esta versión, sea el haber contado en movimiento final, con la participación del Coro Crecer Cantando, que dirige Víctor Alarcón, conjunto de más de 200 voces de niños y adolescentes, provenientes de una gran cantidad de coros de colegios y universidades.
Si bien Alarcón contó con la colaboración en calidad de asistentes, de otros directores, pensamos que es mérito suyo la impronta lograda con esa masa coral; por ello el evento se transformó en algo muy emotivo, al observar a esa cantidad de jóvenes, cantando una de las obras más importantes, producidas por el genio humano.
La novena, escrita cuando su mundo sonoro se había extinguido, es una obra que resume gran parte de los ideales que animaron Beethoven a lo largo de existencia, fundiéndose lo ético y lo religioso, en un sentimiento de universalidad.
Por ello es que necesitó de un elemento extra en el campo sinfónico; la voz humana para cantar el texto de Schiller, pues tenía el convencimiento que los instrumentos solos, no podrían transmitir las ideas que quería comunicar con su obra, esto es, una invitación a vivir en un mundo mejor, con hombres hermanados por la alegría producto de sentimientos comunes y universales, que van desde la percepción divina, hasta el goce de la existencia por el rompimiento de las barreras que dividen a los hombres.
De hecho invita a “abrazarse en una gran beso universal”, a reconocer la existencia de “un Padre bondadoso, al que hay que buscar más allá de las estrellas”.
Sin duda Beethoven tenía razón, estos conceptos o ideas, no podrían ser reconocidos con facilidad solo con la orquesta, e incorpora la voz humana por primera vez en una sinfonía, no quería que existieran ambigüedades de interpretación.
Este verdadero documento ético espiritual, mediante la música, no tiene nada arbitrario, cada nota, pausa o frase de cada uno de sus movimientos, responden a un programa extraordinariamente unitario, desde el pianissimo del inicio hasta el exultante final, alrededor de sesenta minutos más tarde, todas sus partes están férreamente unidas en una progresión expresiva; es como si una aventura humana se desplegara ante los oídos que la escuchan.
Estas razones nos hacen tener algunas objeciones de la versión de Domínguez, a quien reconocemos muchas virtudes musicales, no obstante creemos que a veces indaga sin demasiado fundamento en interpretación.
En este caso pensamos que fue una versión fragmentada, cada movimiento independiente del otro, en demasiadas ocasiones el balance sonoro, no fue bien observado, incluso en la exposición del tema central del cuarto movimiento, cuando este va pasando por las cuerdas, privilegió el contra tema de los fagotes por sobre en de las cuerdas, perdiéndose, la progresión que culminará con el tutti orquestal.
Asimismo, dio un protagonismo al timbal mucho más allá del indicado por el propio Beethoven; no es que pretendamos versiones estáticas en concepción, pero esta no debiera interferir con lo planteado por su autor.
Poco claro en pulso fue el inicio del primer movimiento, y las figuras de las cuerdas de las sección rápida fueron poco nítidas, no obstante el carácter de este tema fue logrado; llamó además la atención el sonido cercano a lo crudo en casi todas las familias, y el poco perfil sonoro de las maderas.
El carácter del segundo (Scherzo), sí fue muy logrado, pero los fraseos del trío fueron confusos y en tempo casi igual al resto, la reexposición del tema inicial, tuvo demasiados accidentes instrumentales y de pulso.
Al contrario de los dos movimientos iniciales, el tercero tuvo sin duda el mejor sonido de toda la obra, destacándose el de los violines y los diálogos de las cuerdas con las maderas, no obstante en general fue inexpresivo y en tempo estricto muy alejado de la profundidad que posee.
Sin seguir la indicación de la partitura, que impone que el tercero y el cuarto se interpretan sin pausa, Domínguez inició el movimiento final en forma muy dubitativa, luego en el recitativo de chelos y contrabajos las cosas volvieron a su cauce, luego sin mayor énfasis en la progresión se llegó al tutti orquestal, que fue uno de los mejores momentos, en general en esta parte, las transiciones fueron poco claras, no así las partes.
Importante fue el ingreso del bajo-barítono Homero Pérez Miranda, diremos que luego la Marcha a cargo del Tenor José Azócar estuvo muy en estilo y con poderos voz, muy solvente vocalmente estuvo Evelyn Ramírez, mientras que Patricia Cifuentes cantó con precisión y musicalmente su difícil parte, las balances del cuarteto fueron muy logrados.
El Coro merece comentario aparte, por lo sorprendente en todo sentido, por ello es que estimamos excelente el trabajo de Alarcón, fonética estupenda, gran afinación y sobre todo prestancia en el canto, la cuerda de sopranos (niños y mujeres) excelente, sobre todo en los desafiantes agudos, muy bien timbrada la cuerda de contraltos, en aquellas partes necesarias, al igual que la de tenores y bajos, que mostraron enorme potencialidad vocal.
Dudamos que estos jóvenes olviden esta experiencia, que sin duda les dejará una marca indeleble en el futuro.
Gilberto Ponce. (CCA)