NOVENA SINFONÍA DE BEETHOVEN EN EL CEAC.

NOVENA DE BEETHOVEN EN LA TEMPORADA DE EXTENSIÓN DEL CEAC.

El joven director chileno Helmuth Reichel avecindado en Alemania, dirigió a la ahora llamada Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, en el último de los conciertos de la Temporada de Extensión organizado por el CEAC de la Universidad de Chile en el tradicional teatro de la Plaza Baquedano.

Independiente del fervor que despierta el solo anuncio de la Sinfonía en Re Menor Op. 125, llamada Coral de Ludvig van Beethoven, es necesario referirse una vez más no solo a los aspectos musicales, pues también es preciso conectarla con los propósitos que el compositor tuvo con ella, algo clave para su interpretación.

Busto de Ludwig van Beethoven. foto visionescriticas

La cantidad enorme de valores musicales que la han convertido en una obra maestra, no pueden distraernos del entorno ético que sin duda la envuelve, razón que explica el que se haya incorporado en el último movimiento la voz humana, para que de esta forma el mensaje que Beethoven quería transmitir, no tuviera interpretaciones equívocas, el texto de Schiller es el vehículo que junto a la música no debe dejar dudas.

Es así que el abordar esta sinfonía resulta siempre una aventura por descubrir, pero cuidando de no apartarse del propósito del compositor, esto es su mensaje de fraternidad universal, una invitación a que los hombres nos sintamos hermanos cobijados bajo la mirada de un padre bondadoso que debemos buscar más allá de las estrellas.

Es el llamado casi angustioso de un compositor inmerso en un mundo donde imperaban guerras y revoluciones, marcado por el derrumbe de los imperios; y aunque parezca contradictorio en ese escenario, Beethoven estaba cumpliendo su imperativo, señalar los caminos que creía adecuados para la humanidad.

El joven director Helmuth Reichel. foto elmostrador

Es así que la obra es un continuo que se inicia en el primer compás con ese trémolo en pianissimo de las cuerdas, para luego en su desarrollo y en los tres movimientos restantes aparezcan las ideas contrastantes que eclosionarán en el emblemático movimiento final donde se incorpora el Himno a la Alegría, a cuyo texto de Friedrich Schiller, se agregan algunas intervenciones menores del propio compositor, momento en que se manifiesta exultante la idea de la alegría que hermana a todos los hombres sin distingos de ninguna clase, tal como lo señala el texto: desde el gusano hasta el ángel.

No en vano creemos que cada audición de la magnífica obra, sigue entregando claves en su comprensión, como ocurre siempre con cada obra maestra en el ámbito que sea.

Sección del Coro Sinfónico y Camerata Vocal de la Universidad de Chile, que dirige Juan Pablo Villarroel. foto ceac

Estimamos que la Sinfónica Nacional realizó un trabajo serio, de acuerdo a las indicaciones de la joven batuta de Reichel, restando aún recuperar el sonido de sus grandes jornadas, manejar las durezas sonoras, afiatar las familias, especialmente maderas y bronces, evitando entradas falsas de algunos de sus integrantes, entre otros aspectos.

La versión de Helmuth Reichel, es pura pasión y a veces desbocada, a una velocidad que frecuentemente hace desaparecer motivos importantes, traduciéndose en que roza peligrosamente lo superficial; asimismo el manejo del balance instrumental no fue siempre exitoso, resultando las cuerdas perjudicadas en relación a las maderas y en ocasiones a los bronces; no obstante en algunas secciones consiguió de maderas y cuerdas un noble y musical sonido.

Asimismo llamó poderosamente la atención la importancia casi estridente del timbal en los dos primeros movimientos y en parte del cuarto; el tercero lo encontramos sin ninguna trascendencia, cuando se lo ha considerado casi “filosofía en música”, allí no apareció nada de la profundidad que el autor plantea, pues fue diluida por una velocidad cercana a la danza, el clímax con esa casi fanfarria de bronces pasó casi desapercibido. En contrario estimamos que los mayores logros de la versión estuvieron en el cuarto movimiento, con un discurso bastante coherente, en particular en la sección con voces de solistas y coro.

La soprano Claudia Pereira. foto visionescriticas

Pero sin duda alguna los puntos más altos de la versión estuvieron en el formidable Coro, formado por el Coro Sinfónico y la Camerata Vocal de la Universidad de Chile, preparados estupendamente por Juan Pablo Villarroel, y en el soberbio cuarteto vocal. El coro mostró voces timbradas, de perfil muy hermoso en aquellas secciones en que llevan los motivos principales, con muy buena dicción y ajustado enfrentamiento del sentido del texto.

La mezzosoprano Ana Isabel Navarro. foto uchile

La experimentada soprano Claudia Pereira cantó con el profesionalismo acostumbrado, manejando inteligentemente el vibrato, convirtiéndose en un gran puntal; Ana Isabel Navarro la mezzo, dio pasos importantes en cuanto a volumen, haciéndolo con musicalidad y muy afiatada con los demás solistas.

El tenor Felipe Catalán. foto InspirArte

Felipe Catalán cantó con voz firme, musical y gran prestancia en la compleja marcha; creemos que en esta oportunidad Ramiro Maturana el barítono, se mostró como un cantante en plena madurez, mostrando ampliamente su hermosa voz y cualidades musicales, desde su ingreso en el recitativo, que tiene texto de Beethoven, tanto como en el desarrollo posterior donde triunfó plenamente.

Ramiro Maturana, barítono. foto corcudec

Creemos que Helmuth Reichel es una muy buena promesa, tiene ideas claras, maneja bien a los instrumentistas, solo resta que insista en la belleza sonora, cuidar el balance instrumental, y seguramente la madurez le hará abordar en profundidad en las versiones de las obras que acomete.

Helmuth Reichel en plena dirección. foto radiouchile

Gilberto Ponce. (CCA)

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