EXCELENTE CONCIERTO SINFÓNICO CON MARTIN SIEGHART.
Una gran jornada vivió la Orquesta Sinfónica de Chile, en el último concierto que dirigió el austríaco Martin Sieghart, las razones son múltiples, pero la principal se encuentra en la estupenda dirección del maestro Sieghart.
Su gesto claro invita a la musicalidad, sin aspavientos innecesarios, señalando fraseos, inflexiones, cortes o acentuaciones, cuidando siempre el balance instrumental y contrastes dinámicos; convierten -entre otros factores-, a las obras que dirige, en un verdadero placer de escuchar; y algo no menor, lo consigue en el Baquedano, que no es el mejor ejemplo de buena acústica.
Se muestra además, como profundo conocedor de los estilos de las obras que enfrenta, dando cuenta de su preocupación por la afinación, que a todas luces, en esta ocasión, fue ejemplar.
El programa se inició con una sensual, a la vez que energética versión del Choro Nº 6 para orquesta de Heitor Villa-Lobos.
Entre misterioso y sugerente, fue el inicio, que no puede ocultar una cierta mirada al impresionismo, su desarrollo, en el que lo popular se hace presente, logró una espléndida forma de abordar los cambios de tempo, tanto como los de carácter, en un continuo de gran musicalidad.
En medio del hermoso sonido, que mostraba la Sinfónica, aparecen una serie de diálogos entre algunos instrumentos solistas, o de ellos con la orquesta, los que se resolvieron en forma brillante; sería injusto no reconocer el desempeño la flauta, saxo, oboe, viola y clarinete, por su musicalidad y carácter; Martin Sieghart recibió con esta obra la primera de las ovaciones de la noche.
Una exquisita versión, del poema sinfónico Las Fuentes de Roma de Ottorino Respighi, continuó la gran velada, ya que, desde el increíble pianissimo de las cuerdas del comienzo, el director y la orquesta, sumergieron al público en la magia de las descripciones propuestas por Respighi.
La progresión dinámica, mostró entonces un hermoso juego entre diversas maderas, teniendo como base la atmósfera de las cuerdas, creemos muy bien resueltas las transiciones entre las variadas pinturas musicales, que retratan las cuatro fuentes escogidas por el compositor.
El cuidadoso uso de fraseos, destacó con nitidez los diversos temas que caracterizan cada fuente, algo que requiere de extremo cuidado en el sonido, en este sentido, resulta complejo, decidir que familias destacaron más, pero pecaríamos de egoístas, al no mencionar el brillante desempeño de los bronces.
Finalizaron, con la Sinfonía Nº 9 de Dmitri Shostakovich, la única de ellas en que brilla permanentemente la luz, reuniendo una verdadera conjunción de momentos francamente lúdicos; pero no se crea que esto banaliza la composición, todo lo contrario, porque en ella abundan las dificultades rítmicas para todo el conjunto, y para los instrumentos solitas en particular.
A lo largo de la obra, existe, humor, ironía y hasta desfachatez, aspectos conseguidos plenamente por la sinfónica y la experta batuta de Sieghart.
Destacaremos la musicalidad de las partes cantábile, tanto como la perfección de aquellas partes de ritmo vertiginoso, en progresiones precisas, logrados contrastes, dinámicos y de carácter.
Shostakovich es muy exigente con los instrumentos a solo, y en este sentido, señalaremos el destacado desempeño del flautín, flauta, violín, tanto como el chelo, clarinete y el resto de las maderas; hacia el final de la obra, el expresivo y musical sonido del fagot, en su diálogo estupendo con chelos y contrabajos.
Largas ovaciones premiaron una versión, que resaltó ampliamente los valores de la obra, bajo la certera dirección de Martin Sieghart.
Gilberto Ponce. (CCA)