CORO SINFÓNICO EN NAVIDAD.
Hay pocas oportunidades de oír al Coro de La Universidad de Chile en obras a capella, pues su actividad principal está junto a la Orquesta Sinfónica de Chile. Sin embargo desde su fundación en 1945, abordó el extenso repertorio de obras sin acompañamiento, práctica que sin duda contribuye al perfeccionamiento de un conjunto masivo.
Esto le permitió hacer conciertos a lo largo del país, y al llegar la Navidad salir a las calles del centro de Santiago, a cantar decenas de villancicos que sorprendían gratamente a los transeúntes.
Era una manifestación del mejor espíritu amateur, y se mantuvo por largo tiempo, pero se ha ido perdiendo en aras del progreso artístico, la entretenida espontaneidad parece haber sido reemplazada por una corrección formal.
Asistimos al concierto que este grupo coral dio en el Teatro de la Univeridad de Chile, en la Plaza Baquedano, bajo la conducción de su director Juan Pablo Villarroel, a una semana de la Navidad, y nos sorprendió escuchar un programa, con pocas obras navideñas.
Se trataba, más bien, de mostrar el progreso que en el género a capella, han alcanzado las setenta voces con su actual maestro.
Fue perjudicial, que no hubiera un programa impreso, porque el propio director, tuvo que anunciar los títulos, con voz débil que hizo precaria la comunicación al público.
Tres Motetes de Anton Bruckner, abrieron el recital, y fueron cantados con clara idoneidad. Fueron seguidos de dos admirables composiciones en francés y con acompañamiento pianístico: el Cántico de Racine, de Gabriel Fauré, y Dirait-on de Morten Lauridsen, prolífico músico danés que vive en EEUU y que ha escrito decenas de obras para coro. Son obras muy separadas en el tiempo, pero se parecen en lo hermoso de sus melodías, la sencillez de la escritura y un bello espíritu romántico. Una plausible elección, pero no en la manera en que fueron interpretadas, que distó mucho de lo ideal.
El conocido Alleluia de Randall Thompson, no agregó gran mérito al programa, pero fue acertada la inclusión de dos sólidas y valiosas obras chilenas: Se bueno de Pedro Humberto Allende, y Sabrás que no te amo de Sylvia Soublette, que junto con el delicado y sutil villancico En los brazos de la luna de Alfonso Letelier, que se cantó después, fueron una excelente reafirmación de la mejor producción nacional. El coro las cantó con gran calidad, buena afinación y apropiado fraseo.
Por contraste, dos arreglos corales para obras de Violeta Parra y Víctor Jara que vinieron a continuación, hicieron recordar, que no todo lo chileno es bueno.
Al final llegó la música navideña; escuchamos cinco villancicos tradicionales, de los que destacó el Carol de la campanas, cantado con precisión y frescura, en los otros primó la corrección, pero el entusiasmo amateur, regresó con el invencible Aleluya del Messiah de Haendel.
Sergio Escobar. (CCA)