INAUGURACIÓN ESTELAR NATALIE CLEIN Y SERGIO TIEMPO.
Las ovaciones que se escucharon en la inauguración de la Temporada Internacional Fernando Rosas de la Fundación Beethoven, dieron cuenta del enorme impacto que causó la presentación de dos estrellas de la música; la extraordinaria chelista Natalie Clein y el pianista Sergio Tiempo, ocasión en que se los pudo escuchar a dúo y como solistas.
Es absolutamente inoficioso intentar señalar categorías en calidad, pues ambos demostraron todo su talento y musicalidad tanto en dúos como individualmente, en un programa interesantísimo con obras de comienzos del siglo XX.
Si bien podemos calificar de romántico el contenido del concierto, también es preciso notar lenguajes diferentes en cada obra, lo que enriqueció aún más la presentación.
Se escuchó primero la Sonata para violonchelo y piano en Re menor de Claude Debussy, obra que no es posible asimilar plenamente al impresionismo, por sus arrebatos románticos, cercanos a Chopin, y sus avances hacia un lenguaje más moderno, convirtiéndola en una obra de gran atractivo.
La estructura le otorga mayor protagonismo al chelo, lo que permitió que Natalie Clein desarrollara expresivos cantábile, logrados a través de su gran y hermoso sonido, contando con el ajustado acompañamiento de Sergio Tiempo. Su segundo movimiento Serenade plantea un precioso contraste entre el pizzicato del chelo con staccato del piano, tocado sensible y encantadoramente por ambos intérpretes. Lleno de contrastes y a ratos apasionado es el tercero en el que ambos derrocharon expresividad y virtuosismo.
Natalie Clein introdujo luego la monumental Sonata para violonchelo solo, Op. 8 de Zoltán Kodály, aludiendo al hecho que tal vez sea esta el mayor desafío que pueda enfrentar un solista, algo que no cabe duda, pues se trata de un verdadero compendio de dificultades para el instrumento, en la que tal vez no queden más recursos y exigencias para su intérprete. Obra que inspirándose mucho en material de carácter folclórico y popular de Hungría, navega en un lenguaje ecléctico que no elude lo moderno, construyendo una obra muy atractiva tanto como exigente de escuchar para el público.
Abrumadoramente perfecta fue la interpretación de Clein, como no recordar el exquisito manejo de contrastes dinámicos y de carácter, o el como frasea o articula, mientras con la mayor naturalidad entrega armónicos, dobles cuerdas, o esa mezcla de staccato con pequeñas melodías del segundo movimiento, para culminar en la expresividad y vertiginosidad del tercero, dando cuenta de todo su virtuosismo, lógicamente fueron incansables los aplausos.
Vinieron luego las Cuatro partes de Romeo y Julieta de Sergei Prokofiev, las que permitieron ahora apreciar toda la potencialidad de Sergio Tiempo, un detalle que nos pareció del mayor interés fue la manera de tocar del pianista, a ratos con enorme fuerza (martellato) acentuando el estilo del lenguaje de Prokofiev, como lo fue en la Danza de los Caballeros (Montescos y Capuletos) y la Danza final (Mercutio) que se contrastó con el lirismo de las secciones dedicada a Julieta y la de las muchachas de las flores de lys.
Tiempo contrastó con musicalidad y carácter cada una de ellas, permitiéndose mostrar toda su perfecta digitación y virtuosismo.
Finalizaron con la Sonata para violonchelo y piano en Sol menor Op.19 de Sergei Rachmaninov, verdadero triunfo del romanticismo que permitió a los intérpretes alcanzar cimas de expresividad en la más completa comunión musical.
En ella es evidente que su autor fue un gran pianista, es así que el instrumento tiene gran preeminencia en la obra, no obstante están siempre presentes diálogos de carácter apasionado y muy expresivos.
La obra a ratos recuerda las rapsodias juega con todo tipo de contrastes siendo de enorme exigencia algo que a Natalie Clein y Sergio Tiempo no les quita el sueño, son músicos de excelencia.
Las gigantescas ovaciones les llevaron a ofrecer un íntimo y hermoso Ernst Bloch, cerrando una magnífica velada de apertura.
Gilberto Ponce. (CCA)