BRAHMS Y MOZART CON MIRANDA YAMPOLSKY EN LA SINFÓNICA.
Un programa de gran atractivo, que repletó el Teatro de Universidad Chile, presentó la Orquesta Sinfónica de Chile, bajo la dirección del maestro ruso Víctor Yampolsky, continuando su Temporada 2011.
De las dos potentes obras que se escucharon, una de ellas permitió aquilatar el promisorio futuro de Gustavo Miranda, joven pianista chileno de solo veinte años, que en la actualidad se perfecciona en la afamada “Julliard School” de New York.
Precisamente fue Miranda, quien abrió la jornada, y nada menos que con el “Concierto N° 2 para piano y orquesta, en Si bemol mayor Op. 83” de Johannes Brahms, obra que requiere de una madurez muy grande, que aún no es exigible al joven intérprete.
Es así que su versión, responde al peso de su edad; una versión fresca, con algunos arrebatos emocionales juveniles, en los que mostró sus atributos técnicos, pero sobre todo la proyección que puede hacerse sobre su carrera; por ello hay que esperar el paso de algunos años; como el haber superado dolores, asimilado alegrías, para que entre otros aspectos, le lleven a entrar en el espíritu de obras, como lo es este concierto, que además de técnica exigen una interpretación madura.
Esta es la razón por la su actuación deba ser analizada, tomando en cuenta estos factores, no obstante la presentación pudo ser mucho mejor aún, si hubiese mediado un acompañamiento más afín.
En este caso, fue muy evidente que el acompañamiento de Yampolsky estuvo muy lejos de los pergaminos que ostenta, ¿un mal día tal vez?, el comentario corresponde a la segunda función.
Estimamos que a lo largo de casi toda la obra, no existió visión unitaria con el solista, incluso su batuta fue poco precisa, incidiendo en varios desajustes, no solo con Miranda, también entre las familias de la orquesta.
El primer movimiento lo enfocó Miranda con serena elocuencia, y tal vez poco peso, mientras en la orquesta se evidenciaban atrasos de tempi y un sonido algo sucio.
El “Andante Appassionato” mostró a Miranda con un mayor sentido emocional, pero la
respuesta de la orquesta solo fue formal, y con atraso en los tiempos.
Bello sonido mostró el cello de Celso López, en el hermoso “Andante” antes del ingreso del solista, quien con lírico sentimiento acometió esta parte. El “Allegretto grazioso” fue lo más logrado, debido al mejor rendimiento orquestal, permitiendo a Gustavo Miranda mostrar mejor sus atributos.
La “Camerata Vocal de la Universidad de Chile” que dirige Juan Pablo Villarroel interpretó en la segunda parte el “Réquiem K. 626” de Wolfgang Amadeus Mozart, gran desafío, por realizarlo solo con 17 integrantes, cuatro de ellos como solistas.
La estupenda preparación del grupo, les permitió un éxito en muchas de sus partes, en otras el sonido resultó insuficiente.
La orquesta, muy reducida en sus cuerdas acusó falta de balance sonoro, debido a que al parecer la dirección les pidió, que tocaran todo muy “piano”.
La versión solo tuvo algunos momentos muy logrados, en general fue formal, plana, sin mayores matices, donde los números fueron pasando uno tras otro, sin mayor ilación entre ellos; ausente el sentimiento religioso, parecía solo buscar el fenómeno sonoro.
La voces del coro muy timbradas y sólidas, alcanzaron expresividad, debido a su natural musicalidad en partes como el “Introito”; el acertando el carácter del “Dies Irae” pero con las voces bastante al límite. El “Confutatis” mostró la excelencia de sopranos y contraltos, y el buen nivel de tenores y bajos; hacia el final de esta parte, antes de la transición al “Lacrymosa”, la batuta se diluyó provocando un grave desajuste en la orquesta, salvado gracias al corte, antes del acorde, que precede a número siguiente.
Los otros números exitosos fueron el “Domine deus” y el “Hostias” por su musicalidad, también la solidez del “Sanctus”. Debiendo mencionar los bellísimos pianísimo de las sopranos.
El cuarteto solista; Nora Miranda soprano, Marisol Hernández contralto, Isaack Verdugo tenor y David Gáez bajo, mostró afiatamiento en las partes concertadas, además de sólida musicalidad, la salvedad estuvo en Gáez, quien se encontraba enfermo. En todo caso, la soprano y la contralto mostraron mayor excelencia.
Mozart, triunfa a pesar de los inconvenientes, y del que suponemos un muy mal día de Víctor Yampolsky, quien se mostró un tanto ausente, sin lograr comunicar los conceptos que tenía sobre ambas obras.
No obstante el público aplaudió con entusiasmo, la oportunidad de escuchar una de las obras más famosas de todos los tiempos.
Gilberto Ponce. (CCA)