EL SONIDO DE LA FILARMÓNICA.
Las expresiones en los rostros de los asistentes al último concierto de la Orquesta Filarmónica de Santiago, lo decían todo, el concierto recién finalizado había sido un lujo de principio a fin; pero quisiéramos ahondar un poco más para comprender el porqué, pues creemos que parte de ese encanto está dado por el bellísimo sonido que la Filarmónica viene exhibiendo desde hace bastante tiempo, independiente del director que ocupe el podio, donde a veces nos podrá gustar o no alguna versión, no obstante la constante presente, sigue siendo la belleza sonora del conjunto, así sea en conciertos, ópera o ballet.
Sin duda los maestros que la han dirigida tienen gran responsabilidad en este logro, pero no se puede obviar un hecho de la mayor importancia, que es la tremenda pasión que cada músico de la orquesta pone al tocar cada una de las obras de sus programas, algo en que no cejan independiente del estilo, forma o compositor que les corresponda; bien por la orquesta, pero mucho mejor por la música de nuestro país.
El octavo concierto consultó dos obras, un Concierto para fagot y orquesta de Mozart y una Sinfonía de Brahms, las que Konstantin Chudovsky su director dirigió en el más acertado estilo.
El programa se inició con el hermoso Concierto para fagot y orquesta en Si bemol mayor, K. 191 de Wolfgang Amadeus Mozart, combinación no demasiado frecuente en nuestras programaciones, razón que desconocemos y consideramos injusta, en esta oportunidad el interprete fue el solista de la Filarmónica el lituano Zilvinas Smalys, en una versión del más alto nivel en musicalidad y estilo.
En el primer movimiento Smalys mostró ya un bellísimo sonido, espléndido manejo dinámico, fraseo elegante y precisas articulaciones, encontrando en la orquesta la contraparte precisa en cada uno de los diálogos. La cadenza fue un verdadero derroche de técnica y musicalidad.
El Andante que sigue, en que se alude fuertemente a la ópera Las Bodas de Fígaro del mismo Mozart, fue enfocado a la manera de un aria, donde la voz fue el fagot que lo hizo líricamente acompañado sutilmente por la orquesta, el final fue simplemente alado.
El Rondó final fue un exquisito juego de diálogos entre los intérpretes, el que al finalizar hizo explotar de entusiasmo al público, que con sus ovaciones consiguió como encore de Smalys, unas complejas y hermosas variaciones sobre “Non più andrai farfallone amoroso” de Las Bodas de Fígaro, en las que el solista mostró toda su amplia capacidad técnica y virtuosa.
En la segunda parte se ofreció una excelente versión de la Sinfonía Nº 3 en Fa mayor, Op. 90 de Johannes Brahms, la obra tal vez la más lírica de sus cuatro sinfonías requiere de una particular sensibilidad en su interpretación, particularmente en su celebérrimo tercer movimiento.
No creemos equivocarnos demasiado al sostener que esta ha sido una las versiones más hermosas que hemos escuchado en vivo, Chudovsky logró de sus músicos una expresividad sin esa sensiblería que puede gustar a muchos, pero que se aleja del espíritu de Brahms, el sonido fue desde lo pastoso a lo sutil, pasando por toda la gama dinámica con absoluta musicalidad expresiva.
El primer movimiento mostró fraseos de gran claridad que permitieron escuchar cada tema de su polifonía, luciéndose cada familia en musicalidad y sonido, además el director cuidó cada progresión para no apartarse de su vital versión.
El Andante se inició con ese hermoso diálogo entre maderas, bronces y cuerdas, logrado a través del balance más adecuado a la vez que los contrastes dinámicos los manejó expresivamente.
El aludido tercer movimiento fue abordado en forma muy expresiva, con los rubato justos, Chudovsky logró que cada voz se escuchara claramente, destacaremos la reexposición del tema central cuando lo enfrenta el corno, quien lo hizo bellamente casi en pianissimo, cerrando el círculo expresivo y melancólico que envolvió el movimiento.
Enorme contraste se apreció en el movimiento final, donde se realzaron con naturalidad las progresiones dinámico-expresivas, cada familia rivalizó en calidad, brillantes maderas y bronces, con la solvencia de siempre el solista en timbal, mientras que además de su hermoso sonido las cuerdas mostraron certeros arcos en sus intervenciones.
El habitualmente recatado público del Municipal perdió toda compostura ovacionando a voz en cuello la magnífica versión, y como sorpresa luego de varios minutos de incansables aplausos, Chudovsky se plantó frente a sus músicos para ofrecer una soberbia versión de la Danza húngara Nº 1 de Brahms, que casi enloqueció al público.
Gilberto Ponce. (CCA)
Estuve en ese concierto y ciertamente fui una más entre el público que aplaudió a rabiar el cometido de la orquesta,solista y director.Fue muy interesante escuchar el concierto para fagot de Mozart,obra que no conocía y me alegró mucho poder escucharla en el Municipal y con un solista tan fantástico y que además es de la misma orquesta,eso habla muy bien de la calidad individual de lis miembros de la orquesta y eso hace que el sonido sea tan hermoso y lo mismo opino respecto al entusiasmo y compromiso con que tocan. Y no menos importante es que el maestro Chudovsky hace un muy buen trabajo y logra sacar lo mejor de ellos para deleite de los que asistimos a los conciertos , óperas y ballets,tanto dirigidos por él o no.Fue un concierto memorable y con la sinfonía de Brahms también a un alto nivel que hizo aplaudir al público muy calurosamente.Y no había tenido la experiencia de que la orquesta hiciera un encore,si en alguna ocasión un conjunto extranjero,pero ahora fue notable y fantástico.No voy a hacer mayor análisis del concierto en general porque yo solo gozo del arte y son las personas como tú que tienen el conocimiento y lo hacen muy bien,aprendo mucho con tus críticas.Felicitaciones .