MISA EN SI MENOR DE BACH EN LA CATEDRAL.
En una de las opciones, que se barajan para la interpretación de las obras de Johann Sebastian Bach, Juan Pablo Izquierdo el destacado director chileno, dirigió su monumental “Misa en Si menor”.
La versión que se ofreció en la Catedral de Santiago, ante un público expectante, redujo drásticamente los instrumentos y las voces del coro, incidiendo que en algunos números, faltara, el espíritu de cantar la Gloria de Dios, mediante la música, que era una de la claves que la Contrarreforma Católica, manejaba para contrastar la austeridad Protestante.
Bien se sabe, que a pesar que Bach era un luterano fervoroso, no eludió, en particular durante el período de Anhalt-Coethen, escribir según las formas católicas, como hacer uso del latín, o escribir sus dos versiones del Magnificat, himno relativo al dogma de la inmaculada concepción de la Virgen María.
Esta mirada, a un ecumenismo que vendrá muchos años más tarde, puede desconcertar, si se piensa en el contexto en que vivía Bach, pero es indicativo de la grandeza de espíritu del compositor, al parecer pensaba que Dios, está por sobre las iglesias, que son instituciones creadas por los hombres.
En esta versión participaron: la Camerata Vocal de la Universidad de Chile, la Orquesta de Cámara de Chile, y los solistas Claudia Pereira y Nora Miranda sopranos, la contralto Evelyn Ramírez, Iván Rodríguez tenor y Patricio Sabaté barítono, quienes salvo la contralto, cantaron además como parte del coro.
Creemos que este pie forzado para los solistas, incidió en que sus voces no brillaran, de acuerdo a su trayectoria, aún más, su cansancio en la segunda parte, fue muy evidente.
Por ello, Evelyn Ramírez triunfó en cada una de sus tres intervenciones, a pesar de cantar también en aquellos coros, que el maestro Izquierdo, pidió fueran cantados por los solistas. Sin duda su “Agnus Dei”, fue a nuestro juicio, el número más alto de la presentación.
Claudia Pereira, superó ampliamente el vibrato, que
a veces acompaña sus intervenciones, cantando en ajustado estilo, y con gran musicalidad. Sus duetos con los otros solistas, fueron notables.
Nora Miranda, la otra soprano, cantó con su habitual prestancia, su primera aria “Laudamus Te” fue exquisita en precisión y musicalidad.
Iván Rodríguez el tenor, lució su hermosa voz en el dueto con la soprano I, pero su gran
musicalidad, fue un tanto opacada por el volumen de la flauta, en el bellísimo “Benedictus”, que cantó muy expresivamente.
El barítono Patricio Sabaté, uno de los
grandes solistas de nuestro medio, no pudo lucir su voz en el aria “Quoniam tu solus sanctus”, escrita para el registro de bajo, debiendo luchar además, con el accidentado desempeño, del corno solista.
En su segunda aria “Et Spiritum sanctum”, pudo lucir mejor su voz, a pesar de la velocidad casi alada, que le imprimió Izquierdo.
La Orquesta, tuvo momentos brillantes, y otros mejorables, como las trompetas en el “Gloria”, el corno ya mencionado, y algunos desajustes de pulso en las maderas, como la flauta en el “Domine Deus”.
Brillante el continuo, Patricio Barría chelo, Jasmín Lemus contrabajo y Alejandro Reyes órgano.
La Camerata Vocal de la Universidad de Chile, dirigida por Juan Pablo Villarroel, ampliada en cuatro sopranos, mostró una gran preparación, pero tal vez, debido a la acústica, su desempeño fue irregular.
Sólido el primer “Kyrie”, cantado muy expresivamente, siguiendo los gestos de Izquierdo, la progresión de la fuga fue notable.
Brillante la primera parte del “Gloria”, pero desdibujadas las semicorcheas de la fuga posterior.
Una buena muestra de su potencia vocal, fue el “Gratias”. Llamó la atención que se cantara el “Qui tollis” por los solistas, quienes superaron los pulsos no claros de las maderas, pero más aún, el separar las sílabas de la palabra “nostram”, antes del acorde final.
La extrema velocidad, fue obstáculo en el “Cum sancto Spiritu”, cantando, como si saltaran, restándole brillo vocal. Un triunfo vocal fue el bello “Et incarnatus est”cantado por los solistas, muy bien afiatado con la orquesta.
El “Crucifixus” perdió fuerza expresiva al ser cantado por los solistas, el final fue confuso; luego gran precisión en las figuras rítmicas del coro en el “Et resurrexit”, las que se desdibujaron en su desarrollo.
La expresividad, fue diluyéndose hacia el final, al buscar asimilación de las voces al sonido instrumental.
El “Sanctus” fue poderoso e impactante, al igual que “Pleni sunt coeli”, el “Osanna” se desperfiló un poco en el pulso, pero fue cantado con carácter, evidenciando ya cansancio vocal, que se superó ampliamente, en el coro final “Dona nobis Pacem”entregado con expresividad y fervor.
Los aplausos premiaron largamente, la presentación de una de las obras más bellas del repertorio sinfónico coral, bajo la dirección del maestro Juan Pablo izquierdo.
Gilberto Ponce. (CCA)